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Alberto: aprobado en salud, reprobado en economía

Radiografía social de una comunidad en cuarentena. Para los especialistas de la Universidad de San Andrés, la gestión de la crisis sigue contando con la simpatía de la sociedad, aunque cada vez es mayor la incertidumbre sobre el futuro.

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Fernández. El tratamiento de la cuestión del coronavirus aumentó sus niveles de popularidad. Pero deberá consolidarlos. | cedoc

La pandemia desatada por el virus SARS-Cov-2, originalmente detectado en China, tiene una magnitud sin precedentes. Es cierto que ha habido pandemias globales con anterioridad, como la tan citada gripe española, el virus del ébola, la gripe aviar o la porcina. Incluso hace muy poco tiempo, en 2009, también la expansión del virus H1N1 nos mantuvo en guardia durante semanas. No obstante, todos concuerdan, esta es quizá de todas ellas la pandemia de mayor alcance planetario y, a la vez, la de mayor nivel de conciencia global. En la mayoría de los rincones del planeta estamos conectados mirando las noticias acerca de un mismo padecimiento: el número de infectados y la tasa de letalidad por Covid-19, la enfermedad que produce el coronavirus, como coloquialmente lo conocemos. Las rencillas políticas locales, el tono de voz de tal o cual dirigente o la disputa por tal o cual espacio de poder pasaron a ser temas de preocupación de los más frívolos.

Lo particular y lo general. Si bien la pandemia fue global, las respuestas políticas fueron locales: aquellos que no reaccionaron a tiempo (Italia, España) o la subestimaron (Irán) y los que consideraron que había que inmunizar al rebaño (el Reino Unido al inicio, Brasil aún en estos días). En todos esos casos los contagios se dispararon, así como las muertes. Otros adoptaron medidas tan antiguas como, al inicio, el distanciamiento social y posteriormente el aislamiento social obligatorio, o en términos más coloquiales: cuarentena.

En la reciente ola de la Encuesta de Satisfacción Política y Opinión Pública (@ESPOPok) de la Universidad de San Andrés, con entrevistas recolectadas en el rango 14-21 de abril, indagamos los efectos de este fenómeno en las percepciones de la opinión pública. Así encontramos que un 57% de los entrevistados dice estar algo o muy satisfecho “con la marcha en general de las cosas en el país”, pese a la pandemia y la situación económica. Un 49% de los entrevistados dice estar más satisfecho con el desempeño del Poder Ejecutivo. Así las cosas, el nivel de satisfacción con las diferentes áreas de políticas públicas es relativamente bueno. El 62% está satisfecho con el desempeño en el área de salud, un 55% con la política científica y un 52% con la política social. Un incremento en todas estas áreas, según los registros que teníamos en las mediciones anteriores. Si bien la cuarentena ha afectado positivamente la percepción sobre el desempeño en materia de salud, pese a la percepción de un riesgo sanitario mayor, afectó negativamente la percepción en el desempeño en el área de educación y de economía. Los entrevistados dicen estar más insatisfechos con la política educativa (49%), la económica (56%) y la de seguridad (59%). Educación merece un comentario puntual: si bien se ubica entre las tres de mayor insatisfacción, al mismo tiempo se encuentra entre las cuatro con mayor nivel de satisfacción (45%). Se trata de un área de política controvertida, donde la cuarentena obligó a implementar un plan de emergencia que pasó del dictado presencial al virtual en todos los niveles. La adecuación a esta situación ha tenido diferentes alcances y logros, muy heterogéneos, por cierto, dependiendo de la capacidad de conexión a internet y la existencia de soportes y dispositivos previos, que no en todos los casos cubrían los requerimientos necesarios para el normal funcionamiento.

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Aprobación presidencial. Con todas estas consideraciones, el impacto sobre la aprobación del gobierno es extremadamente positivo, alcanzando el nivel más alto desde la llegada al gobierno de Alberto Fernández. Aproximadamente siete de cada diez entrevistados aprueban la gestión del Presidente, terminando recién su cuarto mes de gobierno. La aprobación es mayor a la media entre las mujeres (70%), los sectores medios bajos (71%), los mayores de 75 años (83%) y los más jóvenes (73%). Territorialmente, la aprobación es alta en provincia de Buenos Aires (80%), el GBA (71%) y en el sur del país (76%). Un dato muy relevante es que el 41% de los votantes de Mauricio Macri aprueba la gestión de Alberto Fernández. En comparación con el mes de enero, la cuarentena ha permitido romper la determinación del voto en la aprobación. En enero, la proporción de la aprobación era estrictamente proporcional a los votantes de Fernández, así como la desaprobación a los votantes de Macri. En la actualidad, hay un cambio importante en esta relación. 

Es común que los presidentes, al llegar, cuenten con un elevado nivel de aprobación. Por ejemplo, Mauricio Macri en febrero de 2016 alcanzaba los 70 puntos, para desgastarse en unos pocos meses y mantener el apoyo exclusivo de sus votantes. Con Alberto Fernández, decíamos en estas mismas páginas en el mes de enero, que había aprobación, pero no luna de miel. Hoy los niveles de aprobación se han disparado y nos dejan una incógnita fundamental ¿Luna de miel o pandemia? ¿Se sostendrá este nivel de aprobación en la salida de la cuarentena? ¿En qué medida esto cambia la ecuación del poder relativo de las diferentes partes de la coalición de gobierno? Son preguntas del millón.

La imagen de Alberto Fernández, mientras tanto, se eleva, alcanzando un 70% de opiniones positivas. Le sigue el jefe de Gobierno de CABA, Horacio Rodríguez Larreta, con un 54% de imagen positiva. Al parecer los dos ejecutivos en funciones han logrado el favor de la opinión pública en medio de esta crisis sanitaria.

Principales problemas.Según los entrevistados, los principales problemas que tenemos los argentinos son: epidemias y enfermedades (40%), corrupción (33%), inflación (32%), desempleo (29%), pobreza (28%), inseguridad (24%). El tema Covid-19, como era de esperar, desplazó a la economía en la percepción de los entrevistados. Sin embargo, cuando segmentamos la muestra de acuerdo a sus preferencias partidarias, entendidas por el voto en la última elección, encontramos que hay una suerte de “partidismo” en las percepciones de los principales problemas. Esto es, que los votantes del Frente de Todos y los de Juntos por el Cambio, visualizan una agenda diferente de problemas. Para los votantes de Fernández, las epidemias (51%) encabezan la lista de problemas, le siguen el desempleo (39%) y la pobreza (35%), en el top 3. En cambio, para los votantes de Macri, el principal problema es la corrupción (48%), las epidemias (36%) en un lejano segundo lugar, y muy de cerca la inflación (34%). 

La diferencia en la percepción de los problemas se reproduce no solo en el orden, sino en los énfasis y temas. Un dato curioso: mientras para un 12% de los votantes de Fernández “los políticos” son un problema, para el 29% de los votantes de Macri lo son. El desempleo es también un tema de diferenciación en las agendas de ambos segmentos: para los votantes de Fernández el desempleo (39%) es el segundo problema. Mientras que solo el 15% de los votantes de Macri considera que es un problema y lo ubica en el lugar 9 de su agenda. Dos diagnósticos distintos, dos visiones diferentes.

Covid-19. En general, parece haber un alto nivel de consenso respecto de las políticas sanitarias implementadas por el Gobierno. Un 84% de los entrevistados está de acuerdo, en general, con las medidas implementadas. Les preguntamos a los entrevistados si consideraban necesaria o innecesaria cada una de las medidas, y en cada una de estas más de un 80% respondió que las consideraba necesarias. Respecto del “cierre de fronteras”, un 96% la consideró una medida necesaria. La “suspensión de clases presenciales” fue considerada por un 95% como necesaria, así como el 93% consideró de ese modo el “aislamiento social y obligatorio”. La decisión con mayor nivel de consideración innecesaria fue el establecimiento de “precios máximos”: un 11% consideró innecesaria esa medida. Así y todo, eso significa un amplio consenso.

El impacto en la vida cotidiana ha sido muy profundo: el 60% de los entrevistados siente que su “vida cambió de manera importante”, y esta opinión se eleva al 79% entre los mayores de 75 años. En promedio, 1 de cada 3 nos indicó que su “vida cambió, pero solo un poco”, y un 9% considera que su “vida se mantiene igual”. La sensación del peligro es unánime: un 94% considera que el virus es muy o algo peligroso, aunque tan solo el 54% se siente muy o algo expuesto al contagio. 

En este contexto, las preocupaciones cambian. Así, el 96% de los argentinos está preocupado (algo o muy preocupado) por el precio de los alimentos básicos, por el desempleo (93%), por la pandemia global (91%). Así vemos cómo la inmigración ilegal, el precio de los bienes electrónicos o un ataque terrorista están entre las cosas que menos preocupan a los entrevistados.

Analizando las cosas que más preocupan a los argentinos (los precios, la capacidad de pagar las cuentas, quedarse sin trabajo, pagar los impuestos y demás), es claro que la salida de la cuarentena va a ser difícil de procesar y administrar. Una vez que la amenaza de esta cepa del coronavirus (SARS-Cov-2) cese, la curva se achate, ganemos inmunidad colectiva, los contagios se reduzcan, los severos problemas económicos y sociales que se están incubando emergerán en las preocupaciones vitales. Cómo reaccionará la opinión pública a esto es algo que en la actualidad no podemos prever, pero es claro que habrá un antes y un después del coronavirus en nuestras vidas cotidianas, en nuestros hábitos y, seguramente también, en nuestras percepciones y valoraciones de las cosas públicas.

*(@dgreynoso). Investigador del Conicet. Director de la Espop (Universidad de San Andrés).