El empresario, como todo ser humano al fin, no determinó la fecha de su partida. Pero Alberto Weiner Heinz Roemmers sí organizó qué quería que su familia hiciera a los pocos días de su muerte: una comida donde, sobre todo, se celebre la vida. Y su voluntad finalmente se cumplió a cuatro días de su fallecimiento, que fue el pasado lunes 15 de agosto.
Así terminó la semana que había comenzado con la noticia de su muerte el lunes, seguida por un velorio muy de bajo perfil en su propia casa, y para dar tiempo a que dos de sus hijos –Pablo y Alejandro– regresaran a Argentina, el entierro se realizó el miércoles con un responso algo más amplio, para cerrar esa despedida definitiva, en el espacio que la comunidad alemana tiene en un sector del predio del Cementerio de la Chacarita.
Los detalles de la "comida del adiós"
Finalmente, el viernes, en el Hotel Alvear se realizó la comida que Alberto Roemmers había organizado con lujo detalles antes de morir. Las invitaciones las envió la “Familia Roemmers” (foto), pero toda la puesta en escena siguió los lineamientos establecidos por el empresario con el dueño del hotel. Entre esas especificaciones estaban la de que todo se mantuviera en secreto. De hecho a varios de los convocados los tomó por sorpresa dicho convite, pero pasaron de la duda a la confirmación con rapidez. Entre ellos, Lili Sielecki, Bettina Bulgheroni –sin Alejandro que está en reposo por una operación–, Fernán Saguier, Marcelo Figueiras y María Laura Leguizamón, Bruno Barbier y cuatro sacerdotes amigos de la familia.
La cita en el Alvear Palace era a las siete de la tarde, y el salón que veinticuatro horas antes había sido colmado por empresarios, algunos políticos, embajadores y varios operadores que participaron de la primera reunión presencial pospandemia del Council of Americas, había “recuperado” el aspecto para el que había creado, una celebración, muy particular por cierto. Allí, cuando la familia acompañó el ánimo que, se daba ya por descontado, había movido a Alberto Roemmers a organizar esa comida con “la presencia de su ausencia”, algunos invitados preguntaron sobre el evento propiamente dicho. Y sobre todo, los tres hijos del empresario –Alberto, Alejandro y Pablo–, contaban más o menos lo mismo. Esto es, que su padre había querido celebrar la vida y que se invitara a todos los amigos cercanos de la familia en el sentido más amplio. Es decir, a los amigos de él y de su mujer Hebe Colman; a los de los tres hijos mencionados, y a algunas personas especiales de Laboratorios Roemmers, a los de estricta confianza.
Una sola marca de champagne y ningún video ni discurso
Con respecto a la recepción propiamente dicha, quiso que se vea sobria, elegante pero no ostentosa, y con un menú variado. Al principio, un poco de salmón tipo sushi y otras variantes que el Alvear suele ofrecer en su famoso sunday brunch, después un lomo Strogonoff, postres varios, y sólo champaña Veuve Clicquot. También dejó estipulada qué música en vivo se pasaría durante la comida: valses vieneses, Mozart, y algunos fragmentos que a él le gustaban como el Intermezzo de la Cavalleria Rusticana, todas interpretadas por músicos en el salón mismo, y por un pianista que a veces iba a tocar a su casa y que a él le gustaba. Y pidió que no se leyera nada sobre él ni se proyectara video alguno. Lo único que sí hubo fue una foto suya junto a su mujer, y un libro de visitas para dejar un mensaje o una reflexión.