ECONOMIA
Mercosur - Unión Europea

"Si nos ponemos dogmáticos, solo haremos helados de soja"

Javier Madanes Quintanilla, dueño de la firma de neumáticos Fate y la fábrica de aluminio Aluar, llama a no nublarse con el tratado de libre comercio.

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Madanes Quintanilla. “Mientras hablamos de esto, tenemos el crédito trabado”, advierte el dueño de Fate y Aluar respecto de la situación actual. | cedoc

—¿Cuál es su primera reacción ante el anuncio de acuerdo del Mercosur con la Unión Europea?

—Todavía estamos muy lejos de hablar de acuerdo. Por ahora es un anuncio político de intenciones. Queda mucho por recorrer tanto en Europa como en el Mercosur. Las cosas no necesariamente son buenas o malas en sí mismas. Depende de cómo esto se trabaje. Las conclusiones habrá que sacarlas más adelante.

—¿Le ve algo positivo?

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—La parte positiva que le veo es que nos obliga a pensar en qué hay que volcar los esfuerzos y qué temas tenemos que subsanar para mejorar nuestras condiciones de competitividad y de creación de empleo. Es un buen inicio. Pero nosotros tenemos que hacer un trabajo profundo, que nos va a llevar tiempo. La Argentina tiene muchas restricciones y es un país que progresivamente ha ido perdiendo competitividad. Aun en sectores con mejores condiciones o con ventajas comparativas: es el país de las vacas donde los tambos suelen no andar bien. No se trata de dar un salto al vacío porque pensemos que por firmar un acuerdo vamos a entrar a la nueva economía y la Argentina va a ser un nuevo Israel. La Argentina requiere un trabajo muy muy profundo, y ojalá eso lo veamos en los gobiernos a los que le vaya tocando recorrer este camino.

—¿Y qué lo preocupa?

—Nosotros hemos tenido una experiencia bastante traumática en Mercosur. Llevamos muchos años en un barco que no encuentra un rumbo. Y claramente en el Mercosur, en los sectores en que a nosotros nos toca operar, hay asimetrías muy profundas. Si nos sirve como experiencia para que un acuerdo como el que se está hablando no repita ese tipo de errores, bienvenido sea. Las cosas tienen que ser simétricas. No podemos pensar que mágicamente por aplicar aranceles cero, eso va a traer aparejada una mejora en el nivel de empleo o un flujo de inversiones. Si pensamos de esa manera, nos equivocamos. El primer paso es ver las asimetrías que tenemos y corregirlas. El diagnóstico de base es que antes tenemos que hacer deberes internos que son complejos, de un nivel de profundidad muy fuerte, y recién ahí esto va a poder tener un resultado.

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—¿Cuáles son los riesgos?

Si se mantienen las asimetrías, lo veo peligroso. Es una oportunidad, sí. Cuando decís que podés incorporar un equipo con un menor costo porque lo podés comprar a menor arancel para una inversión para un mercado, está fenómeno. Pero ¿qué mercado interno vamos teniendo mientras tanto? ¿Qué competitividad de costos vamos teniendo? A mí me preocupa mucho que nos nuble la visión, que parezca que por tener ahí adelante un mercado de 700 millones de habitantes nos sacamos el billete de lotería. Si lo vemos como algo muy beneficioso en cualquier condición, corremos el riesgo de ir a un país muy precarizado. Tiene que haber empleo que se cree en el sector privado, algo que en los últimos años no está ocurriendo. Tenemos que lograr un sistema crediticio para la actividad productiva posible. Mientras hablamos de esto convivimos con un crédito externo al sector privado muy trabado, y el crédito interno verá lo que es financiarse hoy sin un gran patrimonio con el sistema financiero local.

—¿Qué perspectivas abriría el acuerdo para sus sectores, como el aluminio o los neumáticos?

—No le tengo un temor directo si entendemos que tenemos que corregir algunas cosas. Ahora, si me decís que vamos a estar compitiendo con los costos argentinos contra costos de países que han limado mucho sus improductividades, eso me preocupa. No tengo un temor particular a la UE. Tenés ahí países en Europa del Este que se especializan en bienes de capital. Países como España que migraron más al sector informático. Necesitamos tener condiciones que te coloquen en un plano de igualdad: si pongo un cartel de promoción en Chivilcoy con un retroactivo de 3 millones de pesos y un impuesto de 50 mil pesos por mes mientras un señor en el Microcentro con tres empleados triangula containers, me preocupa.

—¿Cree que el acuerdo definirá qué sectores son viables y cuáles no lo son, como se plantea desde algunos sectores?

—Esa terminología me parece temeraria. No se puede entrar en este análisis con prejuicios. Hay gente que gestiona mejor y gente que gestiona peor. Hay países como Israel que se hicieron desde el desierto, y hoy compiten a la par de los países más eficientes del mundo. Lo de viable o inviable depende de lo que le pongas y la capacitación. No podés hacer de todo en un país, tenemos que especializarnos. Ahora, si nos colocamos en una posición dogmática de que esto sirve o esto no sirve, lo único que vamos a poder hacer son helados de soja. Sería cuidadoso de no mandar al matadero a priori a ningún sector. Eso lo vas corrigiendo direccionando las inversiones a los sectores que podés volver…

—¿Podría desaparecer, por ejemplo, la industria automotriz a mediano plazo?

—Es cierto que la Argentina no se integró para fabricar vehículos. Cuando tenés una integración del 20% de insumos nacionales, parece un disparate tener una industria automotriz fuerte. Pero a priori no mandaría al cadalso a la industria automotriz, trataría de entender por qué se generó este monstruo. En los años 70 Fate tenía una división electrónica que ocupaba 1.400 personas, donde toda la gerencia provenía de la universidad de Ciencias Exactas. Como actividad, estaba por delante de países como Brasil o México. Apuntaba a un futuro muy exitoso.

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—¿Y qué pasó?

—De repente un día se abrieron las importaciones y se armó la famosa promoción de Tierra del Fuego. Nosotros no entramos. Los que entraron dejaron de desarrollar tecnología local y se convirtieron en ensambladores en un programa que se extendió por cincuenta años y recién ahora se está desmantelando. No es que la Argentina no pueda desarrollarse en el campo de la informática, pero tengamos cuidado. Es posible que en el tiempo haya que desinvertir en el sector automotor, pero hay que tener cuidado porque si afeitás te quedás con poco.

—¿Lo mismo corre para el sector textil?

—Ahí entra el tema de las asimetrías. Uno escucha que es absurdo en la Argentina tener industria textil porque podés traer barato de Bangladesh. Es cierto. Pero, ¿las reglas de juego son simétricas? ¿Estás condenando a alguien cuando las condiciones que le ponés no son las mismas? Me da miedo muchas veces que estemos matando a sectores antes de analizar los temas. Cerrar una actividad es bastante fácil, y generarla es muy difícil. Y 45 millones de habitantes no es un pueblito. Es un país con muchas bocas que alimentar.