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INEQUIDADES

La brecha digital complica el "quedate en casa" de los pobres

En casas de barrios como las villas 31 y 31 bis, la falta de conectividad dificulta la continuidad del proceso educativo durante la cuarentena. Algo que se suma a las otros obstáculos cotidianos.

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Soporte. Aunque esté el material educativo, la falta de infraestructura y de otras cuestiones, como la conectividad, afectan a los barrios más humildes de los conglomerados urbanos. | cedoc

—Hola, Sol, ¿puedo contarte algo?

El mensaje llega a mi celular. La que escribe es una adolescente de la Villa 31 que asiste a los talleres expresivos de Detrás de Todo, la organización social de la que formo parte.

—Mi colegio es un poco estricto. Mandan muchas tareas por mail, y yo no sé cómo hacerlas porque no tengo wi-fi. 

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—¿Le contaste a alguna docente que estás teniendo problemas para conectarte? 

—No creo que lo entiendan, son muchas materias con distintos profes. Y no van a dejar de enviar actividades solo por mí. 

—Quizás si se organizan y entre varios les escriben funcione, ¿no? ¿Cómo te sentís con todo esto?

—Mal, extraño a mis amigos y quiero aprender cosas nuevas. No quiero repetir. Que mis padres no puedan pagar el wi-fi no es su culpa, solo trato de hacer lo que se pueda. 

Lo que se pueda. La expresión circula en redes sociales, establecimientos educativos, casas, medios de comunicación y distintos rincones de la Argentina desde que se decretó el aislamiento obligatorio a raíz de la pandemia del coronavirus. En este contexto, numerosas familias de los barrios populares de la Argentina, junto a merenderos, escuelas o espacios recreativos, hacen malabares para cumplir con las medidas de prevención y cuidado dictadas por el Gobierno sin que corran riesgos otros derechos. 

Las infancias y adolescencias acostumbradas a volver del colegio e ir corriendo al apoyo escolar, a jugar a la canchita, la plaza o la calle, reciben por primera vez la consigna de que quedarse en sus hogares es cuidarse y cuidar al resto. Un aluvión de tareas colapsa las computadoras de lxs más grandes, el celular de las madres y la conectividad del barrio basada, principalmente, en la telefonía móvil.

Sin embargo, son muchas las trabajadoras de la educación preocupadas por la tensión entre la necesidad de garantizar la continuidad de los proyectos planificados y, a la vez, detenerse a reflexionar sobre las principales demandas de chicos y chicas en estos momentos. “Estuve todo el día con el celular tratando de ayudar a las mamás a descargar los cuadernillos o acceder a los blogs de las escuelas. Muchas no tienen datos o no saben cómo entrar a las páginas. Acá es cuando se nota la brecha digital”, afirma Gisel Merida, vecina y docente del barrio. 

Derechos e inclusión. A Tiziana la despierta una caricia en sus rulos largos y castaños que le caen como una serpentina en la espalda. Todavía no salió el sol, pero su mamá, Francisca, la saluda antes de irse a trabajar en la recolección de residuos.

—Hija, por favor, no hagan barullo cuando me vaya. 

La niña tiene 11 años y su hermana, Miluska, 7. Las dos se levantan, relojean los botines y la pelota. Saben que no pueden ir a entrenar con sus primos y amigas al club Padre Mugica o jugar en la canchita “porque hay un virus”. Pero solas se aburren y tampoco pueden hacer demasiado ruido; la dueña de la vivienda que alquilan vive en el piso de abajo, escucha todo y se queja porque “no puede dormir”.

Una de las cuestiones que más se están discutiendo en la Mesa de Urbanización del barrio es cómo impacta la consigna “quedate en tu casa” en viviendas de espacios muy reducidos para la cantidad de personas que las habitan. A este hecho se suma la poca intervención estatal para garantizar condiciones de salubridad e higiene básicas y acceso a derechos como la alimentación, la vivienda y el trabajo en todo el asentamiento. La población actual de las villas 31 y 31 bis asciende a un total de 43.190 personas, según una estimación realizada por la Secretaría Nacional de Acceso al Hábitat de la Jefatura de Gabinete en 2015. 

En este escenario, el celular de una trabajadora del gobierno de la Ciudad recibe una lluvia de audios todos los días.

—¿Te puedo hacer una pregunta? ¿Vos tenés un número para denunciar todo este tema de... –“el coronavirus”, interrumpe la voz suave de una niña de fondo– ... lo que está pasando con todo el tema de las viandas, que entregan lo que quieren, y sinceramente necesito ayuda para nosotros también. Estoy sin un peso, contaba con eso y no me lo quisieron dar estos desgraciados –expresa Marta, vecina del sector conocido como Bajo Autopista.

La coyuntura no hace más que alumbrar desigualdades ya existentes. La velocidad con la que es necesario actuar y resolver no guarda relación con procesos de aprendizaje-enseñanza, que tienen otros ritmos. En ese panorama, el Barrio Carlos Mugica se organiza y apela a su mayor fortaleza: la acción comunitaria. 

Redes colapsadas. —¿Material para los chicos? No, boluda, no tengo ni uno. En la escuela me dijeron que tenía que comprarlo pero me sale 350 el block y yo no tengo un peso. Les doy dibujos que tengo en el celular para que copien, pero ya se aburren. Estoy sin saldo, me cortaron el cable e internet por falta de pago, así que no puedo entrar al link. Encima fui al comedor y me dijeron que no podían entregar más la merienda. Así que perdí un día sin darles de comer a mis hijos, imaginate –lamenta Marta. 

Una de cada tres personas en la Argentina no tiene acceso a internet, según un informe del Ministerio de Modernización de la Nación de 2018. En el Barrio Carlos Mugica, la mayoría de las computadoras de niñxs de primaria fueron entregadas en el marco del Plan Sarmiento. El gobierno de la Ciudad lo define como “el camino hacia la innovación en los procesos de enseñanza y aprendizaje, en el marco de los desafíos que plantea la sociedad digital”. Sin embargo, docentes señalan que ya no se otorgan desde hace años y que, en el caso de quienes las poseen, existe una serie de dificultades para contar con banda ancha. 

“El problema de esas computadoras es que solo tienen conectividad en las escuelas y muchas están rotas. El arreglo demora bastantes meses. Las escuelas ahora tienen la bajada de mandar por internet la tarea a les pibes, pero acá en las villas las compañías no entran. Están las del barrio, a las que por lo general se les corta la señal, y no tenés mucho que reclamar”, explica Gisel. 

Cynthia Palavecino es psicopedagoga y participa en el acompañamiento escolar de dos organizaciones sociales. Desde que se decretó el aislamiento, ayuda a adolescentes con sus tareas desde su casa. “Les mandan videos de YouTube para hacer los contenidos didácticos más interactivos. Está bueno, pero no se condice con la realidad. Sería pertinente una reflexión sobre qué se quiere lograr, también, desde lo vincular. La mayoría de les niñes van a los apoyos escolares, a los que ahora no pueden acudir. En múltiples casos no hay una rutina familiar de asistencia con las tareas por un montón de motivos. Están solos y no hay estructura de soporte”. 

El panorama es alarmante si se advierten los datos de deserción escolar en la secundaria recopilados por la Secretaría de Integración Social y Urbana (SISU) de las villas 31 y 31 bis en 2016. Si bien la gran mayoría de los niños y niñas asiste al nivel primario, el 17% de les adolescentes entre 13 y 18 años ha abandonado la escuela y cuatro de cada diez han repetido algún grado o año de estudio. Estas cifras indican desigualdades con el resto de la ciudad, donde, en promedio, si se tienen en cuenta todas las comunas, el 80% termina en los plazos pautados, de acuerdo con un informe presentado por el Observatorio Argentinos por la Educación en 2018. 

Belén Núñez es maestra de sexto grado de la Escuela Primaria Común Nº 25 “Bandera Argentina”, institución pública a la que asiste gran parte de los chicos y chicas del barrio. Apenas se suspendieron las clases, las familias le dijeron: “Mirá, seño, armamos un grupo, te podemos agregar”. Según relata, están haciendo un esfuerzo muy grande. “Lo que noto en cuanto al vínculo es mucho respeto, cariño y ayuda entre todos porque estamos en la misma”, describe.

Vínculos. En tiempos en los que se apela a los “beneficios” de la enseñanza virtual surge con fuerza un interrogante: ¿cómo construir o conservar vínculos pedagógicos a distancia en contextos donde el acercamiento diario y el hecho de involucrar el cuerpo juega un rol fundamental sin frustrarse en el intento? “Estamos en el siglo XXI y una podría pensar distintas cosas sobre las tecnologías. Pero qué importante que es el contacto alumno-maestra. A mí me hace muy feliz trabajar ahí porque siento que es uno de los pocos lugares donde los chicos pueden ser chicos. En sus casas tienen que cuidar a sus hermanitos, salir a trabajar, están cruzados por situaciones de delincuencia, consumo. Y no porque sea exclusivo del barrio. Pero su situación de vida es muy distinta a la de otros niños. Así y todo, ellos tienen un compromiso enorme”, reflexiona la maestra.

Por su parte, la directora de la Escuela Media Nº 6 “Padre Carlos Mugica”, secundaria que le sigue a “la Banderita”, Myrna Tamer, advierte que este año va a ser atípico. “Lo importante es que los chicos estén bien y que las familias tengan para comer. Y el segundo eje es que los pibes estén contenidos, que sepan que está la escuela, que van a volver cuando esto pase, que entiendan que no están solos en el mundo, que cualquier cosa que necesiten vamos a estar”.

Myrna balbucea, son las ocho de la noche y está cansada. Va todos los días a entregar las viandas a la Mugica. Espera a adolescentes y familias que caminan un kilómetro y medio, exponiéndose al avance de la policía en el barrio, por un sándwich con una feta de queso y una fruta que muchas veces tiene que tirar porque “está fea”. Cuando llega a su casa, el teléfono no deja de sonar. Si no es un chico que se quedó sin vacante, es una profesora que no puede ingresar al blog o un supervisor.

—Son épocas difíciles –suspira–, pero se hará lo que se pueda.

*Esta historia forma parte del portal www.escrituracronica.com.