Puede sonar a cliché pero, sobre todo en países emergentes, sin dudas tiene una cuota de heroísmo toda iniciativa que apunte a tornar más justas las relaciones de consumo entre personas de a pie y grandes compañías.
De tanto andar por los senderos de la innovación tecnológica, la vida me cruza con Tomás Vega Holzwarth, un abogado “de la república de Córdoba” que ve en la tecnología una oportunidad de llevar la bandera del daño punitivo –que la empresa que no respeta los derechos de un consumidor pague el resarcimiento, y más como castigo ejemplar por lo que hizo– a todo lo alto.
A Tomás el estandarte no se lo quita nadie, porque se lo ganó al iniciar el camino con un bautismo de fuego: poco después de recibirse defendió a su abuelo, Guillermo Tomás Holzwarth, ante una mutual crediticia que le debitaba, mes tras mes, cuotas de la jubilación, sin permitir detener el cobro automático y pretendiendo hacerse de una suma ocho veces superior al monto que le habían prestado.
“Las grandes empresas tienen hecho el cálculo de costo-beneficio, y los departamentos legales lo usan para asesorar al directorio (…) las probabilidades de que una persona común y corriente se le plante a una firma global son ínfimas, y por lo mal que la Justicia funciona, es una batalla que sentís que está perdida de antemano. Mi abuelo, en 2012, sacó un préstamo que iba a devolver con la jubilación, y la mutual que se lo otorgó le multiplicó por ocho el monto automáticamente”.
La cara se le transforma cada vez que recuerda el episodio. “Yo lo defendí, fuimos a juicio y en 2018 nos dieron la razón, pero mi abuelo murió una semana antes de la sentencia. Así nació Reclama Conmigo”.
En acción. Con ese nombre, que invita a no quedarse de brazos cruzados, Tomás contestó al golpe que significaba, en su vida, ganar una batalla jurídica y emotiva, pero perder a su abuelo. “Pensá que sobre todo cuando vas al consumo minorista, el que hacen nuestros abuelos o la gente de menos recursos, vos sabés que ahí el abuso es más grande, por eso ahora el segmento para empresas que planteamos en Reclama Conmigo es lo más ágil para resolver un tema de defensa del consumidor sin pasar por la Justicia”.
Entrando a la plataforma, no hay demasiadas vueltas. Un renglón grande ofrece escribir el nombre de la empresa, organización o persona a la que se quiere reclamar. Clic en el botón con ese verbo, y el proceso está iniciado. “Conectamos directamente esa queja que ingresás con el área correspondiente de la empresa. Con tecnología, les ahorramos tiempo y dinero a ambas partes. O sea, partimos de que el juzgado es como el quirófano, la última opción”.
La experiencia del usuario y las posibilidades de la tecnología actual hacen toda la diferencia para Vega Holzwarth, que deja claro cómo entiende la tenaza que aprieta al consumidor argentino y, según la estadística, latinoamericano: “Un Estado inmensamente burocrático e ineficiente, y organismos de control que dejan pasar cualquier exceso que perjudica al más chiquito de la cadena”.
No está mal que se sienta “onda Robin Hood” aquel que logra un tiro para el lado de la justicia, valga la metáfora. Y tampoco debería sonar extraño que Tomás haya emprendido en el rubro defensa del consumidor al detectar un área “poco explorada y mal explotada”. A Reclama Conmigo le siguió Odis, una plataforma más apuntada a los abogados y mediadores, con todas las tecnologías digitales embebidas en un solo lugar.
En definitiva, el capitalismo de este siglo tiene un componente ético del que careció hasta ahora. Los derechos de tercera generación, consagrados en la Constitución del 94, representan un cambio de mentalidad que, muy lentamente, se materializa. Allí está el artículo 42, el de los derechos del consumidor, una figura que no aparecía en el discurso normativo antes de los 90.
Ejerciendo esa facultad, Tomás le ganó un juicio a la aerolínea Latam en 2019, porque le cancelaron un vuelo unilateralmente y sin previo aviso. “Fue extraordinario ganarles a los ‘poderosos’ –lo pone entre comillas–, que están acostumbrados a hacer lo que quieren”, admite con inocultable satisfacción.
Si bien ese caso le significó apariciones en la prensa y consolidó su expertise en el rubro, no impactó en él de la misma manera que haberse involucrado en un abuso en el que la víctima era su abuelo: “(A la empresa) le cobré honorarios con todo placer y sentí que, defendiendo a mi abuelo, lo hacía en nombre de todos los jubilados a los que explotan con esa clase de préstamos usureros”.
La energía de Vega Holzwarth es contagiosa. Cada frase la pronuncia con firmeza, enfatiza y es claro al enunciar. Más aún, por momentos sus argumentos son casi una arenga. Las ganas que le pone al desarrollo de la tecnología se notan del mismo modo, al punto que ya hace planes para escalar a la región.
Las herramientas digitales que hoy, en buena medida, nos simplifican la vida permiten soñar en grande. Dada la percepción negativa respecto de la Justicia que la comunidad de toda América Latina comparte, no sería nada raro que las ideas de Tomás florezcan en esta parte del mundo, donde las asimetrías y desigualdades se padecen fuerte.
Por ahí, los emprendimientos con aires de Robin Hood abren la puerta a escenarios en los que la economía de mercado se vuelva sostenible y se renueve. Será, sin dudas, un tiro (digital y cordobés) para el lado de la justicia.