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20 de junio de 1973

La “masacre de Ezeiza” desde una particular perspectiva literaria

En la novela Los reventados, Jorge Asís narra los trágicos sucesos del 20 de junio de 1973 desde la “picaresca”.

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El 20 de junio de 1973 no era una fecha cualquiera, era el día del esperado regreso al país del expresidente Juan Domingo Perón luego de 18 años desde su derrocamiento, en 1955. Sin embargo, lo que se suponía iba a ser una fiesta popular terminó convirtiéndose en un trágico hecho, conocido usualmente como la “masacre de Ezeiza”. Aunque para brindar un marco histórico aludimos sumariamente a los sucesos de ese día, en esta nota no desarrollamos propiamente los hechos en sí. Aquí abordamos una obra literaria cuya trama transcurre en dicha fecha, la novela Los reventados (1974), de Jorge Asís.

En cuanto a los hechos, cabe recordar que para ese 20 de junio estaba programada la vuelta definitiva de Perón al país (su anterior regreso, en noviembre de 1972, había sido temporal). Se decidió que el lugar desde donde el expresidente se dirigiría a la multitud sería un palco montado a la altura del Puente 12, en la autopista Ricchieri, que conduce hacia Ezeiza, lugar donde llegaría el avión que lo traía desde España. Miles y miles de simpatizantes concurrieron a lo que se suponía iba a ser un gran festejo peronista. Sin embargo, para ese entonces dentro del movimiento peronista existían sectores fuertemente enfrentados que recurrían a la violencia para dirimir sus diferencias. Por una parte, estaban los sectores de derecha (como Comando de Organización, Concentración Nacional Universitaria y Juventud Sindical Peronista) y, por otra parte, estaban los sectores de izquierda (como FAR y Montoneros). Los grupos de derecha dominaban el palco y sectores cercanos, pero a la vez los grupos de izquierda pretendían acercarse al mismo. El resultado fue el estallido de un violento tiroteo entre ambas fracciones, del cual resultaron numerosos muertos y heridos (aunque se desconoce el número exacto). Lo que iba a ser un feliz reencuentro entre el líder y sus seguidores se transformó en un sangriento episodio.

Aunque los sucesos de ese día tuvieron características verdaderamente dramáticas, Asís los aborda desde un punto de vista muy distinto. Si bien los fundamentales actores de ese día (los grupos enfrentados de la derecha y la izquierda peronista) aparecen de alguna manera en la obra, el autor encara lo sucedido en esa jornada no haciendo foco en ellos, sino en un conjunto de personajes propios de la “picaresca”. Aquí cabe aclarar que con este término se designa a los textos en los cuales hay “pícaros”, personajes que recurren a su astucia para obtener sus ingresos, apelando frecuentemente al engaño. Son seres marginales que descreen de una vida regular con un trabajo estable y viven de la estafa o negocios poco claros. Aunque codiciosos, tienen gusto por una vida de vagancia despreocupada.

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La novela está estructurada en dos secuencias de partes alternadas. En una se narra cronológicamente lo que sucede con algunos de los personajes que en ese 20 de junio de 1973 van al lugar donde se concentrarán los simpatizantes peronistas, mientras que en la otra se relatan hechos sucedidos con anterioridad, no solo con esos personajes sino también con otros que no están presentes allí ese día.

Con respecto a los personajes que no participan en el 20 de junio, estos son muchos y en cada caso se relatan anécdotas que ayudan a caracterizar a estos “pícaros” (por ejemplo, la “Esperpento mayor”, el “Boga Fumanchú”, el “Escribano muerto”). Todos estos otorgan al texto un cuadro de pintorescos seres, pero a la vez contribuyen a reducir aún más la importancia en la narración de los trágicos hechos realmente ocurridos ese día.

Por otro lado, en cuanto a los personajes que sí están presentes en el día de la concentración, se encuentran Rocamora, Willy y Cristóbal. Además, en cuanto al término del lunfardo “reventado” con el cual el autor titula la obra, precisamente en un pasaje se comenta: “Reventados (sin un solo peso en las faltriqueras, sin siquiera poder salir a la calle, eternamente en la oficina fumando los cigarrillos que la noviecita de Willy les había obsequiado la noche anterior…)”.

Estando en esa situación, a estos personajes les aparece la oportunidad de un “negocio”, consistente en transformar unas diapositivas donde está Perón en miles de pósteres y diplomas para vender a los simpatizantes peronistas en el día de la concentración. Al respecto, por ejemplo, Rocamora piensa que el “negocio” tendrá éxito: “Dijo Rocamora que el 20 de junio habrá un circo completo (…) van a venir negros de todas las provincias para ver al viejo ese, algo hay que hacer, sí, mucho mejor que ir a vender chorizos, sabés cómo camina eso, ¿no?, como por un tubo”. Por cierto, en este pasaje se ve claramente que este personaje (al igual que los otros que lo acompañan) no tiene interés político alguno, que se hace patente en la forma como se refiere a Perón (el “viejo ese”).

Cuando llega el 20 de junio, los nombrados personajes (y otros “socios” más) se apostan lo más cerca del palco que pueden para tatar de vender su mercadería. Cuando pasan columnas de las distintas fracciones peronistas, no les interesa a los “pícaros” de qué color político son, sino solamente vender lo que tenían. Así, por ejemplo, cuando avanzan columnas de FAR y Montoneros, Willy intenta congraciarse con ellos: “¡Póster! ¡Póster del General! Y claro tenía que comprárselos; entonces comenzó a gritar ‘póster póster del General auténticamente Montonero’, y también gritó ‘Perón, Evita, la Patria Socialista, a los póster montoneros, muchachos, sonreía gritando por la Patria Socialista y vivan los Montoneros y FAR y Montoneros son nuestros compañeros’”.

Por otro lado, en cuanto al momento del enfrentamiento armado entre las distintas fracciones del peronismo, a pesar del dramatismo que encierran los sucesos, ello no provoca nada en especial en los personajes, pues se lo comenta entremezclado con hechos banales: “A cada minuto pasaba una ambulancia, algún arriesgado decía por lo menos eran cincuenta los muertos, un tipo que tenía una radio portátil estaba más rodeado que una vedette, la marcha peronista, Rocamora caminaba cantándola, y cuando se dio cuenta de que la cantaba se dijo que la marchita era muy pegadiza, linda, se dijo que Hugo del Carril debió haber hecho mucha guita”.

Como señalamos en otras muchas notas nuestras, la narrativa argentina ha dado cuenta de mil maneras de los hechos cruciales de nuestra historia reciente. En este caso, Asís optó por la “picaresca” para narrar los dramáticos sucesos desde lo vivido por personajes que se sienten totalmente ajenos a la conflictiva realidad política del momento.

*Licenciado en Letras (UBA), doctor en Ciencias Sociales (UBA).

@carloscampora01.