Noche de ronda: José Mujica y su embajador en milonga porteña. No estaba prevista una salida nocturna en la agenda acotada que tenía preparada para su visita a Buenos Aires. José Mujica cruzó a esta ciudad invitado por Cristina Kirchner para acompañar el agasajo a Vladimir Putin. La idea del mandatario uruguayo era regresar a Montevideo el sábado a media tarde. Pero como no había volado ni en el avión ni en el helicóptero que suele trasladarlo a esta ciudad, la opción de regresar en auto vía Fray Bentos o vía Colonia –Buquebus mediante– no estaba en sus planes. Tampoco en los del embajador uruguayo Guillermo Pomi Barriola. El fervor prefinal del Mundial se sentía en las calles porteñas y Mujica lo percibió en el encuentro con los funcionarios argentinos. Incluso el personal de la residencia del embajador estaba con ganas de triunfo. Por su parte, Pomi Barriola había decorado –como en el Mundial 2010– el frente de la mansión con banderas albicelestes en apoyo a la Selección. Así que el embajador hizo un par de llamadas y fue Hernán Lombardi quien le dio las coordenadas para el lugar que buscaba el “dúo uruguayo”, una milonga no para extranjeros sino donde se bailara el tango “de verdad”. Así, ambos cayeron en El Beso, un tradicional reducto porteño ubicado en Riobamba y Corrientes, sin ventanas a la calle y con una pista “popular” de tango. Arriesgados por sentirse “como en casa”, Barriola y Mujica llegaron solos, sin custodia. Por eso, fue después de varios minutos que la gente se dio cuenta de quién era el que estaba observando con tanta atención a los milongueros, ubicado en una mesa donde se dispuso una picada y, como única bebida –y a discreción–, whisky. En general, los habitués de El Beso son discretos cuando hay espectadores famosos en el lugar. Pero bastó que una mujer rompiera el hielo e invitara a bailar a Mujica para que durante su permanencia en la milonga fueran varias las que, sin éxito, intentaran convencerlo de ingresar a la pista. El mandatario se excusó pero aclaró que no era porque no supiera bailarlo. A lo que no se negó, e incluso sonrió, fue a las famosas selfies –autorretratos–, la moda del presente que no distingue edades. En un punto, se sintió sorprendido de lo que generaba entre los milongueros. Pero la que le sacó una gran sonrisa fue una pareja que, alrededor de la medianoche, se acercó a la mesa y le dijo que tenía que mudarse de domicilio para presentarse en una lista kirchnerista porque “sería de gran ayuda para Cristina”. A eso de las 2 de la madrugada, el “dúo uruguayo” se retiró. Y al día siguiente, por vía marítima, Mujica regresó a Montevideo.
Festejo. Jean-Michel Casa tuvo su primera celebración patria en Buenos Aires. El embajador francés abrió la renovada sede diplomática –cuya restauración había iniciado su antecesor, Jean-Pierre Asvazadourian– en dos tandas: las primeras dos horas para políticos, empresarios y colegas; luego, para miembros de la comunidad gala. Con la pierna accidentada, Casa igualmente pasó la mayor parte del tiempo de pie y con una muleta. Su discurso fue amable, y hubo dos partes que al Gobierno deben haberle caído muy bien: una, que están preparando la visita de François Hollande para 2015; la segunda, que esperan una solución favorable en proceso contra los fondos buitre. Al respecto mencionó que Francia había intervenido dos veces en ese asunto. El resto de sus palabras exaltaron el sentimiento de amistad que mantienen ambas naciones, que se manifiesta en hechos como que Argentina es el tercer “proveedor de turistas” a su país o que, actualmente, son mil los franceses que estudian en universidades locales.
Nuevo adios. El rumor sobre el alejamiento de Eduardo Amadeo del massismo circuló no hace mucho, pero como hacía dos meses que se había incorporado, parecía una operación. Incluso en el festejo del 4 de julio en la embajada de Estados Unidos, había negado su partida a un cronista de PERFIL. Pero finalmente Amadeo se sumó a la lista de adioses que incluyó hace unas semanas el ex fiscal Pablo Lanusse, quien casualmente renunció al equipo de Massa a dos meses de su incorporación.
Rédito televisivo. La agresión verbal sufrida por el legislador porteño Pablo Arenaza por parte del empresario teatral Ariel Diwan en Intratables tuvo su rédito. Primero, lo defendieron dos kirchneristas: Braga Menéndez y Diego Brancatelli. Segundo, lo vieron más personas que si le hubieran dedicado un programa en TN.
Salvoconducto. El encuentro tuvo un final deseado y uno inesperado. Bernhard Graf von Waldersee, embajador alemán en Argentina, compartió espacio en una pizzería del centro porteño –La Muzza Inspiradora– con compatriotas para ver allí el último partido del Mundial y, en caso de ganar Argentina, experimentar in situ cómo es eso de que “la alegría no es sólo brasileña”. Es decir, quería ver en vivo la pasión argentina por la Selección. Pero la victoria de su país tuvo una consecuencia inesperada: ubicado fuera de la pizzería, un grupo de porteños alterados por el festejo alemán hizo peligrosa la situación y la policía intervino para facilitar un “salvoconducto” al diplomático.
Belle epoque. Mientras espera que algún espacio político acepte su nombre, Archibaldo Lanús está de hedonista gira por Europa, donde revive su belle époque gracias a los agasajos que le brindan amistades cultivadas durante su paso por la embajada argentina en París en los 90. En uno de esos convites con mesas ocupadas por integrantes del blue book europeo, coincidió con Alberto de Mónaco. Por entonces, Argentina se aprestaba a jugar contra Holanda y, según relató Lanús en un correo, el príncipe le insinuó que prefería la victoria albiceleste porque Sergio Romero era arquero del AS Monaco.
Porstergación. Invitado por Rattazzi, Reutemann pensaba hoy correr los 200 Kilómetros de Buenos Aires después de tres décadas de no hacerlo como deportista. Pero lo pensó mejor y postergó su “regreso” a las pistas: mejor evitar bromas en casi de que saliera segundo.