Ni el frío moscovita ni la noticia de un meteorito colisionando en Rusia pueden librar a la Argentina de su agenda implícita en la reunión del G-20: evitar trabas a los créditos de organismos internacionales y comprometer apoyos en la pelea contra los fondos buitres.
Pese a que están en juego más de US$ 4.000 millones en financiamiento, hubo orden de que el ministro de Economía, Hernán Lorenzino, se quedara en Buenos Aires, según asegura la versión oficial, para cerrar la paritaria docente que ayer fijó un aumento del 22%. Pero la ausencia coincidió además con la previa a un encuentro de países críticos con el Gobierno y en plena disputa con el Fondo Monetario Internacional.
La cabeza de las gestiones en Moscú es el secretario de Finanzas, Adrián Cosentino, que compartió reuniones con Ben Bernanke, de la Reserva Federal de EE.UU. –alguien que ya apoyó a la Argentina contra el embargo de cuentas del Banco Central-, para que se debata la “sustentabilidad de deudas soberanas”.
A fin de mes, la Argentina tendrá una audiencia clave para defenderse de las demandas de los fondos buitres que esperan un pago en efectivo por sus títulos en default por US$1.300 millones.