Aquello de Joan Manuel Serrat de que “nunca es triste la verdad: lo que no tiene es remedio” debería pensarse especialmente en materia social. A veces, la evidencia puede ser paralelamente triste y, si no el remedio, sí el diagnóstico. En este sentido, la tarea desde hace años –en tiempos de Guillermo Moreno y en tiempos del anuncio de “pobreza cero”– del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, que dirige Agustín Salvia, se torna esencial: propone una mirada sobre los datos de la pobreza que hay que atender. PERFIL conversó con el sociólogo, para tratar de entender qué pasa con la vulnerabilidad de la clase media. El científico contestó con datos: una cuestión a tener en cuenta es la de las cifras. Estrictamente hablando, si uno compara el primer semestre de este año, con el primer semestre del año pasado, la pobreza bajó. Técnicamente es así. Pero se produce un giro, un cambio claro en el segundo trimestre. Hay un estancamiento en el primero, y en el segundo trimestre se produce un cambio importante que hace que la pobreza ya en el segundo trimestre muestre un incremento. Y se acerque ya a un 29%. Ya en ese momento está entre 29% y 30%, lo que alumbra una situación de un tercer trimestre todavía más complejo: de 32, 33 o 34%. Y un cuarto, en esa misma línea, para arriba.
—Números como para prestar atención.
—Es un proceso paulatino. Los sectores medios, bajos pueden caer en la pobreza. No es un hecho explosivo. Cuanto más dure la recesión, con estos niveles inflacionarios, todo se agrava. Y si hubiera despidos, sería peor aún. Si logran estabilizar la inflación y evitar despidos masivos, iremos sorteando lo peor por unos meses.
—¿Se prevé un diciembre con un 34% de pobreza?
—Seguro estaremos en un 33%, 34%.
—Macri asumió con 29%...
—Cuando habló de cómo quería ser evaluado, tenía un 32% de pobreza. Fue en el segundo trimestre del 16. Creo que a fin de año va estar por arriba de esos números. Si ya llegamos casi al 30% en el segundo trimestre... Y hay que ver qué sucede con el empleo.
—¿Cómo se produce esta caída?
—Hoy por hoy, es por inflación. Y que mucha gente busca compensar con más horas de trabajo. Cosa que no se produce. Hay menos changas y actividad informal.
—¿Hay algo que puedan hacer las personas afectadas, alguna forma de defenderse? ¿O el cambio debería nacer de políticas públicas?
—En términos de obtener ingresos públicos, muy poco. Algo que sí pueden hacer es cambiar la estructura de su presupuesto. Son sectores que pagan las tarifas de los servicios públicos, que aumentan. Que no pueden quedarse sin luz, sin agua o sin gas, por su propio estatus social. En esta situación tienen que reducir el transporte, los consumos alimentarios, tienen que dejar de mandar a los chicos a una escuela privada, dejar de arreglar la casa. Son redu-cciones de bienes y servicios que hacen a un estatus de clase media baja. Todo eso se ve frustrado y decepcionado.
—¿Cuál es el límite entre la clase media baja y la pobreza?
—Hay cuestiones que son independientes de las del ingreso: tener una propiedad, eventualmente, un auto. Tenés tu propio comercio, o un trabajo relativamente estable. Te manejás con actividades recreativas de baja densidad. Salís una vez al mes. Te vas poco de vacaciones. Esos signos se empiezan a afectar. La persona va a decir que es pobre, pero no deja de sentirse de clase media. Sigue teniendo esa aspiración. Pero no saca ya el auto, se toma el colectivo. No se irá de vacaciones. Quizás cambie su forma de alimentarse: más arroz y menos carne. Todo esto siempre y cuando no se quede sin trabajo.
—¿Es gente enojada?
—Yo la veo más bien decepcionada. Muchos no saben cómo sigue esto. Es gente preocupada, especialmente por sostener el trabajo. Si eso se produce, la crisis puede ser realmente importante.
—¿El Gobierno ve esta situación?
—Hay una ecuación económico-política complicada. El déficit cero y no emisión produce este shock. Los segmentos más pobres tienen más cómo rebuscársela. Hay un piso de protección. Hay comedores, servicios de los municipios para conseguir una especie de paz transicional. Para las clases medias bajas eso no existe. Porque son mucho más individualistas, no están agremiadas en su mayoría. Además, esto produce un shock en los sectores que habían salido de la pobreza en el 2016/2017. Sectores que tuvieron optimismo. Eso se revierte, es un segmento muy golpeado social y económicamente. Habrá que ver cuál es su grado de conciencia política.
—¿Cuánto representa políticamente?
—Uno puede pensar que son el 25%, el 30% de los electores. Es un grupo que se dividió en distintas fuerzas políticas, pero es el que incidió fuertemente para que Cristina tuviera el 54% en su momento. Y también hizo que Macri ganara las elecciones. Es un sector social que desbalancea las elecciones para un lado o para otro. Existe una clase media que tiene expectativas culturales que, cuando hay menos recursos, suma elementos como la decepción y la frustración. Hay un riesgo no solo social, sino también psicológico.
Carlos de Angelis “Hay un sector que está a un escalón de golpear sus cacerolas”
El “gradualismo” parece haberse constituido un peligro macroeconómico desde una mirada ortodoxa. Pero sin dudas tuvo un efecto de contención en la micro concreto: la contención de un grupo social que votó a Macri y que ahora realmente está en mayor riesgo: la clase media baja, a medida que aumenta la inflación, ve más cerca la pobreza. Pero ¿cómo describir a este grupo tan significativo en materia social (y electoral)? PERFIL conversó con Carlos De Angelis para encontrar una perspectiva sociológica para entender a los “vulnerables” de clase media.
Para De Angelis se trata de un grupo no contenido por la política clásica: “normalmente son sectores con bajo nivel de representación política. No suelen tener alguien que los represente. No hay líderes intermedios que se ocupen de ellos”, explica. Y agrega: “los sectores medios bajos, que culturalmente pueden ser clase media media, pero económicamente son clase baja, en una instancia como la que vivimos son candidatos a estar por debajo de la línea de la pobreza en forma inminente. Y es un gran problema, un terror”.
Descripción. De Angelis comenta que “incluso hay en estos sectores gente que manda a los chicos a colegios privados, muchas veces ligados a lo parroquial. Aunque estos colegios son casi gratuitos, se necesitan algunas condiciones –como el uniforme, por ejemplo– que también son un costo. Y ahora no están pudiendo costear eso. Es un sector que está a un escalón de movilizar sus cacerolas”.
Jubilados nuevos, cuentapropistas. De Angelis dice que en este grupo hay jubilados recientes que “no logran, por el sistema previsional argentino, que su ingreso esté en relación con el sueldo que tenían como activos. Hay mucho cuentapropismo. Hay muchísimo trabajo que se ha ido tercerizando en estos años. También es gente que sufre a nivel de su economía el impacto de las nuevas tecnologías”.
A eso se suma que con la caída de unos, se perjudican ciertos trabajos como el de “plomeros o pintores –explica De Angelis–. Incluso personas que hacen limpieza de hogares, o cocina domicilio, taxistas. Un dato es que se incoporan a Uber casi unas 600 personas por día. O sea, casi 20 mil personas por mes. Lo mismo sucede con los chicos que trabajan en los deliveries”.
“Son gente que puede ser culturalmente –dice el sociólogo– de un sector como el C2, manejan aplicaciones, conocen bien la Ciudad como para hacer un recorrido, pero si no hay llamados, pasan directamente al ejército de los pobres. Al crecer la pobreza, hay una mayor cantidad de gente pidiendo empleo, y eso puede producir conflictos".