Calificación: Excelente.
De todas las especies que habitan el planeta, la humanidad ha mostrado siempre mayor voluntad autodestructiva. Chernobyl, la excelente miniserie de HBO, pone el foco en esa cuestión. El desastre inventado, que no habría ocurrido por el simple avance de la naturaleza, y las estrategias para enfrentarlo o esconderlo. El 26 de abril de 1986 se produjo el accidente en la central nuclear de Chernobyl. Faltaban poco más de tres años para la caída del Muro de Berlín, se suponía que la Unión Soviética gozaba de buena salud, pero la catástrofe dejaba a la vista un sistema en crisis de administración y de legitimación. Algunas personas murieron en el acto, decenas en las siguientes horas, centenas en los días posteriores, miles después. Ante ese hecho, la miniserie muestra cómo entran en conflicto dos visiones/reacciones: la de los científicos que comprenden la dimensión de la catástrofe y tratan de minimizar (es un decir) los daños (Harris y Watson, siempre estupendos), y la de los funcionarios que captan la dimensión política de la catástrofe (Skarsgard) y por lo tanto tratan de hacer como si no pasara nada, o de que se note lo menos posible. Este enfrentamiento muestra otra desgracia de la humanidad: haber creado un sistema en el cual siempre quien se dedique a crear contactos se va a imponer en la estructura por sobre quien se dedique a capacitarse en un tema determinado.
En la serie, sobre todo en el primer episodio, se ve con nitidez la forma en que los mediocres son quienes toman las decisiones, mientras los capacitados deben obedecer. Si bien se muestra como característica de la Unión Soviética, no resulta difícil extrapolarlo al resto de las latitudes. Quien sabe cómo ganar se impone a quien sabe para qué ganar; quien sabe cómo ascender obtura a quien sabe qué hacer. Mediocridad versus capacidad. Con una pregunta pendiente: cuántas muertes son aceptables antes de dar por terminado un ciclo político-administrativo.
Chernobyl es un drama, pero funciona, casi sin desearlo, como terror. El imponente horror de las catástrofes que producen las malas administraciones y luego se dedican a tapar, intentando dejar atrás las muertes que generaron, que los cadáveres se transformen en nada. Sea una central nuclear, sea una inundación previsible, sea la ausencia de control de variables económicas como la inflación. Chernobyl nos recuerda cómo estamos y en manos de quiénes. Y ése es el verdadero terror.