ECONOMIA
informe de producir conservando

Para más cosechas récord hay que triplicar el gasto en los nutrientes

Las oleaginosas ocupan dos tercios del total sembrado, lo que para los expertos pone en duda el actual sistema de producción.

Ciclos. El año pasado se aplicaron menos abonos que antes.
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El año 2020 está a la vuelta de la esquina. Y para el sector agropecuario más cerca todavía si se tiene en cuenta que muchos de los ciclos de producción, como el ganadero y el de granos, incluyen varios años de actividad hasta verse reflejados en los números finales.

Los productores analizan su negocio no por cultivo sino por ciclos. Por ello, la Fundación Producir Conservando (FPC) planteó esta semana la necesidad de mejorar sustancialmente la cantidad de fertilizantes que se están aplicando en el campo. “Para alcanzar una reposición de mínima sustentabilidad al 2020 habrá que triplicar la aplicación de fertilizantes, pasando a 9,2 millones de toneladas de los 3,7 que se aplican hoy”, dijo Gustavo Oliverio, coordinador de la FPC, quien explicó que “sólo en los últimos veinte años pasamos de sembrar de 20 a 22 millones de hectáreas a unas 32 a 34, y de una producción que rondaba los 65 a 70 millones de toneladas a los casi 100 millones ahora”.

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El problema es que ya en 2004 la FPC vacitinaba que en 2010 la Argentina alcanzaría los 100 millones de toneladas, pero para ello debería estar aplicando 5,5 millones de toneladas de fertilizantes. “Lamentablemente eso no se dio”, dijo a PERFIL Gustavo López de la consultora Agritrend. “No hemos estado cerca de esa cifra. El año que más se aplicó estuvo en el orden de los 3,7 millones de toneladas y cayó a los 3,3 actuales”, explicó.

Para mantener un potencial de crecimiento como el propuesto, hay que triplicar la reposición de nutrientes y lograr una relación de siembra entre oleaginosas (soja) y gramíneas (maíz) más equilibrada. La ecuación actual, en la que se siembran casi dos tercios de oleaginosas, pone en duda la sustentabilidad del sistema de producción. Esa relación, a su vez, incide en los niveles necesarios para la reposición de nutrientes, ya que no sólo limita el aporte de rastrojos y carbono sino que condiciona la reposición de nutrientes extraídos del suelo, al ser las gramíneas los cultivos que mejor equilibran la extracción con el aporte de nutrientes.

Otra de las variables de ajuste para llegar a los 135 millones de toneladas es la integración regional y el desarrollo de infraestructura. La Argentina y Brasil “tienen un gran potencial de crecimiento pero están sufriendo grandes limitaciones de infraestructura, que le restan competitividad”, señaló Gustavo López. Ambos países aumentarían la participación de sus tres principales cultivos (trigo, maíz y soja) del 37% al 41% en el comercio mundial. “Pero existen serias limitaciones para alcanzar estas metas”, advirtió López, quien señaló que “las principales restricciones en ambos países, y en el resto de la región, son comunes y se relacionan con la infraestructura del transporte, el almacenaje y el acondicionamiento y la logística portuaria”. Va como ejemplo que Brasil sufre por los costos del transporte, en parte porque la distancia promedio recorrida hasta los puertos es de 1.500 kilómetros.

Hoy hay 200 barcos en espera en los puertos brasileños, que generan un sobrecosto que resta competitividad a los productores; en la Argentina pasa lo mismo.

Las decisiones de infraestructura que se toman hoy tardan una década en plasmarse. Tal parece que desarrollo productivo y desarrollo de infraestructura no recorren caminos similares en nuestro país ni en el vecino Brasil. Y sin este pilar, el excelente trabajo agronómico y de adopción de tecnología que se hace en la región de poco sirven si no hay cómo sacar al mundo esa producción. Una cuenta pendiente.