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luis alberto lacalle

“Cambiemos es un experimento histórico”

El ex presidente uruguayo habla sobre el gobierno de Macri, la crisis humanitaria de Venezuela, Trump y las redes sociales en tiempos posmodernos. Y desliza una crítica a Francisco.

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Fanático. Referente del Partido Nacional, también es seguidor del equipo que lleva ese nombre. | COHEN

América Latina, entre Trump y China es el título del último libro de Luis Alberto Lacalle, debajo del cual se lee “el cambio esperado”. A sus 76 años, el ex líder de la franja de centro derecha del Partido Nacional, una fuerza conservadora en lo moral y liberal en lo político, explica la tesis en la que se basó ese cambio del que habla.

“Es un ensayo sobre lo que se llama un game change, la expresión que define aquellos acontecimientos de tal magnitud que cambian el juego, por ejemplo la caída del Muro de Berlín o el Brexit. Entonces, junté tres líneas de razonamiento, que son el fin del castrismo –el cual ubico en la crisis venezolana–, el acceso de Trump a la presidencia de Estados Unidos y sus formas de encarar el mundo internacional con un marcado tinte aislacionista, y la constante presencia de China con su conjunción de autoritarismo político y economía abierta, su gigantesco mercado interno y su muy singular dimensión del paso del tiempo, avanzando con inversiones fuertes sobre América Latina. Y con esas tres líneas de razonamiento, saqué mis propias conclusiones”, asegura.

Argentina. Al mirar hacia la Argentina, Lacalle afirma que, a su juicio, nuestro país vive un “experimento histórico”, porque “desde fines de los años 40 no ha habido una formulación política exitosa que superara al peronismo, salvo momentáneas excepciones”.

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Cambiemos “encontró un momento para aparecer en el que la gente estaba harta de la forma de ejercicio del poder en todos los aspectos, pero sobre todo, en el de la eficacia, si dejamos de lado por un instante lo que ha habido de malversación y de conductas punibles judicialmente. La obra pública está veinte años atrasada, la infraestructura de las escuelas no es adecuada, no hay ferrocarril, no hay transporte urbano seguro y no hay seguridad. Y como en la vida hay que ser oportuno, Cambiemos supo aprovechar el momento para surgir, y el reciente éxito electoral demuestra que hay una esperanza. Y donde hay esperanza, hay salida. Por lo que la arremetida con motivo de la lamentable desaparición de Santiago Maldonado es un gesto de desesperación”, declara.

—¿Pero el Estado está haciendo lo que debe en el caso Maldonado?

—“Yo no puedo juzgar eso desde aquí. Pero el más interesado en que aparezca este señor vivo o muerto, y por lo tanto en terminar con el asunto, es el Estado”.

La coincidencia del “Cuqui” –su apodo desde siempre– con la orientación política del macrismo, no es tan grande cuando se tratan asuntos económicos, algo esperable si consideramos que el ex mandatario tuvo, con aciertos y con errores, un gabinete pequeño de hombres fuertes con brillo intelectual e independencia técnica: “Cuando uno escucha a Espert, que es un individuo que sabe, parecería que las cosas no se están haciendo bien, pero yo no tengo la información para juzgar. Lo que sí puedo decir es que para los expertos la solución parece muy fácil, y que los ejecutivos mandan en sus empresas y los políticos tenemos que gobernar, que es algo distinto. Pero agregando un poco de whishful thinking, ojalá le vaya bien a la Argentina, que a mi juicio tiene todavía una reserva de gente de primer nivel, como Ernesto Sanz”.

Trump. Sobre los temas abordados en su libro, Lacalle advierte que hay que tener una mirada abarcadora sobre Estados Unidos al preguntarse cómo pudo haber llegado al poder alguien como Trump.

Tras lamentar “el adormecimiento de la capacidad de asombro” que provocan actos de terror como la masacre de Las Vegas, advierte que “la prensa llamémosle liberal de los Estados Unidos de la Costa Este y, en el otro extremo, de la California adelantada en todas las ideas, no es todo el país. Estados Unidos tiene una dimensión interior de las pequeñas localidades, de la ética protestante del trabajo, de ser autosuficiente y no depender del Estado, de no querer retiro sino simplemente guardar para la vejez, es decir una serie de fuerzas muy grandes que a veces, nos olvidamos que son tan auténticas y representativas como las que mencioné al principio. Y Trump supo conectarse con esa realidad dormida sobre bases que no comparto, pero que voy a señalar: el comercio internacional nos perjudica y nos hace perder empleo, los inmigrantes nos quitan trabajo, los políticos de Washington son los que hacen mal las cosas y nos han llevado al desprestigio internacional y a perder guerras, y los europeos no ponen lo que tienen que poner en la defensa de Europa, con lo cual Estados Unidos hace el gasto no sólo de dinero sino de vidas. Pero la apelación a la América profunda de este hombre se completa con una desconfianza hacia lo internacional, algo que no es actual, ya que la posición aislacionista es muy antigua en los Estados Unidos”.

—¿Así que esta paranoia de bailar el tango solo no es un invento de Trump?

—De ningún modo. El propio George Washington, cuando le ofrecieron ser presidente por tercera vez y dijo que no, aconsejó en su carta de despedida que Estados Unidos no se metiera en temas internacionales. Luego, el presidente Wilson al fin de la Primera Guerra Mundial, después de la experiencia de los soldados norteamericanos en Europa, también predicó el aislacionismo, y el propio Franklin Delano Roosevelt no entró en la Segunda Guerra Mundial a pesar de que Inglaterra estaba sitiada por los nazis, sino que logró que la gente se diera cuenta de que había que intervenir recién cuando fue atacado el país, porque el aislacionismo que primaba era muy intenso”.

Venezuela. La tragedia venezolana, que los organismos autónomos de derechos humanos denuncian unánimemente, no ha sido condenada con energía por muchos países latinoamericanos. Más allá de la universalidad en el respeto a los derechos individuales, este silencio parece suicida políticamente. “Me ha resultado muy curioso, pero no extraño”, acota el abogado y ex senador, “pues quienes se mueven por estructuras ideológicas tienen esa dualidad de criterio de ‘nosotros somos los buenos y no nos equivocamos y los otros son los que siempre se equivocan’. En este caso, el ‘nosotros’, que antes era la adhesión ciega a Cuba, ahora es la adhesión ciega a Venezuela, donde a diferencia de Cuba ha habido legitimidad de origen aunque no de ejercicio, y donde la realidad directamente rompe los ojos”.

Su palabra vale porque, contrariamente a otros gobiernos cuyo manejo económico sentó las bases de un populismo antirrepublicano y redistributivo, durante su Administración crecieron la producción, el empleo y los ingresos familiares, se redujeron la pobreza y la indigencia, se pasó de un fuerte déficit fiscal en 1989 a un histórico superávit en 1992, y hubo una importante reestructuración de la deuda en el marco del Plan Brady y un plan de estabilización que fue el principio del fin del flagelo de la inflación en Uruguay.

El lo sabe, pero retirado como está de la vida electoral, se siente más cómodo radiografiando al mundo que a su país. Y se mete con el “universo virtual”, al que califica como “un estruendo que no deja oír, pues en el mundo falta información y sobra tuiteo. Las redes, usadas para el mal, permiten las cobardías más infames, y lo que no permiten es la reflexión: a veces, pienso en el nivel de estrés de los pobres diplomáticos norteamericanos con un presidente que, sin consulta previa, les mete por Twitter lo que se le ocurrió cada mañana”.


“A veces, el Papa habla de más”

Luis Alberto Lacalle estudió con los jesuitas, una educación que siempre ha considerado fundamental en su vida. Y por eso la consulta sobre el más notable jesuita de la actualidad, el papa Francisco. “Todos sabemos que el Santo Padre tiene dos instancias de comunicación. En materia doctrinaria, cuando habla ex cathedra, los católicos creemos en la infalibilidad papal y acatamos su palabra. Luego, en decisiones políticas, se puede disentir. Y yo creo que a veces, el Papa ha hablado de más”.

 —¿Dios sigue siendo consuelo para Lacalle?

 —Más que nunca. La verdad es que cada día soy más creyente.