ECONOMIA
Sin soluciones mágicas

Por qué la dolarización no es necesariamente una mala idea

Un análisis sobre el planteo de por qué la dolarización puede ser una buena opción en un país tan necesitado de reformas institucionales como la Argentina.

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Dólar | Revista Noticias

Es natural que, tras más de una década de alta inflación, reflote el tema de la dolarización. Los justificados temores de un potencial salto inflacionario y de una nueva crisis cambiaria dan renovado interés el tema.

Es curioso que, si bien con más de 100 casos de dolarización a lo largo y ancho de la historia económica, la discusión sobre la dolarización se base en argumentos especulativos.

Hay dos explicaciones que se repiten para sostener que la dolarización es una mala idea. El primero es que el país queda desprotegido ante potenciales shocks nominales externos. El segundo es que la dolarización deja de hacer falta si se hacen las reformas necesarias para que la dolarización funcione. Veamos cada uno de ellos.

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Es cierto que, al cerrarse el Banco Central, una dolarización deja al país sin política monetaria para navegar shocks externos. Pero, eliminar la política monetaria doméstica es justamente el punto. Parece que hace falta recordar que ni Argentina ni los países que se debaten una dolarización son Suiza. El costo de los posibles shocks externos hay que compararlo con los recurrentes e interminables shocks internos. La inflación anual promedio Argentina de 1946 a la fecha es del 61%. Es decir, estamos comparando el hipotético costo de un shock externo contra más de 70 años de 61% promedio de inflación anual.

Para el Financial Times: "Argentina va rumbo a una nueva devaluación"

Un caso reciente de shock nominal externo fue la crisis del 2008. No precisamente un evento menor. Según este argumento, un país dolarizado hubiese sufrido una crisis de proporciones históricas. Posiblemente el caso de dolarización más comparable a Argentina sea Ecuador. El PBI real de Ecuador cayó un 1.1% en el 2009 (lo cual además coincidió con un default soberano), volviendo a valores positivos en el 2010. ¿El PBI real de Argentina? Cayó casi un 6%. No es obvio que una dolarización sea peor que 61% de inflación anual.

El segundo argumento sostiene que una dolarización necesita de otras reformas que sea aplicable y sostenible, por ejemplo, llegar a un equilibrio fiscal. Sin embargo, llegar al equilibrio fiscal haría de la dolarización una reforma innecesaria. Es decir, traería costos sin ningún beneficio a cambio. Este argumento erra al punto central. La dolarización es, antes que una reforma de política monetaria, una reforma institucional.

Veamos, de nuevo, un caso tan cercano como Ecuador. La dolarización sobrevivió a (1) una década de déficits fiscales, (2) al default del 2008, y (3) al gobierno populista de Rafael Correa. La dolarización ayudó a proteger al sector privado de los costos del default; dado que el gobierno no tiene la herramienta de la inflación a su disposición ni el incentivo de imponer control de capitales.

Un interesante estudio de Samuel Asher, Kevin Grier, y Robin Grier publicado en el Journal of Economic Behavior and Organization (2020) encuentra que Ecuador es el único país de latino américa donde un fuerte régimen populista no produjo grandes costos económicos. Ecuador es, también, el único país dolarizado de la muestra. Parece ser que hay algo más que especulación en el argumento que la dolarización contribuyó a poner un límite al proyecto de chavización de Correa. Quizás una lección importante para aprender en Argentina.

Tomando como válido el argumento de que la dolarización requiere de otras reformas a la par, debemos distinguir dos tipos de reformas. Por un lado, están las reformas ideales. En este caso, Argentina pasa a tener instituciones suizas. Obviamente la dolarización deja de ser necesaria. Por el otro lado están las reformas mínimas necesarias para una dolarización, por más que estas no sean las ideales.

En ese caso, las instituciones siguen siendo débiles y nada garantiza que un equilibrio fiscal no vaya a nuevamente a transformarse en altos déficits financiados por el Banco Central. No hace falta especular, algo similar sucedió con la crisis del 2001 en Argentina. En términos de PBI, el superávit fiscal post-crisis 2001 comenzó a erosionarse de manera inmediata, llevando a la alta y ascendente inflación que tenemos desde el 2007 hasta la fecha.

El tema dolarización es complejo. La primera dificultad consiste en aceptar que lo ideal quizá sea imposible en Argentina. Sólo queda elegir entre soluciones imperfectas. Si dejamos de lado la actitud de ridiculizar a quien ve con buenos ojos una potencial dolarización como solución “mágica” y dejamos de lado la especulación para aprender de casos reales, quizás descubramos que la dolarización no sea tan mala idea en un país tan necesitado de reformas institucionales como Argentina.

* Las opiniones expresadas son personales y no necesariamente representan la opinión de la UCEMA.

Associate Professor, Metropolitan State University of Denver. Visiting Professor, Universidad del CEMA. Senior Fellow, American Institute for Economic Research