Este reportero se sienta a escribir un artículo frente a su vieja computadora de escritorio, con la ayuda del aire acondicionado tratando de evitar las consecuencias del demasiado calor y de estimular el ingenio para poder armar una nota interesante para el lector y la lectora. Pero no puede evitar pensar que es verano, y que hace mucho tiempo que no va a la playa, y qué bueno sería un Búzios, un Maceió. Hasta Valeria del Mar da la talla. ¿Es mucho pedir combinar trabajo y placer? ¿Escribir con los pies chapoteando en el océano (y las manos en el teclado)? Las estadísticas vienen diciendo que no, no es mucho pedir, que cada vez más gente se suma al ejército de los nómades digitales, en general jóvenes profesionales que pueden desarrollar sus labores con una laptop y una buena señal de wi-fi, sin importar el lugar en el que se encuentren.
Origen. Al parecer, el término fue utilizado por primera vez en el título de un libro de dos expertos del mundo de la informática, Tsugio Makimoto y David Manners. Lo interesante es que la obra, Digital Nomad, se publicó en 1997, cuando internet todavía estaba despegando a nivel comercial. En ese año, solamente el 37 por ciento de los adultos estadounidenses estaba conectado a la red, según un reporte del Pew Research Center, aunque al año siguiente ese dato marcaba ya el 41 por ciento.
En cualquier caso, para fines del siglo pasado todavía era común ver en las rutas y los aeropuertos de Estados Unidos –o de Argentina, por cierto– a los representantes de empresas (conocidos allá como “road Warriors” y “viajantes de comercio” acá) que tenían que subirse a un automóvil y viajar cientos o miles de kilómetros o volar varias horas para cerrar un negocio de manera presencial.
Makimoto y Manners escribieron en aquel momento que “las posibilidades tecnológicas actuales y futuras, combinadas con nuestra necesidad natural de viajar, permitirán una vez más que la humanidad viva, trabaje y exista en movimiento”.
Treinta años después, esas posibilidades tecnológicas son enormes y en 2021 se estimaba que cerca de 35 millones de personas trabajaba en ese régimen alrededor del mundo. Según la consultora y plataforma laboral MBO Partners, en 2022 unos 16,9 millones de trabajadores estadounidenses se describían a sí mismos como nómades digitales: un aumento del 9 por ciento respecto del año previo y “un asombroso” 131 por ciento más desde el año anterior a la pandemia (2019).
Los nómades digitales desafían una definición única, pero todos eligen combinar el trabajo a distancia y viajar por diversas razones y períodos de tiempo. Algunos nómades viajan durante años, moviéndose regularmente entre países y continentes.
Para quienes prepararon el informe de MBO, los nómades digitales “desafían una definición única, pero todos eligen combinar el trabajo a distancia y viajar por diversas razones y períodos de tiempo”. Algunos “viajan durante años, moviéndose regularmente entre países y continentes”.
Haciendo un poco de (breve) historia, recordaron que la pandemia de covid-19 “es quizás el mayor impacto individual en el crecimiento y la composición de los nómades digitales”. Los “trabajadores tradicionales (aquellos empleados a tiempo completo por una organización) –continúa el estudio– fueron sacados de sus oficinas y muchos salieron a las rutas para abrazar su nueva libertad”.
MBO distingue en el reporte las diferentes versiones de los nómades, que van desde aquellos que siguen llevando a cabo tareas “tradicionales”, pero ahora “on the road”, como diría Jack Kerouac, a trabajadores independientes del tipo contratistas o freelancers.
En general, sigue este análisis, los nómades digitales se volvieron “más jóvenes en los últimos cuatro años”. Pero, de manera un poco sorprendente, “los grupos de mayor edad continúan estando bien representados, con más de un tercio (37 por ciento) proveniente de las dos generaciones mayores y casi uno de cada diez (9 por ciento) mayores de 60 años”.
Finalmente, apunta que estos viajeros digitales, al menos los de Estados Unidos, “trabajan en una amplia variedad de campos”, siendo las principales profesiones la tecnología de la información (21 por ciento), los servicios creativos (12), educación y formación (11), ventas, marketing y relaciones públicas (9), finanzas y contabilidad (también 9 por ciento) y consultoría, coaching e investigación (8).
El tema unificador de estas profesiones es, obviamente, que “se pueden realizar de forma remota utilizando herramientas digitales e internet”, completa el informe.
Latino style. En noviembre del año pasado, una empresa tecnológica argentina fue noticia porque “buscaba talento” y pagaba en dólares. La compañía, Streambe, del sector de la ingeniería de software, necesitaba desarrolladores, testers, analistas y managers de proyectos, entre otras posiciones para las cuales no hacía falta tener como domicilio una casa o un departamento, ni siquiera en el país.
“Para nosotros, ser un nómade digital no es un beneficio, sino una forma de vida –aseguraba en aquel momento Sebastián D’Oria, analista de capital humano en Streambe–. Desde un primer momento, consideramos el homeworking como un derecho y no como un beneficio. Es por ello que cuando se abre una nueva búsqueda, el lugar de residencia del candidato no es un limitante para su contratación”.
De hecho, “hoy en día gran parte del equipo se encuentra en distintas provincias de la Argentina y en el exterior –señaló en algunas entrevistas que brindó en aquel momento–. Contamos con colaboradores trabajando desde España, Venezuela, Colombia, Uruguay, Estados Unidos y Chile”.
Para facilitar las cosas, “contamos con innumerables formas de comunicación, lo que facilita enormemente la organización y la gestión de la empresa –seguía D’Oria–. En Streambe optamos por reuniones virtuales, plataformas conversacionales y plataformas internas creadas para la organización de la empresa”.
Por su lado, el director de Tecnología de la empresa, Fernando Fariña, abordaba un tema complejo para las firmas argentinas que trabajan con staff nómade: cuando se tiene a toda la plantilla trabajando en el país, explicaba, “podés pagarles en pesos, pero si tenés a la gente girando por el mundo hay que adaptarse a pagar en una cuenta donde puedan recibir su salario y sobrevivir” en otra moneda.
Todos los procesos administrativos para asumir nuevos empleados “cambian a la hora de contratar una persona que viaje por el mundo”, indicó.
Trabajando codo a codo. Lo que en el libro de 1997 de Manners y Makimoto parecía futurología actualmente es una realidad incluso burocratizada. Por ejemplo, varios países europeos, como Alemania, Croacia y Malta, tienen visas especiales para trabajadores nómades, un grupo al que está en proceso de sumarse España. En Argentina también existe un sello especial para los ciudadanos de países que no necesitan visa de turista para ingresar al territorio nacional y que llegan con el objetivo de prestar desde aquí “servicios en forma remota” utilizando “medios informáticos, de telecomunicaciones o análogos, en favor de personas físicas o jurídicas domiciliadas en el exterior”.
La visa de nómades digitales tiene una duración de hasta 180 días y está resultando muy popular, si se tiene en cuenta el ranking de la plataforma especializada NomadList, que puso a Buenos Aires en el tercer lugar entre las favoritas de los empleados viajeros, solamente detrás de Ericeira, en Portugal (considerada la capital europea del surf, por si eso agrega algo al tema) y Bangkok, en Tailandia.
En las reseñas, la mayoría de los comentarios de los usuarios de la plataforma coinciden en que la ciudad puede ser “cómicamente barata”, pero también hablan de inseguridad y de gente “grosera”. Además, “hay que quedarse en Palermo, ya que ese es el lugar principal para extranjeros y nómades digitales”, explicaba uno de los viajeros que pasaron por Buenos Aires, a quien le gustó mucho “la buena comida, y el bife a precios muy asequibles”, pero poco “la vida social”.
Ese viajero destacaba Palermo por ser uno de los barrios con mejores opciones a la hora de encontrar espacios de co-working, un elemento clave en la vida del nómade digital. Porque, al fin y al cabo, se trata de encontrar una justa combinación de placeres y comodidades, tal como lo descubrió un par de empresarios israelíes en 2015 mientras pasaban unas largas vacaciones en Panamá.
Después de sacar cuentas, Rafael Museri y Daniel Rudasevski arrancaron con una propiedad en el país centroamericano, con foco en los millennials y los digital nomads, mucho diseño vintage, pop y nativo y, especialmente, espacios de trabajo compartido y buenas conexiones de internet. En octubre de 2022 ya eran la cadena Selina y salían a cotización en la bolsa de papeles tecnológicos Nasdaq con una valuación de unos 1.200 millones de dólares y con el lema: “Diseñada a medida para el viajero nómada de hoy, ofrecemos a los huéspedes una infraestructura global para viajar, trabajar y divertirse sin problemas”.
Selina tiene ahora decenas de hoteles en todo el mundo, incluyendo varios en América Latina (en Bolivia, Brasil, Chile, México y Perú, por ejemplo) y cuatro en Argentina, incluyendo uno, por supuesto, en Palermo.
Museri y Rudasevski vieron venir la ola de los millones de profesionales, más que nada jóvenes, que quieren vivir aquel sueño de trabajar en ojotas mientras se saborea un capuccino de máquina italiana. (Por cierto, un informe difundido en octubre del año pasado por ReportLinker estimaba que el negocio de los coffee shops va a crecer para 2027 a más de 200 mil millones de dólares, apoyado, entre varios otros sectores de consumidores, por los... nómades digitales, que los seguirán usando como espacios de trabajo).
Para ponerlo en la voz de una protagonista, la argentina Sofía Pasman, de 26 años, que trabaja en publicidad, le explica a PERFIL que el mix de empleo nómada y freelance le permite “elegir en qué proyectos y con qué agencias trabajar”. Sofía pasó ya por el sur de España y por Madrid y ahora está instalada en Barcelona, “cerca del mar”, contratada por una empresa argentina.
—¿Y qué es lo que más te gusta de ser una nómade digital, Sofía?
—Me encanta estar en Barcelona. Podés cortar un rato, ir a la playa, volver y seguir trabajando.
*Ex corresponsal en Washington y en Israel.
Escribe sobre temas de Estados Unidos y Medio Oriente y tendencias.