Hace cinco años que la mitad de los chicos son pobres en la Argentina. El número es inmenso: 8 millones de niños viven en la pobreza. De ellos 1,2 millones en pobreza extrema. Así lo confirma el informe de Unicef Pobreza monetaria y privaciones no monetarias en niñas, niños y adolescentes en la Argentina. El porcentaje creció y bajó unos pocos puntos desde la segunda mitad de 2018. Por aquel entonces el porcentaje era del 47,2%. Subió al 52,6% en 2019, y al 58% en 2020. El seguimiento sigue hasta el primer trimestre de 2022 y el porcentaje bajó un poco: 51,2% de pobreza infantil, y 13,2% de pobreza infantil extrema. Sin embargo, el 50% se mantiene desde hace años: uno de cada dos chicos argentinos es pobre. Los datos son de construcción propia de la institución con datos del Indec y la Encuesta Permanente de Hogares.
Protección. El documento valoriza las políticas de protección social, sin las que los valores serían “mucho peores”. Tarjeta Alimentar y Asignación Universal por Hijo son dos ejemplos a los que se refirió el especialista en Inclusión Social y Monitoreo de Unicef, Sebastián Waisgrais. Para realizar esta investigación, el experto se preguntó: “¿Quiénes son más pobres entre los pobres?” Se encuentran más casos de pobreza extrema en las mujeres que en los varones. La Negra Albornoz, representante de la asociación La Poderosa señala la “feminización de la pobreza”. “Las mujeres estamos empobrecidas. Por lo general, somos jefas de hogar. Tenemos triple jornada laboral. En la casa, afuera, y en las redes de cuidado en los barrios con merenderos o apoyo escolar”. También se notan más casos de pobreza extrema en las personas más jóvenes; de 25 años o menos. Lo mismo ocurre con personas que tienen seis o menos años de estudio: a menor cantidad de años de estudio, más pobreza extrema según los indicadores. La pobreza aumenta también entre los que viven en barrios populares, viven en la región Centro, el Gran Buenos Aires y el Nordeste. La pobreza monetaria es mucho mayor entre los desempleados y en los hogares monoparentales.
No todo se explica por los ingresos. Si bien la pobreza monetaria se refiere a los sueldos, las ganancias y las posibilidades de acceder a las necesidades básicas, existen también las privaciones no monetarias relacionadas con un contexto, tal vez, estructural, unido con el acceso a la educación; la seguridad, construcción y lugar donde está ubicada la vivienda, si la misma está o no cerca de un basural o en una zona inundable; la calidad del baño; y el acceso a agua potable, entre otras variables. Es decir que, por ejemplo, una familia que reside en una vivienda digna, con niños que acceden a la escuela, pero no llegan a fin de mes, no estaría dentro de esta categoría. Las privaciones no monetarias en niñas y niños disminuyeron constantemente desde 2004 a 2022, aunque el número sigue siendo elevado. Un 69,6% de los niños sufrieron privaciones no monetarias en 2004, y para 2022 el porcentaje fue del 42,5%. Sobre privaciones severas el porcentaje actual es del 15,4%.
Un factor que se tuvo en cuenta para evaluar las privaciones no monetarias fue la “protección social” que se refiere a la elegibilidad y acceso a programas sociales. En los casos de privaciones severas este es el criterio más determinante y se refiere a niños que son elegibles para un programa, pero, aun así, no lo reciben. Es decir que “son aproximadamente un millón de niños que no reciben la Asignación Universal por Hijo y son elegibles”, explica Waisgrais. Algunas de las razones que mencionaron por las que esta situación se produce son las penalizaciones si los niños no están escolarizados que empiezan a darse entre los 13 y 14 años cuando muchos menores comienzan a trabajar y dejan la escuela. Hay 3,7 millones de niños que sufren ambos tipos de privaciones: son pobres en términos monetarios, así como en falta de derechos. Y dos de cada tres niños argentinos, un total de 8,8 millones, sufren alguna de las dos carencias.
Empleo. Un dato puede echar luz sobre la solución: empleo formal. En hogares con trabajadores no registrados, la pobreza infantil asciende a 60%, mientras que en hogares con ocupados formales cae al 32%. Justamente el empleo de calidad es una de las recomendaciones de Unicef para erradicar la pobreza en la infancia. Se sugiere también atender a sistemas de cuidado, para que las mujeres puedan acceder a empleos de calidad, además de políticas específicas y universales para abordar la pobreza estructural en barrios populares. Sin embargo, “en 2022, el presupuesto nacional dirigido a niñez y adolescencia sufrió un ajuste real del 4,3% interanual”. Se achicó también un 45% el presupuesto dedicado a jardines infantiles y un 18% el dedicado a la prevención del embarazo adolescente. De todas maneras, Luisa Brumana, representante de Unicef, aclara: “No estamos para monitorear a un gobierno a otro, sino para contribuir a que los gobiernos se comprometan”. “A cuarenta años del regreso de la democracia resulta clave generar los acuerdos políticos, sociales y económicos para que erradicar la pobreza en la niñez sea la principal prioridad de la agenda pública”, afirman.
“Nos imaginamos a las personas naciendo y cayendo de un lado o del otro de la pobreza. ¿Dónde caés? ¿Elegís dónde caer?”, se pregunta la dirigente popular María Claudia Albornoz. En Argentina existen 5.687 barrios populares. Más de un millón de niñas, niños y adolescentes se saltean al menos una de las comidas diarias, indica el Estudio cualitativo sobre la situación de la pobreza en barrios populares de la asociación La Poderosa. “No queremos tener merenderos, ojalá no existieran los comedores, pero son absolutamente necesarios en medio de tanta crisis”, explica la referente. “En los barrios las redes comunitarias son la primera mano que se extiende”, afirma el estudio. “Yo he pasado hambre, he ido al comedor. Por eso lo hago”, explica al detallar el motor de su actividad. Una de las trabajadoras sociales asegura que en su comedor hay más de 260 personas en lista de espera: “Vos no les podés decir que esperen, ¡tienen hambre hoy!”. La meta más cercana para las dirigentes barriales es ir por un proyecto de ley para el reconocimiento de las cocineras de los comedores. “Lo vamos a ingresar el 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer Trabajadora”, adelantan. Y Albornoz denuncia: “Hace tanto tiempo que muchas compañeras vienen trabajando y no son reconocidas. Hace 33 años que Nely Albornoz mira a su compañera, tiene un comedor en Zabaleta para más de quinientas personas y no tiene garantizada la jubilación”. Nely interviene: “Hay más gente que recibe su plato. A nadie se le puede decir que no”.
Drogas. “El consumo y la comercialización de drogas son parte asfixiante del paisaje. Está presente en las calles, en los pasillos, en la canchita y poco a poco se mete con las familias, los vecinos y la vida de los barrios”, apunta la investigación. “Las chicas y los chicos encuentran en esto (en la droga) un dinero imposible de igualar con otro tipo de trabajos, ya sea cooperativos o changas”, afirma. Albornoz explica la entrada al consumo y al narcotráfico: “Los pibes que perdieron todas las oportunidades están muy cercanos a que alguien venga y les ofrezca vender. Primero entran consumiendo, después entran vendiendo. Esa cadena lleva a lugares de delito donde peligra la vida y terminan presos o terminan muertos”.
Los lazos de contención son fundamentales para evitar caer en el consumo. La organización indica: “Dejar la escuela, los enfrentamientos y la violencia en sus diferentes formas los alejan de sus vínculos más queridos”. “Los vemos chiquititos, los vemos cómo van creciendo y vemos cómo los perdemos. Ese es el espanto que nosotros queremos transmitir para que no pase”, indica Albornoz.
Agua. La falta de agua potable es otro problema para solucionar. Los estudios denuncian que hay familias que tienen plomo en sangre, que la mayoría de las viviendas no tiene cloacas y que cada familia “se hace su pocito en su casa”. E incluso que hay desagotes cloacales que desembocan justo en los barrios. Los días de lluvia se vuelven peligrosos por muchos motivos: por un lado, los desagotes rebalsan, inundando el barrio con agua sucia. “No alcanza el agua para tomar, pero hay de sobra estancada. En algunas esquinas hay como lagunas”, indica una de las representantes barriales. La lluvia también crea un peligro fatal: el riesgo de electrocución. Hay antecedentes de que esto ya ha ocurrido en barrios populares más de una vez; no es solo un temor infundado. Las conexiones eléctricas vulnerables pueden entrar en contacto con el agua logrando un desenlace trágico. Se puede además sufrir un incendio por los mismos arreglos eléctricos, o por la quema de basura para calefaccionar los hogares o cocinar. “Es parte de la realidad cotidiana. A veces le tiran plástico al fuego y los nenes después tienen problemas respiratorios”, relata una vecina.
“Estar en situación de pobreza te achica el mundo. ¿Dónde está Estados Unidos? ¿Dónde está España? ¿Dónde está Francia? Argentina juega en Qatar; ¿vos te imaginás esa parte del mundo? Hay un nivel de abstracción en estas pibas y pibes, porque no han recibido la educación necesaria, que no pueden ni imaginar. No pueden salir del lugar en donde viven ni siquiera con su imaginación”, explica la Negra. Agrega: “Estamos acá para sacar el estigma de que somos ‘planeras’, que nos gusta vivir del Estado y tener hijos. Para eso estamos acá. Les ponemos caras, voces a los números. Porque si lo personal es político, lo villero también es político”.