“Íbamos llegando con el micro a la puerta del edificio donde vivíamos y vemos que hay un camión de bomberos… Nos miramos con mi hermano y dijimos ‘no puede ser’. Bajamos, y una vecina nos saluda en la vereda, nos da un chocolate a cada uno y nos dice: ‘Se incendió la casa de ustedes, pero no se preocupen que no fue grave’. Nos miramos con mi hermano y no lo podíamos creer”.
El que habla es Félix Trusso Krause, fundador de Sheltr, una plataforma que ofrece diseñar la casa propia y construirla invirtiendo alrededor del 30% menos que si el proyecto fuera desarrollado en forma tradicional.
La manera de lograrlo conjuga tecnología con una mirada de negocio que va mucho más allá de cuestiones de mercado. El problema de la vivienda en América Latina es grave, sin dudas, y la experiencia de vivir en una casa quemada marcó a Félix tanto como, luego, alojarse de prestado en el campo y construir un nuevo hogar sin tener idea de cómo hacerlo.
La charla con Félix transcurre por diferentes momentos de su vida, pero vuelve una y otra vez al traumático momento en que le tocó vivir, con sus seis hermanos y sus padres, en aquel departamento de Palermo que se había incendiado.
Tiene recuerdos detallados de aquello: el piso gris, las paredes de su habitación particularmente afectadas porque, según supieron luego, el fuego se inició allí, por descuido de alguien que colocó una toalla sobre la estufa para secarla.
De ese episodio siempre sigue con la vida en el campo, en una casa prestada y en malas condiciones, y la construcción de un nuevo hogar “que podría haber sido mucho mejor, con la misma plata y los mismos materiales, si hubiéramos sabido cómo hacerlo”. “Durante siete años estuvimos construyedo y no se terminó”. Algo del orden de la reparación, de venir a salvar el error familiar, se deja leer entre líneas.
De esos años en la primaria, la huella indeleble permanece en la memoria de este chico que estudió Arquitectura en la UBA pensando en que el camino era emprender para encontrar soluciones habitacionales innovadoras que le dieran a mucha gente la posibilidad de tener su casa.
—Generalmente, quienes encuentran escalabilidad en sus proyectos usando tecnología esperan ganar mucho dinero en poco tiempo; no apuntan a masificar su propuesta. ¿Cuál es tu mirada al respecto?
—Nosotros empezamos Sheltr en la Villa 31, porque siempre creímos que la clave era darle oportunidad a más gente de que tenga su casa. Por otro lado, los problemas de diseño habitacional que hay en las casas de barrios pobres son transversales a toda la sociedad. O sea, hoy día no estamos enfocados necesariamente en villas, pero nos toca remodelar un edificio en barrios de clase media alta de Capital Federal y los departamentos son cajas de zapatos, mal iluminados, con materiales que no responden a criterios de sustentabilidad. ¡La gente paga muy caro el metro cuadrado en Buenos Aires, y encima compra casas mal hechas! Entonces, hoy apuntamos a un segmento más medio permitiendo que lo que se imaginan se vea reflejado en el resultado, que es ni más ni menos que su casa; y pagan menos, porque buscamos eficiencia.
—¿Realmente la inquietud por la vivienda comenzó con el incendio de tu casa?
—Sí, y después esa reflexión fue creciendo. Me tocó trabajar en México DF diseñando el nuevo aeropuerto de El Salvador, con un equipo a cargo de la familia de Carlos Slim (N de R: uno de los hombres más ricos del mundo) y recuerdo que programaba para mi proyecto anterior, Carbonno, a la madrugada. Después trabajábamos con el equipo del aeropuerto, y los días en que no me movía del departamento miraba la ventana y no podía creer que estuviera pagando tanto por algo que no tenía ventilación, súper ruidoso, muy chico. Siempre comentaba con mis amigos que el problema habitacional se veía transversalmente en toda América Latina.
—¿Vos incluís programación en tu trabajo como arquitecto?
—Claro, siempre tuve esa inclinación, o sea, me di cuenta de que lo que los arquitectos hacemos en los planos se podía automatizar y hacer más rápido programando. Ahora, al ofrecer una plataforma, le permitimos al cliente que haga su aporte en el diseño de la casa que va a construir, y a su vez lo digital nos permite generar volumen de clientes, que es la otra manera de bajar costos. Tratamos de construir mucho porque así obtenemos mejores precios en materiales y el software hace más eficiente el uso de hormigón, ladrillos, todo. Obviamente, la aplicación le da al cliente y a todas las partes total trazabilidad. Cada uno entra y sabe qué está pasando, en qué etapa estamos, cuánto se invierte en cada cosa.
—¿Cómo fue tu experiencia en Europa?
—Yo ya había empezado a estudiar Arquitectura y en los últimos años de carrera hice cursos de Python y Grasshopper en la UBA. Entonces recibí una beca de Alemania. Fuimos con un grupo de compañeros que éramos los de mejores calificaciones de una cátedra de la FADU a Stuttgart y rotamos por distintas universidades. Claro, hace ocho años diseñar programando era muy novedoso, pero cuando fuimos a Alemania vi que ellos ya lo tenían avanzado. La organización es la DAAD (N de R: la sigla viene del alemán, y su traducción es Oficina Alemana de Intercambio Académico) y yo elegí ver la relación entre construcción liviana y programación. Allá incluso ya incorporaban robótica. Pero lo que vi es que nadie tenía la idea de democratizar el acceso a la vivienda. Todos intentaban hacer megaproyectos, cosas muy caras, emblemáticas, y yo pensaba que esa tecnología tenía que permitir bajar costos.
—Eso es singular, porque quienes desarrollan tecnología buscan cuál es la implementación más redituable de su solución, y lo masivo siempre es más trabajoso cuando un proyecto se propone escalar.
—Es cierto, pero yo estoy enamorado de un problema, y todo lo pienso como forma de resolverlo. Me gusta innovar, pero intento pensar proyectos con propósito. Por supuesto que quiero que a mi empresa le vaya bien. Ahora, en esta etapa, todo lo uso para reinvertir. Tenemos que vender más para validar la solución y luego quizá levantar capital. El año pasado y este construimos mucho, y eso nos dio aire para desarrollar la versión 2 de la app que estamos terminando. En definitiva, trabajamos bien, nos pagan bien, pero todo va de nuevo a alimentar el proyecto.
* Periodista especializado en innovación tecnológica.