Nos conocimos hace unos años cuando estaba elaborando el perfil criminal de autor desconocido de un homicidio en plena etapa de investigación. Parecía una escena simulada. La posición final del cadáver, los objetos que tenía alrededor, la mecánica de la muerte se caracterizaban por la ausencia de sangre, a su izquierda una estampita que los investigadores llamaban “San La Muerte”. Noté diferencias y me pregunté quién era el agresor. Por qué ofrendó a la víctima y a cambio de qué. Me encontraba en un punto muerto y necesitaba, como muchas veces nos pasa a los investigadores, alguien que sepa más de un tema que no dominamos. Finalmente contacté a Humberto Miceli, antropólogo con especialidad en criminología, erudito indiscutible en estos temas. Estaba nada menos que ante una auténtica ofrenda ritual de gran simbología: objetos, orientación cardinal del cadáver, fecha y ausencia de sangre. Aquellas lesiones inscriptas en el cuerpo, estaban llenas de significados y fue toda una revelación interpretarlos, a pesar de mi experiencia del trabajo de campo en criminología forense, donde casi nada me sorprende, me impactó este nuevo mundo. Miceli dirige junto a Silvia Ríos el Gabinete de Investigaciones Antropológicas de Corrientes. Colaboran con fiscalías y juzgados a lo largo del país para esclarecer casos de crímenes en rituales de culto que conmocionaron a la opinión pública.
—¿Por qué eligió esta rama de antropología?
—Me convertí en un etnógrafo y en un etnólogo y con todo el conocimiento y la experiencia de muchos años trabajando en zonas rurales, marginales urbanas y urbanas, sobre toda la variedad de aspectos ideacionales que tienen los distintos grupos humanos y así llegué a la bifurcación de ese camino: todo ese bagaje de conocimientos sobre magia, mitos, curanderismo, brujería que son parte de la cosmovisión de muchas personas me sirvió para detectar un fenómeno y crear una línea de investigación propia y específica: la etnografía del crimen ritual de culto.
—¿Cuál es la diferencia entre religión, culto y secta?
—Tanto las religiones como las sectas tienen un punto de partida en común que es el culto. El culto es la adoración o devoción a una persona o cosa que implica un conjunto de ceremonias con las que se testifica sumisión o acatamiento a un dios o deidades. Las religiones, con base en su culto, disponen de una estructura de mayor complejidad que una secta con una autoridad central, un cuerpo colegiado, u sistema legal propio y exclusivo. Con una filosofía dogmática general del que se derivan otros dogmas o doctrinas, además de estar vinculados a poderes estatales, tienen espacios sagrados exclusivos y oficializados para el culto. Un rasgo fundamental en las religiones es la actitud de sumisión a los poderes sobrenaturales por parte de quienes la integran, que generalmente es interpretada como edificante y constructiva. Sin embargo, las sectas son derivaciones de otros cultos de los que se apartaron un determinado grupo de seguidores, siguiendo a un nuevo líder.
—¿Todas las sectas son coercitivas y violentas?
—Más allá de la connotación negativa, no todas son destructivas (coercitivas, violentas, etc.). Muchas de las grandes religiones tradicionales nacieron como sectas y fueron evolucionando hasta adquirir el estatus de religión. En épocas paleocristianas, entre los años 50 y el 100, el cristianismo fue una secta derivada del judaísmo. La etimología de la palabra secta resume las características por la cuales se las distingue como tales. Secta proviene del latín sequi y significa seguir, se sigue a un maestro y al mismo tiempo se separa del resto de la comunidad. Los seguidores se convierten en “adeptos”, el adepto es “el que ha alcanzado la meta”: adeptus: “el que ha alcanzado”. Así se separan de una línea doctrinaria principal, pero también en muchos casos de la sociedad.
-—Quiénes las componen?
—Por un lado, existen los líderes, hombres o mujeres, que adquieren distintas investiduras según la secta sea religiosa, psicoterapéutica, ufológica. Así se conocen como maestros, profetas, elegidos, sacerdotes, hermano, por citar las más comunes. Luego están los adeptos. Acá se distinguen personas que, fueron captadas y militan activamente al interior de la secta viviendo y conviviendo con sus iguales. Pero también existen, en algunos casos, clientes de estas sectas: personas que acuden buscando un servicio, un milagro, un favor, según como se lo considere en cada contexto sectario, pagan por ello y se retiran hasta que necesiten nuevamente. En muchos casos esa necesidad se vuelve cada vez más frecuente, como una adicción, y ello los lleva a convertirse progresivamente en un adepto más.
—El pensamiento mágico se encuentra dentro de la evolución psicológica de las personas, con el paso del tiempo el pensamiento mágico animista va perdiendo fuerza desde la visión antropológica. ¿Qué hace que las personas privilegien ese pensamiento ante la evidencia que les da la realidad?
—Podríamos decir que el pensamiento mágico, si bien se remonta a los principios humanos, nótese que ya Neanderthal cuando pintaba animales en las paredes de las cuevas donde vivían, lo hacían con un sentido mágico para cazar al animal, también es un signo de la posmodernidad: numerosas personas que al no creer en nada creen en lo primero que se les ofrece o se pone de moda. El pensamiento mágico es inherente al ser humano, sea en el plano consciente o inconsciente, sea que lo admita ante otros o ante sí mismo o lo niegue por cuidar las apariencias. Está en las cábalas de los apostadores y los jugadores profesionales de casi todos los deportes. Está en ese traje que el profesional elige volver a ponerse en un día especial porque anteriormente le trajo suerte. Está en el que evita pasar bajo una escalera, en los consejos y protecciones del más allá que reciben muchos líderes y dictadores políticos.
—¿Por qué en muchas sectas criminales el sacrificio animal y el de seres humanos es importante?
—El sacrificio se refiere a la consagración de un ser vivo para ofrendar a una deidad, generalmente en un altar o en un lugar natural seleccionado. En muchas sectas consiste en la inmolación de animales para alimentar a sus deidades y/o transporten mensajes. A veces su sangre es utilizada para consagrar iniciados y convertirlos en acólitos y futuros servidores de los líderes sectarios. Según el tipo de animal, el color del pelaje o plumaje tiene un valor simbólico particular. Cuanta más inocencia posee la víctima, mayor valor tiene la ofrenda y en la creencia de quienes realizan el sacrificio, mayores beneficios obtendrán por su importancia. En cuanto a los sacrificios humanos, ninguna secta o culto organizado lo tiene en sus preceptos, pero lo cierto es que existen grupos sectarios que lo practican.
—La violencia grupal de estas sectas criminales fue estudiada por diversas disciplinas ¿Qué los lleva a participar en crímenes tan cruentos?
—Las sectas destructivas se constituyen en parásitos del cuerpo social. Refuerzan su identidad grupal aniquilando las identidades personales. Aprovechan vulnerabilidades emocionales, psicológicas y espirituales para lograr ese sometimiento y la sumisión a cualquier mandato incluso cuando traspasa todas las inhibiciones y límites morales. Esto conlleva quebrar principios morales y éticos, desintegrar la personalidad del adepto y adoctrinarlos en prácticas violentas, incluso desde niños. Con ello naturalizan la violencia, la crueldad y la cosificación de la vida humana.
—Formaron parte de la investigación de un crimen que marcó a la sociedad, el del niño Ramoncito González, en Corrientes ¿Cómo fue trabajar en ese caso?
—Fuimos requeridos por el fiscal del caso que nos exhibió fotografías del cuerpo descuartizado de la víctima. Participamos en ese y en todos los casos en calidad de expertos, no de peritos. Trabajamos con métodos etnográficos, solos y con la policía local. Con entrevistas a personas que podían estar involucradas, con el análisis semiótico de la escena de hallazgo, de los allanamientos, de objetos secuestrados y por supuesto con los oficios judiciales, hasta llegar al testimonio como experto en los juicios. Tuvimos innumerables obstáculos externos a las áreas judiciales, para trabajar. Tuvimos que trazar caminos de investigación entre la indiferencia y la apatía de una sociedad que nunca dimensionó lo terrible del caso y las opiniones y veredictos de quienes, sin saber del tema, se erigían en conocedores contradiciendo y descalificando nuestras hipótesis de trabajo.
—Entiendo que fueron de los pocos que tuvieron acceso al expediente para colaborar en la investigación del niño Marito Salto en Santiago del Estero. ¿Qué conclusiones puede compartir con nuestros lectores?
—Trabajamos en el caso Marito Salto desde meses posteriores a su desaparición hasta la conclusión del Juicio a los imputados en la causa. Igual que en el caso Ramoncito. Participamos de allanamientos y sí por supuesto accedimos al expediente. Se trató de un grupo sectario consolidado que tenía jerarquías diferenciadas. Su adoración estaba dirigida a Belcebú y al Señor La Muerte. La víctima fue elegida de acuerdo a características especiales y se hallaban en búsqueda de una niña cuando los alcanzó la Justicia.
—¿Cuál es la importancia de capacitarse para abordar escenas de gran complejidad?
—Este tipo de crímenes siempre se alimenta de varios delitos concurrentes, involucra personas con distinto grado de participación, algunas muy ocultas y generalmente adquieren la configuración de un proceso más que de un hecho criminal, porque consta de varias etapas que no terminan con la muerte de la víctima. Por eso, su tratamiento difiere de los delitos convencionales, requiere mucha labor de inteligencia y mucha preparación del personal policial y judicial para su abordaje.