Señor presidente: ¿sabe usted por qué no es correcto llamar ex represor? Porque mientras hay una víctima que nombra al represor, él nunca puede dejar de ser represor. Podemos dejar de ser senadores –somos ex senadores–, podemos dejar de ser gordos –somos ex gordos–, podemos dejar de ser muchas cosas –ex maridos, ex esposas–, pero no podemos nunca dejar de ser madres ni padres, porque el que no nos nombra es el otro.
Pasa exactamente lo mismo con los represores. Mientras haya una víctima, mientras haya una madre de un soldado Ledo, mientras haya un hermano y los que sean, los que continúen en esa familia y marquen y señalen a César Milani como represor, seguirá siendo represor. No depende de lo que nosotros hagamos hoy aquí.
Por eso, el que nombra represor es la víctima; y por eso los crímenes de lesa humanidad no prescriben. Sin embargo, podemos decir ex dictadura, porque la que corrige los efectos de la dictadura es la democracia. Y vaya qué bien que nació la democracia, nada menos que con un juicio a las juntas, que rompió la impunidad de la violencia política en nuestro país y nos hizo arrancar de la mejor manera en la democracia.
Pero hemos reparado poco en ese juicio de las juntas. Porque lo que se iba a condenar era a las cúpulas, pero se iba a inocentar –disculpen, sé que no se dice esa palabra–, perdonar a aquellos que cumplían órdenes. Pero los jueces, desoyendo la estrategia de pacificación del presidente Alfonsín, fueron independientes y pusieron el punto 30 de la sentencia de la condena a los comandantes en jefe.
Ese punto 30 mandó a procesar a todos aquellos que fueran mencionados, acusados, imputados, cuyos nombres aparecieran a lo largo de los seis o siete meses que duró el juicio a las juntas. Por eso vuelvo al ejemplo anterior: la democracia corrige los efectos de la dictadura.
Podría hablar de aquel juicio, de la soledad en que se hizo el juicio. No había dirigentes políticos, los Falcon estacionaban todavía en la puerta. Pero voy a dejar eso, para usar algunos de los argumentos que se han escuchado acá, que más que argumentos me parece que son confusiones.
Claro que no somos un tribunal; este es un poder político y por eso va a dar acuerdo. Y lo que mide no es la responsabilidad penal, lo que consideramos es la idoneidad para alguien que va a cumplir semejante función como es la que se propone para César Milani.
De modo que no juzgamos delitos penales; acá juzgamos la idoneidad, los valores de la persona postulada, y por eso se abre a las impugnaciones. Entonces, cuando venimos a hablar de las impugnaciones que hace el CELS, a quien se le ha pedido su opinión a lo largo de todo este tiempo democrático, por la autoridad que tiene –he reivindicado acá que somos nosotros quienes debemos mediar–, llama la atención que esta vez pareciera ser que hay dos pesas, dos medidas. En algunos momentos, el CELS tiene autoridad y utilizamos sus impugnaciones para medir la idoneidad de aquellos a quienes este Senado, como cuerpo político, va a dar acuerdo político.
Sin embargo, no puedo dejar de mencionar que aquellos mismos que hablan de la presunción de inocencia, que por suerte es un valor que hay que incorporar en nuestra sociedad, donde siempre se ha hecho de la víctima un sospechoso, muchas veces convierten en delitos los que son nada más que derechos.
Y a veces se quieren descalificar nuestros argumentos, legítimos argumentos que no dependen del lugar que uno ocupe en este recinto –si es opositor–; el derecho a la opinión no es un delito y más de una vez escuchamos en este recinto cómo se descalifica. Una nueva confusión de creer que es delito lo que es nada más que el derecho a la expresión.
De modo que de la misma manera en que el represor permanecerá encadenado a la víctima, este cuerpo también va a permanecer encadenado a la decisión que tomemos y a la votación que vaya a hacer cada uno.
Quisiera para mí la mejor argumentación; no argumentación política; quisiera una argumentación humana, porque lo que hoy se va a votar es una cuestión nada más que de conciencia. Se ha hablado de coherencia. Hoy se va a votar, efectivamente, con el hecho de esta votación, cuál es el real compromiso con los derechos humanos.
El que uno sea víctima no da derecho sino que da nada más que autoridad de testigo. Y he criticado mucho a organismos de derechos humanos que desde el sufrimiento de la víctima se han puesto por encima de la ley. He sido muy cuidadosa de no hacer esto en términos personales, pero hoy no voy a dejar el testimonio de la legisladora, no voy a dejar el testimonio de la senadora por Córdoba, voy a dejar el testimonio de la hermana de Néstor y Cristina, mis dos hermanos desaparecidos. Y si alguien habla de tiempo, yo no puedo sustraerme a lo que estoy viviendo y estamos viviendo en mi familia, porque yo debí testimoniar el día lunes en la megacausa de la ESMA. Treinta y siete años después voy a poder testificar porque se ha podido reconstruir lo que pasó con mis hermanos arrojados al mar.¿Y por qué hemos podido reconstruir esto? Porque hubo un agente de Inteligencia –yo no sé qué pasó en el medio, pero traigo esto para que vean la importancia de la información– que estuvo entre ellos y armó una lista. Gracias a esa lista estaba la Pipi, estaba el Lana, estaba la Colorada y estaba yo con un nombre, como la hermana de ellos que no tenían nombre porque no se sabía que eran Cristina Morandini y Néstor Morandini los que estaban en esa lista de aquellos que arrojaron al mar.
He leído en todos estos días todo lo que mi madre hizo. Tengo una carpeta así de lo que hizo mi madre y tantas otras, porque, no nos rasguemos las vestiduras: esto lo hicieron las víctimas. ¡La Verdad y Justicia no ha sido mérito de nadie! ¡Ha sido mérito de las víctimas que han vencido su dolor!, ¡que vencieron el silencio jurídico al que las sometió este país! Porque al inicio era todo un estigma tener desaparecidos, ahora parece que es una cucarda; y de acuerdo a cuánto más cerca o más lejos estemos del gobierno, pasamos a tener un derecho por encima de la ley. El sacrificio de mis hermanos no me da derecho para ponerme por encima de la ley, pero sí me da la autoridad de esas mujeres de pañuelo blanco, como mi madre, que hacían cosas.
Escuchaba recién que hablaban de los camiones, de las respuestas que da Milani, donde él lo único que hacía era traslados, ¡con toda la connotación que tiene la palabra traslados! Hoy sabemos que cuando se hablaba de traslados en la Marina eran los traslados que se hacían los miércoles, cuando los tiraban, los arrojaban al mar. Eso eran los traslados. Dice Milani, en las respuestas que da al CELS, que manejaba camiones. Y recordé las anécdotas que contaba mi madre y otras madres que iban detrás de los camiones. Un día vieron en Córdoba un camión del Ejército que no iba abierto, es decir, iba bien cerrado. ¡Y pensar, sólo pensar en el coraje de estas mujeres que no se daban cuenta del riesgo que corrían al ir detrás de esos camiones verdes, sabiendo que ahí podían estar sus hijos!
De modo que este es el testimonio que yo quiero dejar. ¡No se puede invocar tan fácilmente a los muertos! Yo no vengo a hablar aquí en nombre de los muertos. Vengo a hablar nada más que del sacrificio de mis hermanos Néstor y Cristina.
Y por ese designio del destino, de ese gran titiritero que mueve los hilos, he tenido enorme cuidado, por la coincidencia, de nunca hacer consideraciones de tipo personal para la presidenta Cristina o para el ex presidente Néstor. Sin embargo, hoy no tengo ninguna duda de que hay sólo una forma de honrar a los que no están: construyendo democracia, que es el único antídoto que puede corregir lo que ha encadenado para siempre al represor y a su víctima.
Entonces, no es argumento, señor presidente, el deber a obedecer de la política, cuando fue la obediencia debida con la que se defendían aquellos que cumplían órdenes. Por suerte, el coraje y la independencia de aquellos jueces que alteraron la estrategia de pacificación lo dieron vuelta y mandaron a que fueran enjuiciados los torturadores. Por eso se pudo continuar con los juicios que hoy reconozco que este gobierno ha impulsado, por ese punto 30, que alteró la estrategia de aquellos que se escudaban y decían que habían cumplido órdenes, quienes hoy pueden ser juzgados. De modo que no puede este cuerpo político decir que acá estamos actuando como si fuésemos un tribunal jurídico. Acá estamos midiendo la idoneidad, y no puede tener idoneidad moral aquel que está sospechado. ¿Qué la justicia es lenta? Miren si no es lenta, con el ejemplo que les termino de dar, que treinta y siete años después recién podemos reconstruir la verdad. No sé cuánto demorará en hacerse justicia.
De modo que llegará la justicia, pero lo que es cierto es que desde este recinto, con esta votación, de la misma manera que César Milani quedará encadenado al soldado Ledo y a su descendencia, también la votación que se haga acá quedará encadenada, ya no a la obediencia debida sino a una persona sospechada. Además, quiero hacer una consideración de tipo política que espero que también aparezca en este debate.
Es grave lo que hizo Milani en el pasado, es tan grave que en la democracia él no manifiesta lealtad, palabra que suena tanto en este recinto. La lealtad no es a las personas; la lealtad es a la Constitución, la lealtad es a los valores. La pertenencia política por supuesto que da pertenencia, pero no puede ser invocada como razón política civil para convalidar lo que era la obediencia debida en el tiempo de la dictadura.
Mi testimonio personal y el sacrificio de Néstor y Cristina sé que no sirven para que se cambien algunas posturas, pero ojalá resuenen en donde tienen que resonar las decisiones que tienen que ver con la conciencia; que resuenen en el corazón y en esto que no vemos pero es lo que nos juzga a futuro, que es la historia
*Senadora de la Nación.