Francisco es el primer sucesor de san Pedro surgido de la Iglesia sureña y latinoamericana. Cuesta interpretar un proceso que, desde el sur global, está cambiando el catolicismo. En 2013 usé la expresión “Sopla el viento del Sur”. El papa emplea esa frase en la entrevista “El pastor”, publicada por Francesca Ambrogetti y Sergio Rubin. Él expresa el rostro latinoamericano de la Iglesia, reflejado en la fe de sus pueblos y la enseñanza de sus pastores, sobre todo en la Conferencia de Aparecida, en 2007.
Su estilo combina la gramática de la simplicidad y la cercanía en el trato que se hace caricia y abrazo. El código Francisco evangeliza por palabras sencillas y gestos elocuentes. Cuando me preguntan si es el mismo de Buenos Aires, distingo entre los verbos ser y estar de nuestra lengua. Francisco es Bergoglio, pero está distinto. En la serenidad es el mismo; está distinto al expresar los afectos.
Su papado significa el inicio del fin del eurocentrismo eclesial y acelera el paso hacia una Iglesia efectivamente mundial. Luego de un primer milenio signado por las Iglesias orientales y un segundo dirigido por la Iglesia occidental, amanece un ter-cer milenio revitalizado por las Iglesias del sur en una renovada catolicidad intercultural y una figura pastoral policéntrica. El papa argentino reconoce el protagonismo central de las peri-ferias y los periféricos, desde la Amazonia a Madagascar.
El papa comenzó a reducir las asimetrías entre Iglesias del norte y del sur. Nombra cardenales en los pueblos más pobres, de Haití y Burkina Faso a Etiopía y Vietnam. Visita países de gran población católica: Brasil, México, Filipinas, Estados Unidos, Polonia, y otros con minoría o en situaciones de conflicto: Turquía, Armenia, Bangladesh, Marruecos, Grecia, Tailandia, Barhein. Irá a Mongolia.
Francisco de Asís e Ignacio de Loyola. El primer papa jesuita eligió el nombre de san Francisco. Admira su unión con Cristo y su compromiso por reformar la Iglesia del siglo XIII: “Repara mi casa”. En Asís expuso tres rasgos del santo que lo marcan: justicia, paz y cuidado del amor. Destaca el amor a los pobres desde el abrazo a “la Señora Pobreza”; el carisma pacificador cifrado en el lema “Paz y bien”; la fraternidad con las personas y todos los seres, expresada en la alabanza del Canto de las creaturas. El nombre elegido expone la unión con Jesús, la reforma de la Iglesia, los tres desafíos.
Francisco contempla el rostro de Cristo en el Evangelio, re-presenta al Pueblo de Dios como una pirámide invertida y sueña en una opción misionera capaz de transformar todo. Las pa-labras misión, discernimiento, alegría, consuelo, peregrinación –sínodo significa caminar juntos– brotan de una espiritualidad evangélica apoyada en san Ignacio de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús.
Los grandes documentos de este papa se titulan: “La luz de la fe”; “La alegría del Evangelio”; “La alegría del amor”; “Alabado seas”; “La alegría de la verdad”; “Alégrense y exulten”; “Todos hermanos”. Pablo VI dejó estos dos grandes documentos: “Alégrense en el Señor” y “El anuncio del Evangelio”. En “La alegría del Evangelio” Francisco reúne las dos palabras y nos mueve a cultivar la dulce alegría de evangelizar.
La revolución de la ternura. La renovación de la Iglesia busca comunicar con transparencia el estilo de Dios, que es cercanía, compasión y ternura. El papa transmite la frescura del Evangelio centrado en la revolución de la ternura. La exhortación “La alegría del amor” expresa la misericordia que acompaña, discierne e integra las heridas. La encíclica “Todos hermanos” presenta la compasión del buen samaritano como modelo de una praxis de aproximación hacia los vulnerables y vulnerados. Recrea la doctrina social de la Iglesia para promover la fraternidad universal y la amistad social.
La misericordia es un principio hermenéutico del papa, como se nota en su apertura a los migrantes y la protección de los menores. En su primer viaje a Lampedusa manifestó su amor a los que dejaron el hogar forzadamente. De Ciudad Juárez a la isla de Lesbos denuncia la indiferencia, convoca a la hospitalidad, promueve la integración. Él nos dice: “Estuve de paso y me recibieron” (Mt 25,35).
Desde el inicio, Francisco asumió dos procesos comenzados por Benedicto XVI. Por un lado creó organismos de control y decretó normas severas para luchar contra el pecado, el crimen y el escándalo de los abusos de menores cometidos por miembros del clero. Por el otro, continuó la reforma de los organismos administrativos y financieros de la Santa Sede para que actúen con transparencia, solidaridad y eficiencia. Una vez me dijo que esto le llevó más tiempo de lo previsto. En ambos casos cultiva la sinodalidad para superar el clericalismo, que es el ejercicio arbitrario del poder pastoral.
Justicia, paz, cuidado de la casa común. En “La alegría del Evangelio” el papa formuló la dimensión social de la fe centrada en los pobres y la paz. En la encíclica socioambiental “Laudato si” fomentó el cuidado de la casa común. En una Plaza de San Pedro vacía consoló a la humanidad en pandemia: todos estamos en la misma barca, nadie se salva solo, de la crisis se sale mejor o peor. En el libro Soñemos juntos reúne sus propuestas creativas por un mundo más justo en la pospandemia.
En 2009 Francisco visitó al gran imán sunita Ahmad al-Tayyeb en Abu Dabi. Firmaron el “Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia”, porque Dios creó a todos los seres humanos iguales en la dignidad y los llama a convivir como hermanos. En 2021 peregrinó a Irak, la tierra de Abraham, padre de las tres religiones monoteístas. Dijo que la violencia terrorista es una traición a la religión y un abuso de la fe. Nos recuerda la frase de Jesús: “Ustedes son todos hermanos” (Mt 23,9) e invita a aproximarse al otro –varón o mujer– con una mirada fraterna.
Entre tantas iniciativas por la paz están la jornada de ayuno por Siria; el viaje a Medio Oriente; la oración con autoridades de Israel y Palestina; la intercesión por el pueblo Rohingya desplazado de Myanmar; el impulso a procesos de reconciliación en la República Centroafricana, Colombia y Mozambique; la mediación entre las dos partes de Sudán; las gestiones –infructuosas– por la martirizada Ucrania; la reciente visita al Congo y Sudán del Sur, pueblos católicos, pobres y en guerra.
La reforma del catolicismo. Con el Concilio Vaticano II, Francisco anima una reforma misionera y sinodal de la Iglesia con cambios paradigmáticos y procesos irreversibles. Evoco un gesto elocuente que me contó. En 2016 convirtió el palacio veraniego de Castel Gandolfo en un museo porque allí Pío XII escondió a familias judías y muchas mujeres dieron a luz en la cama de la habitación papal.
Desde 2021 estamos recorriendo un original camino sinodal de escucha, diálogo y discernimiento comunitario a nivel local, continental y global, que tendrá su asamblea mundial en octubre de 2023 y la segunda en 2024. El lema es: “Por una Iglesia sinodal. Comunión, participación, misión”.
Durante diez años el papa nombró nuevas autoridades y cambió normas canónicas. En 2022 promulgó la constitución “Praedicate Evangelium” sobre la Curia. Nombró seis novedades: ordena los organismos al servicio de la evangelización y la caridad; revaloriza conferencias episcopales y estructuras orientales; impulsa una descentralización de funciones; establece la periodicidad de mandatos para evitar el carrerismo; decide que un laico –varón o mujer– asuma las máximas responsabilidades en una congregación; promueve la presencia de mujeres en actividades de gobierno.
Desde 1531 la Virgen de Guadalupe nos guarda en la pupila de sus ojos y cobija en el hueco de su manto. El papa latinoamericano mira y se deja mirar por la dulzura de los ojos de la Madre de Dios.
El papa y la Argentina
C.G.
Se dice que el papa tiene una relación tensa con la Argentina, donde vivió 76 años. ¿Él la tiene? ¿Cuáles son las pruebas? Al contrario, hay gestos, como “La carta a los argentinos” de 2018 y su saludo “Al gran pueblo argentino salud” que manifiestan su amor. Algunos crearon un vínculo áspero con el papa y lo pusieron en la grieta con varios mecanismos: imágenes y palabras editadas, zócalos televisivos repetidos, selección de frases, tergiversación de nociones, noticias falsas, atribución al país de mensajes universales, ataques a gestos pastorales, calumnias fundadas en supuestas confidencias, ataque a personas amigas, manipulación de fotos por políticos que lo visitaron, etc.
El kirchnerismo lo persiguió siendo arzobispo, lo hizo citar como testigo en el juicio ESMA 1 y buscó la forma de apresarlo en 2010; hizo operaciones internacionales para dañar su imagen en los cónclaves de 2005 y 2013; manipuló información para presentarlo cercano a sus gobiernos. Contó con muchos operadores, canales afines y un diario nacional. El macrismo operó para enfrentarlo a electores antiperonistas pues sus teóricos decían que tenerlo como enemigo daba votos. Contó con muchos operadores, canales afines y otro diario nacional. Inventaron noticias, dieron repercusión a gestos menores, para polarizarlo repetían que era peronista; desacreditaron su autoridad con burlas.
Ambos poderes lograron que católicos argentinos de clase media se hicieran una imagen mediática del papa que no corresponde a su forma de ser, ni a lo que piensa, ni a lo que hace en su pontificado. No saben a los que recibió en diez años, ni a los que les mandó rosarios –muchos de ellos no los usaron mediáticamente– ni leyeron una página de todo lo que escribió y dijo sobre la Iglesia y el mundo. Bastaría ver cómo asume las palabras del exsenador Esteban Bullrich en el libro El pastor.
Siguiendo a Jesús, el papa nunca se defendió de los ataques, que conocía muy bien. En estos días, al dar entrevistas a medios argentinos que lo buscan por su décimo aniversario, está mostrando sus sentimientos, aclarando situaciones, dando definiciones, expresando su deseo de visitarnos.
*Decano de la Facultad de Teología de la UCA.