Viktor Orbán fue uno de los gobernantes que acompañó a Javier Milei en su asunción en la Argentina. Ante otros modelos como el de Nayib Bukele, Giorgia Meloni o el propio Donald Trump, su presencia pasó más desapercibida. Aunque vale estar atentos al camino que llevó al primer mandatario de Hungría al poder. Un proceso que podría ser descripto como el paso de un programa liberal clásico, ortodoxo a una forma de conducción que la academia define como “autoritarismo competitivo”.
La presencia en Hungría de Agustín Laje, el “intelectual” que funge como soporte argumental del presidente Javier Milei, parece ser un símbolo de un rumbo posible de la gestión de La Libertad Avanza.
Según los politólogos Levitsky y Way, en Hungría se mantienen las elecciones, pero se debilitan los contrapesos. Autores como Ivan Krastev lo enmarcan en la reacción naturalista mientras que Jan-Werner Müller señala como una de las dificultades a la retórica populista de moralidad única.
La especialista Kim Lane Scheppele destaca el “constitucionalismo abusivo” de Orbán: un conjunto de reformas legales que erosionan la democracia desde adentro. En lo económico, el modelo combina proteccionismo con subsidios a las élites afines, algo que Bálint Magyar llama directamente “mafia state”: el poder se dirime en redes clientelares.
Milei, el libertario. Si se buscan los puntos de contacto entre los dos gobernantes –Orbán y Milei– podemos decir que el húngaro significa un paso más allá que el argentino: mientras Milei habla de la casta y de periodistas ensobrados, el húngaro elaboró un conjunto de medios que le responde. Mientras Milei confronta contra científicos y la universidad, en Hungría puede decirse que están dominados por el aparato estatal.
El punto de acuerdo entre los especialistas es lo que significa el populismo de derecha. Cas Mudde, uno de los máximos expertos a nivel mundial en el tema señala que las ultraderechas ya no funcionan como un eje monolítico.
Claves para entender el autoritarismo posmoderno. Krastev sostiene que uno de los puntos claves para entender a Orbán es su oposición a Bruselas. Un modelo que puede considerarse exportable, dado que Polonia y Turquía tomaron elementos del orbanismo. También es cierto que a largo de sus años de gestión, Viktor Orbán tuvo cada vez más un acercamiento a Vladimir Putin y Rusia. Un esquema de poder que parece bastante lejano al del propio Javier Milei, quien se muestra en línea con los Estados Unidos de Donald Trump y el Israel de Benjamin Netanyahu.
Hay que decir que Viktor Orbán comenzó su carrera como un liberal clásico. Su partido Fidesz era miembro de la Internacional Liberal y defendía esencialmente un discurso anticomunista. De hecho, Hungría ingresó en la UE en 2004, con el apoyo del primer mandatario.
Entre 2006 y 2010, Fidesz fue variando y soportó diversas crisis. En 2010 adquirió la mayoría parlamentaria, que siguió con una reforma constitucional en 2011 para controlar el Poder Judicial. A partir de 2014 se sumó a los discursos anti-Georges Soros y los diversos globalismos.
La relación de Viktor Orbán con Vladimir Putin es uno de los elementos para analizar. Lo que comenzó con críticas a la política exterior de Rusia se tornó con los años, una alianza estratégica, basada esencialmente en la necesidad energética del país, sostenida con las materias primas de Rusia.
En 2014 Orbán bloquea sanciones a Rusia por la invasión a Crimea. En 2022 aunque formalmente apoyó a Ucrania, bloqueó las sanciones y evitó enviar armas. Hoy es el principal obstáculo a la ayuda militar a Kiev. Un símbolo de su acercamiento.
La paradoja del “liberal iliberal”
¡Cómo se produjo la transformación del gobierno húngaro? Una posible respuesta puede hallarse en el camino de Fidezs en el poder y en el devenir de la política global.
Orbán llegó al gobierno en 2010 con una mayoría constitucional y comenzó su “revolución nacional”: reformó la Constitución, controló medios y debilitó la Justicia. En 2014 proclamó la “democracia iliberal”, consolidando un autoritarismo electoral: persecución a ONG’s, ataques a George Soros y campañas antiinmigración.
En lo económico, mezcla proteccionismo con subsidios a élites afines (“capitalismo de amigos”). Geopolíticamente, pasó de criticar a Putin a ser su aliado en la UE, bloqueando sanciones y dependiendo del gas ruso.
Tras cuatro mandatos (2010, 2014, 2018, 2022), su régimen controla instituciones, medios y academia, pero enfrenta presiones de la UE por corrupción y erosión democrática. Orbán ya no es el liberal pro-UE de los 90, sino un referente global del nacionalismo antiliberal.
El descrédito de las democracias globales y el ascenso de Donald Trump es otra de las explicaciones posibles.