Dos automóviles, una casa pagada con una larga hipoteca, dos chicos que van a la escuela pública y una bebé, un perro, un gato, un abuelo y vacaciones y todo pagado con un sueldo único (el de papá, que tiene un empleo en una planta energética) y todo bajo la amorosa administración de mamá, que trabaja en casa. Una vida de clase media con -la verdad- pocas aspiraciones, salvo para alguno de los hijos, si le va bien en la universidad.
Esa era, claro, la vida de los Simpsons, la familia que protagoniza la serie animada más famosa de la historia, no solamente en su hogar, en Estados Unidos, sino alrededor del mundo. Pero claro, la historia comenzó a difundirse a lo grande en el ya lejanísimo diciembre de 1989, cuando la cadena Fox emitió el primer capítulo de la comedia dibujada, “Simpsons Roasting on an Open Fire”, conocido en América Latina con el título “Especial de Navidad de los Simpson”.
Treinta y tres temporadas después, los productores de la serie se dieron el gusto de mirar atrás sin prejuicios y contarle a los estadounidenses, y a sus seguidores en todo el planeta, cómo cambio la vida de la clase media en todos estos años, tomando en este caso la vara prácticamente universal de una familia suburbana norteamericana.
En el lejanísimo 1990, una familia tipo de clase media suburbana estadounidense (una vara del sistema capitalista) se podía dar los gustos
El espejo retrospectivo se puso durante el capítulo “Poorhouse Rock”, el último de la trigésimo tercera temporada, que en Estados Unidos salió al aire en mayo de este año. La historia es anecdótica (después de una enésima sesión de burlas contra su padre, Bart se pone curioso sobre el empleo de Homero y lo acompaña a conocer su trabajo en la planta nuclear), hasta que comienza una versión “musical” del episodio, con canciones sobre la situación del nivel y la calidad de vida en Estados Unidos. Y allí se pone extremadamente sincero y salvaje.
A través de las canciones, los personajes recuerdan la bonanza económica de posguerra, cuando abundaba el empleo y “hasta los más tontos ganaban muy bien” (Barney dixit), un proceso que llevó que, “poco a poco, se construyó la clase media, esa linda clase media”. Ya en los ‘70, Homero se da cuenta de que necesita “dinero para comprar comida y combustible” (también “cerveza y marihuana”) y que ya es tiempo de “unirse a la clase media”. Así es que consigue su trabajo en la empresa del señor Burns, incluso sin formación universitaria.
Luego, los dibujitos avanzan sobre el terreno más pantanoso: Homero y sus contemporáneos “la estaban pasando bien hasta que gradualmente todo se fue al demonio”, canta el personaje invitado, en la voz del actor Hugh Jackman, con “fábricas que cerraban y alzas del desempleo”.
En ese momento, el relato pasa a otra voz invitada, la de Robert Reich, quien fuera ministro de Trabajo durante la presidencia de Bill Clinton y miembro del consejo para la transición económica de Barack Obama.
“Aquí para explicar está Robert Reich”, lo introduce el personaje de Jackman, un encargado de mantenimiento de la planta nuclear de Springfield. Y vale la pena detenerse en el monólogo del ex ministro.
“La declinación de los sindicatos, la creciente codicia corporativa, los fraudes de Wall Street y los malos políticos -dice el dibujito de Reich- contribuyeron al aumento de la inequidad económica, la ampliación del desempleo real, el deterioro de los salarios y una calidad de vida más baja para millones de estadounidenses”.
Cuando se estrenó Los Simpson, en 1989, pocos preveían que muchos estadounidenses verían ahora ese modesto nivel de vida fuera de su alcance
“Bajaron los salarios para subir las acciones -cantan a dúo Reich y el portero de la escuela-, cortaron la torta y se quedaron con todas las porciones, los impuestos benefician a los más ricos y nunca al hombre común”, lo que llevó, se lamentan en medio del musical, al final de la clase media.
Reich, obviamente, se ubica en el costado progresista del análisis económico y político. De hecho está al frente de una productora, Inequality Media, dedicada a producir contenidos sobre la creciente desigualdad de clase entre los norteamericanos.
Pero este capítulo de los Simpsons no salió de la nada. Está basado en un artículo de diciembre del 2020 de la revista The Atlantic, donde la reportera Dani Alexis Ryskamp asegura que una vida como la de los Simpson “ya no es posible” y que “la familia disfuncional más famosa de la televisión de la década de 1990 disfrutó, según los estándares actuales, de una existencia segura casi de ensueño”.
En la estereotípica Springfield de principios de los años ‘90, Homero, apenas un graduado de escuela secundaria con respaldo sindical en la planta de energía nuclear “requería poca habilidad técnica, mantenía a una familia de cinco: una casa, un automóvil, comida, citas regulares con el médico y dinero de sobra suficiente para una gran cantidad de cerveza en el bar local eran posibles con un solo salario de clase trabajadora”, apunta el artículo.
Aquel estilo de vida, rememora, “no era fantástico en lo más mínimo; nada, por ejemplo, como los ridículamente grandes apartamentos de Manhattan” de la serie “Friends”. Por el contrario, “los Simpson solían ser bastante comunes: se parecían mucho a mi familia de clase trabajadora de Michigan en la década de 1990”, señala la autora.
Ryskamp destaca también que, en un episodio de 1996, “Much Apu About Nothing”, en los dibujos animados se puede ver el cheque del sueldo de Homero, que ganaba 479,60 dólares por semana, lo que hacía un ingreso anual de 25.000 dólares, bastante similar a lo que la reportera recuerda que eran los salarios de sus padres, y montos suficientes como para -por ejemplo- pagar hipotecas y acceder a una vivienda propia cada uno cuando se divorciaron.
Ajustado por la inflación, calcula Ryskamp, el ingreso de Homero de 25.000 dólares en 1996 “sería de aproximadamente 42.000 hoy”, bastante más abajo del ingreso promedio de los hogares de Estados Unidos en el 2019, que llegaba a los 68.703 dólares anuales.
“Pero, aparte del salario, el mundo para alguien como Homero Simpson es mucho menos seguro”, dice el artículo de The Atlantic. “La afiliación sindical, que protege los salarios y beneficios de millones de trabajadores en puestos como el de Homero, cayó del 14,5 por ciento en 1996 al 10,3 por ciento en la actualidad” en Estados Unidos. “Con esa disminución vino la pérdida de la seguridad de los ingresos y muchos beneficios garantizados, incluidos los seguros de salud y los planes de pensiones”.
“Además, el poder adquisitivo del sueldo de Homero se ha reducido drásticamente. La casa promedio cuesta 2,4 veces lo que costaba a mediados de los ‘90. Los gastos de atención médica para una persona triplican lo que eran hace 25 años. La matrícula promedio para una carrera universitaria de cuatro años es 1,8 veces mayor que la de entonces. En el mundo de hoy, Marge también tendría que conseguir un trabajo. Pero incluso entonces, tendrían que lucharla. La inflación y el estancamiento de los salarios han llevado a un aumento de los hogares con dos ingresos, pero a una erosión de la estabilidad económica de las personas que los ocupan”, se lee en The Atlantic.
“Cuando Los Simpson se emitió por primera vez, pocos habrían predicho que los estadounidenses eventualmente encontrarían la vida de la familia fuera de su alcance. Pero para muchos de nosotros ahora, lo es”, concluye la reportera.
¿Y por casa?
Una revisión parecida se podría hacer en Argentina mirando a la vida cotidiana representada en programas televisivos de décadas pasadas y haciendo comparaciones. Pero mejor es observar los números. Un reporte de setiembre de este año del portal iProfesional indicaba que en el 2012 se necesitaban 28,65 salarios mínimos para comprar un automóvil del modelo Palio Essence, al que se accedía con 34,25 sueldos en el 2017. En la actualidad, apunta el informe, hacen falta 62,29 salarios mínimos para adquirir ese vehículo.
Por su lado, los investigadores Juan Kornblihtt y Tamara Seiffer señalaban en entrevistas publicadas en el 2014 que, en pesos equivalentes a los del 2013, el salario promedio de los trabajadores argentinos, considerando tanto los privados como los públicos, registrados y no registrados, era en ese momento equivalente al 52 por ciento del mismo indicador de 1975.
Un automóvil que se podía comprar en el 2012 en Argentina con 28,65 salarios mínimos exigía en el 2017 cerca de 34,25 sueldos de ese nivel
Lo que significa que, si en 1975 un empleado ganaba 100 pesos, en el 2013 ese salario equivalía, en términos de poder de compra, a 52,64 pesos de marzo de ese último año.
Hablando en agosto último sobre los desbarajustes inflacionarios de este año, el consultor especializado en temas de consumo y sociedad Guillermo Oliveto ponía la historia en lo que se puede considerar una perspectiva Simpson y ubicaba el comienzo de esta gran crisis de la calidad de vida argentina temporalmente cerca de la de los habitantes de Springfield.
Durante una entrevista, Oliveto dijo que la movilidad descendente de la clase media nacional tiene un “arrastre” desde finales de los ‘90, reforzada con la debacle de 2001-2002. “Hablamos de gente que estaba en lo que hoy definimos como clase media alta y cayó y no se pudo volver a recuperar y pasó a una clase media baja que hoy es la mayoritaria, con 28 por ciento de hogares contra 17 por ciento, que viven en la restricción y tiene una gran tensión entre lo que quiere y lo que puede”, resumió el consultor.
Made in England
Aunque elaborado a partir de otros indicadores, un reporte de la agencia Europa Press de mediados de este mes de noviembre presentaba un panorama inquietante en Gran Bretaña. “Los hogares de Reino Unido sufrirán una caída récord de la renta disponible en los próximos años, según las estimaciones de la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR), que advierte de que la crisis borrará los últimos ocho años de crecimiento de la riqueza de las familias, que en 2028 seguirá por debajo de los niveles previos a la pandemia” de coronavirus, señaló.
El organismo dijo esperar que el PIB británico “se contraerá un 1,4 por ciento el próximo año”. Como la inflación alcanzó “niveles récord de los últimos 41 años”, la oficina estimó que “los ingresos reales disponibles” de los ciudadanos del Reino Unido “bajarán un 4,3 por ciento en el año fiscal 2022-23, lo que sería el mayor descenso desde que comenzaron los registros en el ejercicio 1956-57”.
“A esta contracción récord de la renta disponible de los hogares en el ejercicio en curso seguiría la segunda mayor caída de toda la serie histórica en el periodo 2023-24, con un retroceso del 2,8 por ciento”, completó Europa Press.
Junto con la calidad de vida, cae también el recuento espermático en todo el mundo
Sugestivamente, la caída de la calidad de vida entre enormes segmentos de la población mundial está siendo acompañada por un dramático descenso del recuento espermático en todo el planeta. ¿Será causalidad que algunos expertos señalan entre las causas de este fenómeno a nuevas epidemias como el estrés y la obesidad y a los crecientes problemas de contaminación y medio ambiente?
Investigadores de Israel, Estados Unidos, Dinamarca, Brasil y España, liderados por el profesor Hagai Levine, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, y la profesora Shanna Swan, de la Icahn School of Medicine, publicaron el primer meta-análisis que muestra una disminución de los recuentos espermáticos entre varones de América Central y del Sur, Asia y África
De manera alarmante, el estudio también muestra que el decrecimiento del recuento espermático en América de Norte, Europa y Australia -ya reportado por este grupo de expertos en el 2017- continua e incluso se aceleró en los últimos años.
La concentración espermática no es sólo un indicador de la fertilidad masculina; también es un indicador el estado de salud de los varones, con niveles bajos asociados con un incremento del riesgo de enfermedades crónicas, cáncer testicular y una merma en la esperanza de vida.
Los autores señalan que la disminución refleja una crisis global relacionada con nuestro actual medioambiente y estilo de vida, con amplias implicaciones para la supervivencia de la especie humana.
Este último estudio, con datos de 53 países, se publicó en la revista Human Reproduction Update. El trabajo incluye siete años adicionales de recopilación de datos (2011-2018), y se centra en las tendencias en recuentos espermáticos entre varones de regiones no previamente revisadas, específicamente América del Sur, Asia y África.
Los datos muestran, por primera vez, que los varones de estas regiones comparten la merma significativa en su recuento espermático total (TSC, por su sigla en inglés) y concentración espermática (SC) observada previamente en América del Norte, Europa y Australia.
Además, este estudio muestra una declinación posterior al año 2000 globalmente acelerada en ambos parámetros (TSC y SC).
Epidemias de estos tiempos, como el estrés y la obesidad, también se ubican detrás de este fenómeno que “amenaza la supervencia de la humanidad”
“En general -señaló Levine-, estamos viendo una disminución mundial significativa de los recuentos espermáticos de más del 50 por ciento en los últimos 46 años, una disminución que se aceleró en los últimos años”.
Aunque el trabajo actual no analiza las causas del declive espermático observado, Levine señaló que investigaciones recientes indican que las alteraciones en el desarrollo del tracto reproductivo durante la vida fetal están relacionadas con una afectación de la fertilidad durante la vida adulta, así como con otros marcadores de disfunción reproductiva.
Levine explicó que, además, “ciertos hábitos de vida y los compuestos químicos en el medio ambiente están afectando adversamente el desarrollo fetal”.
Otros investigadores vienen señalando desde hace tiempo que la caída de la calidad de vida de las clases medias en Occidente estarían acelerando también esta caída en el recuento de espermatozoides.
Nuevas epidemias como la obesidad o el estrés, por ejemplo, son a menudo colocadas en el banquillo de los culpables de este problema.
Si bien los mecanismos por los cuales el estrés afecta la calidad del semen aún no se comprenden completamente, algunos investigadores dicen que puede provocar la liberación de hormonas esteroides, como los glucocorticoides.
Esos esteroides, señala un artículo del portal News-Medical.net, pueden disminuir los niveles de testosterona y la producción de esperma. “El estrés oxidativo es otra posibilidad y se ha descubierto que afecta negativamente la calidad y la fertilidad del semen y los espermatozoides”, apuntó.
“El tiempo se está acabando”, advirtió el académico. “Nuestros hallazgos sirven como el canario en la mina de carbón”, añadió, apelando a la conocida metáfora.
“Tenemos un problema serio en nuestras manos que, si no se mitiga, podría amenazar la supervivencia de la humanidad. Hacemos un llamamiento urgente para la acción global con el fin de promover medio ambientes más saludables para todas las especies y reducir las exposiciones y conductas que amenazan nuestra salud reproductiva”, apeló el científico.
La profesora Swan agregó que los recuentos espermáticos bajos no sólo afectan a la fertilidad de los varones, sino que también tienen importantes consecuencias para la salud masculina en general, y están relacionados con otras tendencias adversas, denominadas genéricamente síndrome de disgenesia testicular.
“El inquietante declive en los recuentos y la concentración espermática de más del 1% por año mostrados en nuestro trabajo son consistentes con las tendencias adversas en otras patologías del varón, tales como el cáncer testicular, las alteraciones hormonales y los defectos congénitos genitales, así como la merma en la salud reproductiva de la mujer”, concluyó.
Publicado originalmente en IsraelEconomico