La postal de diversos barrios, en su mayoría del Conurbano y de Ciudad de Buenos Aires, es similar: jóvenes reunidos en la puerta o esquina de sus casas que pasan días y noches así; sin estudiar, ni trabajar. También están los más ocultos, aquellos que están las 24 horas frente a una computadora o chicas jóvenes que cuidan a sus pequeños hijos. En los estudios sociales se clasifica a este sector de la población como los “ni ni”, un escenario que no es nuevo y al que apunta el recientemente anunciado programa Progresar; un universo que en parte estaba ya cubierto con otro plan: Jóvenes con Más y Mejor Trabajo, un programa del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social del gobierno nacional, que funciona desde 2008 y está destinado a adolescentes de 18 a 24 años que no hayan finalizado sus estudios y estén desempleados. Esta herramienta lo que busca es “promover la inserción laboral” con la finalización de la escuela o cursos de capacitación a través del pago de $ 450 mensuales. Entonces la pregunta es ¿qué diferencias hay con el programa Progresar? Gabriela Cantero, tutora del plan Jóvenes de la zona de Moreno, afirma que “la primera diferencia es que el Progresar está pensado más como una beca al que tiene bajos ingresos. Apunta a hijos de personas desocupadas. También promueve la educación universitaria. Es ir un paso más”. En cambio, con el plan Jóvenes “si vos cobrás la Asignación, por ejemplo, no lo podés cobrar y el control es mensual” (ver recuadro “Diferencias”).
Cantero destaca los resultados de Jóvenes: “Tenemos un montón de chicos que se han podido insertar en el mundo del trabajo (450 mil jóvenes, según cifras oficiales) y muchos han venido a dar de baja el programa porque consiguieron trabajo”, pero también señala cómo la masividad cambió el sentido del programa: “Ahora viene todo el mundo que cursa a cobrar esta ayuda. Te puedo nombrar muchos chicos que no tenían nada, y este programa fue una herramienta de salir de ese lugar. Pero también hay chicos que no trabajan, pero vienen con su 0 km y traen la constancia de escuela primaria y cobran”. Algo que no podría pasar con el Progresar porque se tienen en cuenta los ingresos familiares.
En este sentido, Agustín Salvia, investigador en temas de juventud en el Instituto Gino Germani de la UBA y el Conicet, realiza una salvedad interesante: “El éxito de estos programas depende en gran medida de los recursos sociales y culturales de los que dispongan los jóvenes beneficiarios. Por eso, estos programas suelen ser mejor usufructuados por las poblaciones con mayor capital educativo y social”. Dentro de este marco, está el caso de Yamila, quien tiene 19 años y vive en el barrio Carlos Gardel de Morón. Ella cuenta que las veces que se presentó a trabajos miente en relación con su domicilio real: “Porque si sos de una villa, lo más probable es que no te llamen”, afirma.
Como ambos programas tienen varios puntos en común, el futuro de si se unirán es incierto: “Yo no sé bien qué va a pasar con este programa, si nos harán trabajar en conjunto”, indica Cantero. De todas maneras, “el Progresar no quita el cobro del plan Jóvenes. No son incompatibles”. A modo de conclusión, Salvia agrega que el problema que tiene el Progresar es que “se ha lanzado sin que todo esto esté planeado, proyectado, instrumentado, ni presupuestado. Sin duda, el apoyo económico será importante para compensar los ingresos de los hogares pobres en un contexto de crisis e inflación, pero ¿es esto garantía para que justamente la población de jóvenes logre efectivos recursos de inclusión?
El debate sobre la cantidad de “ni ni”. Hace casi dos años, el 24 de marzo de 2012, PERFIL publicó la nota “No estudian ni trabajan, pero no todos delinquen”. En ese artículo se afirmaba que estos jóvenes “sumaban casi un millón en todo el país, y más de 360 mil de ellos viven en la provincia de Buenos Aires”, según los datos de un estudio que llevó adelante el Observatorio Social Legislativo (OSL) provincial. Una cifra que en la actualidad disminuyó: la OSL plantea que de 974 mil que había en todo el país, ahora son 850 mil los jóvenes en esta situación. En la provincia de Buenos Aires, de acuerdo con los datos del Instituto para el Desarrollo Social Argentino-IERAL, el 15,3% de los jóvenes de 18 a 24 años no estudia ni trabaja. De acuerdo con las estimaciones censales, son 278.172 los jóvenes en esta situación. De todas maneras, no es el mismo resultado del Barómetro Social de la Infancia, realizado por el Observatorio Social de la UCA: en estos años “se mantuvo estable la propensión a ‘no estudiar ni trabajar’ en torno al 5,3% de la población adolescente”.