Viene de editar, o mejor dicho va a editar el último capítulo de Hermanos y detectives , que Telefe programó para el jueves 16 a las 21, en un cambio de horario, otro más, que hizo que el ciclo que comenzó con 28 puntos terminara en 24.8, por más perdido en la programación que estuviera. Así, los diez programas de Damián Szifrón protagonizados por Rodrigo de la Serna y Rodrigo Noya resistieron todos los embates y se despiden con el honor de ser el unitario más visto del año, con un promedio de 24.
—Una duda. Las dos temporadas de Los simuladores sumaron 25 capítulos, ¿cúantas veces se repitieron?
—Muchas… repeticiones enteras creo que fueron cinco, si no me equivoco.
—O sea que la gente vio cinco veces cada capítulo. Y siempre funcionó.
—Sí, siempre funcionó.
— ¿Cuántas entonces podrán repetir Hermanos y detectives?
—Sí, se pueden repetir porque tienen una solidez narrativa, un sentido argumental que no se agota. Son como peliculitas, como cuando ves en cable una película que ya viste 20 veces y sigue teniendo sentido. O como una canción que tiene una construcción de fondo, resiste segundas, terceras, cuartas miradas… por supuesto que llega un momento… concretamente con Los simuladores…
—Ya habían saturado un poquito, ¿no?
—Varias personas me han dicho: “Bueno, basta con Los simuladores”.
— La mirada esperanzadora y optimista de tus ciclos ¿es a propósito o es lo que vos sentís?
—Es lo que siento, a veces. Tengo días pesimistas y momentos donde te copás con ciertas frustraciones y murallones, que te das cuenta de que tenés límites, que las cosas no son como uno quisiera y que no alcanza con las buenas intenciones. Para que las cosas cambien de verdad, hay que tener tenacidad y agresividad, y así modificar algo.
—Si tuvieras que mencionar tres cosas que te encantaría modificar a como dé lugar del negocio televisivo…
—Hay muchas. La verdad es que tengo un panorama más oscuro que cuando terminé Los simuladores. Ahí pensaba que una buena idea o un buen programa, si funciona, modifica, se abre camino solo y la gente lo va a ver, y ya. Ahora no es que tenga una visión negra de la industria, pero sí noto que hay mucha mentira alrededor y mucha cáscara vacía. Es algo tremendo para mí. Porque la televisión de alguna forma es como la educación.
— Lo es. Transmite estilos de vida, de pensamientos, te muestra el mundo, te enseña un lenguaje.
—Está transmitiendo una visión del mundo. No importa lo que te digan en la escuela, vos ves la verdad y la verdad que hoy se transmite en televisión es mentira, profundamente mentira. No sólo por una cuestión de valores, el bien o el mal, las malas palabras… Incluso desde el sexo me parece vulgar. Nadie filma una buena escena de sexo, o una buena escena de violencia donde las muestren para decir algo. Los proyectos salen de dar vuelta sobre los mismos contenidos de siempre, la actividad televisiva se concentra en la especulación y la competitividad, que en realidad esconden la falta absoluta de ideas. Y creo que en el fondo nadie quiere que las cosas cambien demasiado. Un poco, sí pero no demasiado. La tensión está puesta en ganar y perder, todo parece un gran casino, en donde los juegos sólo divierten por el factor de riesgo, y si no carecerían de sentido. Y si bien es cierto que en la mitología del casino existe “el que sabe jugar”, mayormente hay adictos al juego. A mí el casino me aburre profundamente, y me interesan las ideas y que el acto de comunicación sea completo, o sea que esas ideas lleguen a los espectadores.
—Con Hermanos y detectives, ¿cómo te sentiste con tanto cambio de horario?
— Siento que perjudicó al programa. Pero hay determinadas cosas que tienen que ver con la programación que escapan a mi poder real. Me puedo quejar, en el mejor de los casos desvincularme, pero eso no va a lograr que pongan al programa donde yo quiero que vaya. Porque así estaba redactado el contrato y no creí que un programa así pudiera entrar en la lógica competitiva de la televisión de hoy. No lo pensé. Creí que el canal se daba el lujo de hacer este programa y lo iba a programar bien y ahí iba a quedar. Después, se escapa, pasa en otra frecuencia que la mía. Y realmente me apena porque el canal ha apoyado a este programa en su producción como a ningún otro. Realmente, trabajé con toda la libertad del mundo y creo que algo así no podría hacerse en ningún otro canal. No termino de entender lo que pasó.
—¿Y cómo ves el rol de la prensa?
—La falta de profundidad que hay en cómo ve la prensa la televisión es alarmante. Hay una mirada frívola, porque un factor de poder como la televisión es un espacio de educación.
— ¿A quiénes sentís pares en tu trabajo?
—La verdad es que no conozco a mis pares. Tengo una sensación de aislamiento. Gente que piense los proyectos desde el mismo lugar que yo y que los haga, no.
—¿Cómo evaluás a Marcelo Tinelli?
—A favor, lo que siento que tiene Tinelli es que lo que ves es lo que es. Es un tipo que se ha enriquecido mucho y no tiene pudor en bromear con eso en la televisión. Hay una imagen verdadera y espontánea de lo que uno ve. Y no pasa con otros conductores, que actúan como si pertenecieran al pueblo y en realidad… hay una cuestión de identidad que a la gente le atrae. Ahora, ciertas ideas que se desprenden del programa me generan un poco de disgusto. Tenemos una realidad muy injusta donde la riqueza está distribuida de manera desigual en un grado terrible. El programa expone los dos costados. Ahora, que un pobre tenga que bailar y someterse al juicio y a la ironía de ese jurado me parece un poco denigrante. Operarse o colocarse un pulmotor no son sueños, son necesidades.
— ¿Te fue bien estos años, económicamente hablando?
—Me fue bien. No me quejo porque vivo bárbaro y tengo lo que necesito. Claro que en ningún punto soy rico, para nada. Para eso tendría que estar dispuesto a inundar de PNT (publicidad no tradicional, “Chivos”) mis proyectos. Cosa que me parece de muy mal gusto que a la gente se le interrumpa el relato para que pase una camioneta o un supermercado… un poquito se puede tolerar…
—Pero a veces hay exceso.
—Sí. Está tan bastardeada la cosa que lo importante es lo otro. Como que la programación es la justificación para la publicidad y no la publicidad que ayuda a la programación. El arte en general debería oponerse un poco a esas ideas y no facilitarlas.
— ¿Cómo cerrás este ciclo del último capítulo de “Hermanos y detectives”?
—Siento que estuvo un poco divorciado entre la satisfacción de haber hecho el programa y ver cómo quedó y su puesta en el aire. Hay un sinsabor ahí. Me gustan mucho las ideas que respira el ciclo y la visión del mundo que se desprende de su contemplación, y me habría encantado que ocupara otro tipo de lugar dentro del panorama de la televisión. Tengo esa sensación.
Planes a futuro: Chicas
Es quizás el director y guionista más interesante que ha surgido en los últimos años: Los simuladores, Hermanos y detectives, dos largometrajes, El fondo del mar y Tiempo de valientes, forman una producción inteligente, popular y con alto nivel de calidad. Szifrón armó una pequeña productora con la que piensa realizar Chicas.
— Es una serie sobre cinco adolescentes, tiene humor, pero no es una comedia. Hay un grado de observación muy agudo y muy realista de cómo funcionan las adolescentes. Lo escriben Alejandro Fadel, Martín Maure y Santiago Mitre.
— ¿Sólo lo producís?
—Sí, me voy a dedicar al guión de mi próxima película de ciencia ficción. Y probablemente otra más que no puedo anunciar.
— Hermanos y detectives, que escribiste con Patricio Vega, será producida por Cuatro Cabezas en España.
—Sí, ellos querían hacer ficción afuera y este programa les funciona. Calculo que les voy a dar una mano en la preproducción y en elegir a los actores, pero no lo voy a dirigir.
— ¿Y tu vida? ¿Seguís de novio con María (Marull)?
—Estamos bien, buscando una casa para convivir. Fueron siete años de novios con muchas separaciones en el medio.
—¿Viene una etapa de cambios?
—Es un punto de giro. Noto con mucha claridad que acá, hoy, termina una etapa y empieza otra. La nueva todavía no sé qué es.