EDUCACIóN
Entrevista

Fake news, trolls y otros encantos: el nuevo libro de Calvo y Aruguete

Las redes sociales nos apasionan. Es decir que nuestra experiencia como usuarios recorre desde el amor hacia ellas hasta el odio. Espantados de la soledad del mundo moderno, la compañía –o por lo menos la sensación de la misma- es uno de los elementos que las vuelven tan seductoras. Sin embargo, a pesar de su multiplicación, el ideal de informarnos con pluralidad de voces parece una utopía lejos de cumplirse y asediada de polarización, fake news y trolls.

Nuevo libro Aruguete y Calvo
| Editorial Siglo XXI

El Suplemento Educación entrevistó al doctor en Ciencia Política por la Universidad de
Northwestern y profesor en la Universidad de Maryland-College, Ernesto Calvo y a la
doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de Quilmes e investigadora
del Conicet, Natalia Arugete para recorrer junto a ellos su nuevo libro “Fake news,
trolls y otros encantos. Cómo funcionan (para bien y para mal) las redes sociales” (Siglo
XXI).


Como se explica en “Fake news, trolls y otros encantos” (Siglo XXI) existe una tensión
en los usuarios de redes sociales entre querer estar en ellas, pero a la vez en
detestarlas. Cuando uno entra a redes como Twitter, Facebook o Instagram está
cediendo su derecho a la privacidad ya que las fotos o el contenido que subimos
llegan, potencialmente a todos. ¿Qué es lo que hace que no podamos salir de las
redes? ¿Qué las vuelve tan atractivas?


Ernesto Calvo: En una encuesta que realizamos en estos días, midiendo el consumo de
redes sociales, un 36% de los encuestados indicó que se conectaba para mantenerse
informado o porque quería hablar de política en tanto que un 41% lo hacía para saber
lo que hacen sus amigos y sus familias. El resto lo hizo porque estaba aburrido entre
otras opciones de menor peso. Es decir, el principal motivo para conectarnos es social
y el segundo es cognitivo. Participar en las redes nos permite estar socialmente
acompañados, a las 12 del mediodía y también a las 2 de la mañana, lo cual es
placentero. Al mismo tiempo, la socialización a las que nos somete tiene mecanismos
de manipulación y violencia que son distintas a las que caracterizan a los encuentros
cara a cara. Ello describe no solo la manipulación y violencia que recibimos sino
también la que ejercemos.

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En los últimos años los usuarios se están informando cada vez más con las redes
sociales, pero a diferencia de lo que pasa con los medios tradicionales, pareciera que
“nadie” regula el contenido que nos llega en las redes. ¿Quién establece la agenda en
las redes? ¿Existe una especie de “Diario de Yrigoyen” del siglo XXI, en el que cada
uno lee lo que quiere leer?

Natalia Aruguete: Las redes sociales están muy lejos de prometer una esperanza
renovada de pluralismo comunicacional. Ningún usuario, por mucho poder que
detente, puede acceder a todo el contenido que circula. Ese acceso limitado es
administrado por algoritmos que procesan gran cantidad de piezas de información y
seleccionan aquellas que más se ajustan a nuestras preferencias y describen nuestras
creencias. La pregunta sobre el establecimiento de la agenda apunta a la brecha entre
la oferta y consumo de noticias, que hoy toma una forma distinta: aquellos contenidos
que no se consumen no circulan. La actual brecha de las noticias varía según la región
de la red —o la “burbuja de filtro”— que estemos analizando, y responde a las
decisiones de los usuarios relativas al tipo de mensajes que comparten, los temas
sobre los que discuten y los encuadres que definen situaciones. En esas zonas de las
redes, en efecto, cada usuario recibe su Diario de Yrigoyen. Alberga una versión
aumentada de lo que expresa en su perfil, de los mensajes que suele “gustar” y de los
mensajes que va expresando en su recorrido por una comunidad virtual en la que
“todos son mayoría”.


Los políticos suelen decir que no utilizan trolls. En definitiva, y como se solía decir de
las brujas, “no existen, pero que los hay los hay” ¿Existen los trolls? ¿A qué se
dedican? ¿Consideran que son efectivos?


NA: Un troll es un usuario —puede ser un usuario fake o no—, que ataca y confronta
con otros, con la intención de mostrar poder: acosar, intimidar y, de esa forma, vaciar
de contenido la arena de discusión. Los ataques virtuales no necesariamente son
ejercidos por usuarios no verificados, también hay dirigentes políticos muy instalados y
celebrities mediáticas, entre otros, que se dedican a enlodar el espacio político. Trump
es un buen ejemplo, pero también tenemos ejemplos vernáculos elocuentes. El ataque
en redes puede ser muy efectivo cuando la conversación se ha polarizado. En esas
ocasiones, la estrategia de fake news —que la distinguimos de las noticias falsas,
donde el foco está puesto en la falta de verificación involuntaria sobre el contenido—
puede tener acogida en aquellas comunidades que, mediante esos discursos,
confirman sus cosmovisiones y valores. Esa acogida es posible gracias a la resonancia
cultural que esa fake news, así como cualquier otro tipo de mensajes, mantiene con el
“mundo de la vida” dominantes en esa comunidad.


¿En qué medida podríamos decir que las redes se alimentan de emociones negativas
(odio, miedo, etc.) y positivas (alegría, esperanza, etc.)?


NA: Cuando hablamos de polarización no aludimos a la posición de las personas
alrededor de los asuntos o de determinadas decisiones políticas, que una persona
toma después de un análisis racional exhaustivo. La polarización afectiva se refiere a
cómo los discursos nos interpelan emocionalmente, cómo afectan nuestros odios,
aunque también nuestras alegrías y en qué medida inducen nuestras tristezas. A
menudo, nuestra reacción en las redes responde a las emociones que nos despiertan
determinados mensajes. Odiamos las redes porque son espacios de propagación de

mensajes de odios, de intolerancias y de operaciones políticas, las odiamos porque el
flujo discursivo nos afecta emocionalmente. Y sin embargo, esos mismos sentimientos
nos impiden salir de ellas.


SE: La polarización no es un fenómeno nuevo, ya que solo en la política argentina nos
acompaña desde tiempos coloniales. ¿Qué es lo novedoso de la polarización en
tiempos de redes sociales? ¿Puede existir redes sociales sin polarización?


NA: En efecto la polarización no es nueva. Lo novedoso en las redes es que se conjugan
la velocidad en los mensajes que son circulados, la capacidad de propagación de
discursos que calan hondo en ciertas comunidades por la coherencia que mantienen
con la percepción del mundo que habita esa comunidad. Ahora bien, esa reacción
subjetiva es consolidada por la dinámica estructural de las redes sociales. Tal como
mostramos en el libro a través del análisis de diversos eventos políticos ocurridos en
Argentina, Brasil y Estados Unidos, las burbujas de información muestran que los
individuos no solo procesan los mensajes guiados por sus prioridades ideológicas y sus
intereses conscientes, sino que forman vínculos con sus pares en línea movidos por la
dinámica topológica de las redes sociales. Concretamente, los filtros personalizados de
los algoritmos virtuales seleccionan los mensajes y los distribuyen atendiendo a la
medida de las preferencias de cada usuario.


En “Fake news, trolls y otros encantos” (Siglo XXI) mencionan algunos eventos que
fueron muy trascendentales para la opinión pública en el país como el caso
Maldonado, Ni una Menos, Aborto legal, entre otros. ¿Cuáles son las conclusiones de
analizar esos episodios mirando las redes?


EC: Al analizar estos distintos episodios, tratamos de ejemplificar casos en los que las
redes sociales se ven polarizadas y casos en los cuales existe mayor consenso y menor
violencia. Las conexiones que observamos en las redes sociales tienden a ser estables,
dado que nosotros pocas veces cambiamos de amigos. Por tanto, el “cableado” de las
redes es siempre relativamente similar. Sin embargo, hay procesos políticos en los que
la interacción ENTRE comunidades casi desaparece, como en Maldonado, y hay otros
en que estas interacciones entre comunidades son frecuentes, como en NiUnaMenos.
La pregunta es porque algunas formas de activación de la red son polarizantes y otras
no. La primera parte del libro está dedicada a entender este problema, mostrando
como los vacíos informativos (como completamos la frase) puede estar polarizada o
no. Si vemos un tuit de C5N que dice “Otra vez Peronismo!” y lo comparamos con un
tuit de TodoNoticias que dice “Otra vez Peronismo!”, la misma frase es interpretada
como positiva en C5N y como negativa en TodoNoticias. Eso se debe a que los vacíos
informativos (lo que no “leemos”) es llenado con información auxiliar como, por
ejemplo, la posición en otras noticias que fueron expresadas por C5N y por
TodoNoticias. En cambio, si ambos medios dicen: “Otra vez el aborto en discusión!”, la
información previa que tenemos sobre ambos medios no nos permite completar la
frase. Esto ocurre porque hay temas (“issues”) que no operan en la misma dimensión
ideológica. Y así como no todo vacío informativo es llenado con contenido político, no

toda narrativa que proponen las autoridades de una red --por ejemplo, Trump entre
los Republicanos-- es igualmente aceptable para su comunidad de pertenencia. En el
libro, mostramos el tipo de contenidos, y el tipo de autoridades, que explican que la
red pueda estar polarizada o no polarizada al activar contenidos sobre distintos temas.


SE: Si tuvieran que advertirle o recomendarle qué hacer a un político y a una persona
común sobre las redes, las fake news y los trolls, ¿qué le anticiparían a cada uno de
ellos?


El problema de los trolls en las redes sociales no son los ataques sueltos, individuales,
sino las formas coordinadas de la violencia. Muchas veces hemos recibido pedidos
para analizar porque un colega periodista, un investigador o un político es atacado “en
manada” por decenas o cientos de cuentas al mismo tiempo. Estas formas organizadas
de la violencia, en su gran mayoría, no son respuestas individuales a un mensaje
impropio, sino formas organizadas de intervención política cuyo objetivo es “expulsar”
a los usuarios de la red. Después de cada uno de estos ataques, las víctimas reducen su
actividad, se privatizan, pensando que en algún lugar ellos son responsables por el tipo
de reacción violenta de estos grupos de usuarios. La respuesta en estos casos empieza
por no responder a esos ataques, dado que cada respuesta aumenta la visibilidad de
los trolls. Hay que empezar por responsabilizar a las plataformas, utilizando las
opciones de bloquear y de reporte contra las cuentas que ejercen esta violencia,
sentando precedentes que eventualmente terminan en la suspensión. Cuanta más
gente bloquea las operaciones políticas, más limitaciones tienen esas cuentas para
propagar sus mensajes. Bloquear a las formas de violencia verbal en redes no es
cercenar la libertad de expresión, sino ejercer un acto de defensa de acciones
comunicativas democráticas. No hay que “responder” a los actos de violencia en tuits,
sino con herramientas para proteger al espacio comunicativo de esos actos de
violencia. De allí la expresión “No alimente trolls”, dado que el espacio comunicacional
de los trolls se agranda si les contestamos, porque quedan incorporados a la discusión
cuando en realidad debe protegerse el espacio comunicativo de estas intervenciones.
La respuesta del troll posiblemente sea un insulto acompañado de una chicana, del
estilo de “Mira que mierda que sos que no aceptas ideas que son distintas de las
tuyas”. No hay que pisar el palito, el troll no está interesado en una discusión
democrática y tampoco es cierto que uno tiene que tener discusiones democráticas
con cualquier persona que se planta con un garrote enfrente tuyo.


*Politólogo, sociólogo, docente e investigador (UBA) @leandro_bruni