¿Cuáles son los factores que moldean las oportunidades que tienen los niños para alcanzar una existencia plena? ¿Qué debe ocurrir para que accedan a una vivienda con agua potable, estén en la escuela, se alimenten bien, formen parte de redes sociales integradoras? La experiencia recogida en las intervenciones de Unicef nos muestra que además del nivel de ingresos es central identificar las dimensiones que pueden actuar como barreras o como facilitadoras de la realización de las capacidades de niños y jóvenes. Unicef desarrolló una metodología de medición de la pobreza que permitirá dar cuenta de estos factores, y por lo tanto sentará las bases para idear programas que tomen en cuenta la multidimensionalidad de estos procesos.
El modo en que se concibe la pobreza es relevante para definir políticas para su superación. En los estudios elaborados en el mundo el término pobreza tiene diferentes significados. Sin embargo, hay consenso en que la pobreza es el resultado de procesos sociales, económicos y culturales en que las personas se encuentran privadas de activos y oportunidades. La pobreza se asocia con la exclusión social y la desigualdad, fundamentalmente determinada por la falta de equidad en la distribución de los recursos.
En el Estado Mundial de la Infancia de 2005, se afirma que “los niños y las niñas que viven en la pobreza sufren una privación de los recursos materiales, espirituales y emocionales necesarios para sobrevivir, desarrollarse y prosperar, impidiéndoles disfrutar sus derechos y participar como miembros plenos en la sociedad”.
Desde hace varios años que Unicef, junto con diversas organizaciones a nivel nacional e internacional aboga para que la pobreza infantil sea medida más allá de los bajos niveles de ingresos de los hogares. Existen múltiples aspectos de la pobreza infantil que resultan invisibles para estas mediciones: exclusión social, abuso, violencia, trabajo infantil, acceso a bienes y servicios, nutrición, agua, saneamiento, vivienda e información.
La medición de la pobreza multidimensional infantil arroja que en Argentina, el 30% de los niños sufre privaciones de las cuales el 8% son privaciones extremas. A partir de fuentes oficiales representativas de todo el país para los años 2012 y 2015, Unicef encuentra que la pobreza afecta a casi cuatro millones de niños, niñas y adolescentes. La situación más grave se observa en los primeros años de vida donde la pobreza alcanza a 1.295.000 niños. Desde que un niño nace hasta los 5 años de edad es donde hay
mayores probabilidades
de sufrir privaciones.
Un niño que reside en un hogar cuyo papá o mamá es un trabajador informal tiene una probabilidad tres veces más alta de experimentar privaciones graves, comparado con un niño que reside en un hogar donde el jefe de hogar tiene un empleo decente. La economía informal es uno de los condicionantes fundamentales del mercado laboral actual. Además de sus connotaciones negativas –baja productividad, bajo dinamismo productivo, inestabilidad– es un factor determinante de la pobreza infantil.
Se observa el mismo efecto con la educación de los padres: la probabilidad de que un niño experimente situaciones de pobreza cuando sus padres tienen la primaria completa es 22 veces superior que la del mismo niño que vive en un hogar donde el nivel educativo de los padres es más avanzado. Si los padres alcanzan estudios superiores completos, la probabilidad de que un niño se encuentre en situación de pobreza se reduce a cero.
Si bien desde 2013 no se dispone de datos oficiales de pobreza, las estimaciones realizadas utilizando índices de precios de las provincias de Salta, San Luis y Santa Fe indican que la pobreza monetaria afecta al 25% de la población infantil. La diferencia con la pobreza multidimensional se debe a que cuando sólo se utiliza el ingreso, uno de cada cinco niños que efectivamente son pobres de acuerdo a otras dimensiones quedan fuera del alcance de la medición. La pobreza es algo más que billeteras vacías.
A partir de esta nueva medición, se observa que los programas de transferencias monetarias a los hogares como la Asignación Universal por Hijo que impactaron positivamente en la pobreza extrema, estarían llegando a la mitad de los niños que son pobres de acuerdo a otras privaciones.
De los 28 indicadores utilizados en la medición hay cuatro que explican el 63% de la pobreza. Estas son privaciones vinculadas con el acceso a la información, violencia física o verbal, acceso a la salud y al juego.
En el trabajo se realiza un análisis para detectar cuáles brechas permanecen cuando se controlan todos los demás factores observados. Los resultados muestran que la probabilidad de estar en una situación de pobreza es significativamente mayor para las niñas, para los hogares a cargo de mujeres y para las regiones del NOA y NEA.
El país no puede seguir sosteniendo que la pobreza infantil es una deuda pendiente o un motivo de preocupación. Es necesario establecer metas y respuestas de políticas que apunten a una realización progresiva de los derechos de la niñez.
La meta de pobreza cero establecida recientemente por el Gobierno y alineada con los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenibles establecidos por las Naciones Unidas es un buen indicador. No obstante, el establecimiento de una meta implica, necesariamente, la medición de la pobreza de forma confiable y permanente por parte del Sistema Estadístico Nacional, incluyendo la desagregación de la información para las zonas rurales y para todas las provincias del país.
Las privaciones que afectan a la población infantil son superables con intervenciones directas –provisión de salud, servicios de agua potable, saneamiento y ambiente– e indirectas, mediante acciones dirigidas al mercado de trabajo o por la vía de las transferencias monetarias.
La búsqueda activa para la inclusión de aproximadamente 1,5 millón de niños, niñas y adolescentes que hoy están por fuera de la Asignación Universal es una medida que va en la dirección correcta para corregir déficits de cobertura y apuntar progresivamente a la universalidad del sistema.
La inversión social destinada a la niñez no sólo debe aumentar y optimizar su eficiencia para mejorar las condiciones de vida en las áreas donde se expresan las privaciones, sino que tiene que estar basada en un criterio de convergencia regional que apunte a reducir las disparidades provinciales existentes en el país, y que se traducen en que algunas provincias inviertan en valores per cápita, cinco veces más que otras en políticas de niñez.
Superar la pobreza requiere nuevas políticas dirigidas a mejorar el ingreso de los hogares, que generen trabajo decente para los adultos a cargo del cuidado de los niños y construyan sistemas solidarios de protección social desde una mirada universal. El trabajo registrado, factor central para garantizar condiciones de vida de los niños, debe ser promovido desde el Estado.
Las intervenciones sectoriales (educación, salud, protección social) deben estar articuladas. La acción sectorial aislada puede reducir la privación en un área específica (sobreedad o controles de salud, por ejemplo), pero no garantiza el cumplimiento de otros derechos de los niños, ni los protege de la violación de aquellos que no son considerados en las medidas contra la pobreza, como el trabajo infantil o la violencia física y psicológica.
Esta medición no detalla la situación de los niños en situación de pobreza que pertenecen a grupos sociales particulares como los chicos que residen en zonas rurales, poblaciones indígenas, chicos con discapacidad. Sin embargo es altamente probable que estos grupos enfrenten privaciones significativas, y deban ser protegidos especialmente en el marco de políticas universales.
Todos estos elementos componen un sistema de protección social necesario para lograr las metas de reducción de la pobreza. Esta protección, sensible a la infancia, no significa protección social exclusiva del niño. Muchos aspectos de las vulnerabilidades económicas y sociales de los niños las comparten también con sus hogares y comunidades. Abordar estas vulnerabilidades es tan crucial para los derechos del niño (humanos) como enfrentarse a aquellas que son específicas de los niños y niñas.
La infancia es un período crucial en términos de crecimiento físico, cognitivo y psicológico. Esto puede ser tanto una oportunidad como una amenaza. Una oportunidad, porque invertir en los niños asegura su bienestar y les ayuda a alcanzar su pleno potencial. Una amenaza, porque es difícil recuperar las pérdidas que generan la violencia o la falta de escolarización, con consecuencias permanentes en la productividad y los ingresos de los adultos.
Tenemos el imperativo como sociedad de reducir el 30% de pobreza infantil. Es la única forma de lograr sociedades cohesionadas, donde se hagan efectivos y se protejan los derechos de la niñez.
*Especialista en Monitoreo y Evaluación de Programas de Unicef.