Hace unas semanas circuló en todo el mundo una noticia realmente curiosa: la revista médica británica The Lancet publicó la historia de un paciente alemán que llegó al hospital de Marburgo con una grave insuficiencia cardíaca. Su historial clínico no presentaba problemas en ese campo, pero no hacía mucho le habían colocado dos prótesis de cadera. Lo atendió el doctor Juergen Schaefer, quien dijo haber recordado de inmediato el undécimo episodio de la séptima temporada de House, cuando el extravagante médico interpretado por Hugh Laurie descubre que una de sus pacientes sufre una intoxicación con cobalto luego de la colocación de una prótesis de cadera defectuosa. El diagnóstico de Schaefer, elaborado a partir de ese recuerdo, fue acertado. Un caso insólito y a la vez bastante ilustrativo de la influencia que logró esa exitosa serie estadounidense que cautivó a millones de espectadores en todo el mundo entre 2004 y 2012.
“El doctor House no era lo que se dice un encanto, pero muchos de mis amigos tampoco lo son –asegura Laurie–. Creo que hay muchas razones que pueden explicar el éxito de la serie. Las teorías son tantas… Entre los más jóvenes, me parece que funcionó que sea un rebelde que no respeta las reglas, alguien impaciente y con autoridad. Y entre los más adultos, creo que su falta de corrección política. Dice todo lo que nos gustaría decir”.
Laurie llegó a Buenos Aires para hacer dos presentaciones en el teatro Gran Rex: ayer y hoy domingo a las 21. Mostrará allí temas de sus dos discos, Let Them Talk (2011) y Didn’t it Rain (2013), acompañado por la Copper Bottom Band, un sólido apoyo blusero.
—¿Qué diferencias sustanciales encuentra entre ambos discos?
—Creo que el primero es más desafiante; eso ya está implícito en el título. Era una declaración abierta y honesta de amor a una música que yo adoro. Didn’t it Rain es un disco más romántico, donde la voz femenina está más presente: lo está literalmente porque es muy importante la participación de Gaby Moreno y Jean McClain, pero también porque las canciones contemplan ese punto de vista. En vivo nos amoldamos bien a cada tipo de canción, a cada clima.
—¿Cuál es su pianista favorito y por qué?
—Creo que debería elegir a Dr. John. Realmente, él hace cosas que otros pianistas no pueden hacer, es tan simple como eso.
—¿Alguna canción muy importante para usted?
—Tipitina, de Professor Longhair, un pianista de blues que empezó a tocar en Nueva Orleans a fines de los años 40. No puedo explicar por qué, sinceramente. Sólo puedo decir que me llena de alegría cada vez que la escucho.
—¿Qué industria es más cruel con los artistas, la de la música o la de la televisión?
—No sé si afirmar que son crueles. Digamos que ambas son duras, difíciles, que hay mucha suerte de por medio para lograr algo, pero eso es lo mismo que pasa hoy en día en otro tipo de negocios, en diferentes industrias. Las cosas están complicadas en muchos lugares.
—¿Prefiere cantar o actuar?
—Pienso que un concierto en vivo es algo más directo, una forma de comunicación más inmediata con la audiencia, de expresarle con claridad algo que sentís. Aunque en verdad no las veo como dos actividades completamente separadas, al menos no es así en mi caso. Hay actuación en la música, y hay música en la actuación.
—¿Sigue alguna serie?
—Me gusta mucho True Detective, como a mucha gente ahora. De todos modos, recién empecé a verla, no son tantos los capítulos estrenados. Es muy oscura, muy temperamental y está filmada en Louisiana. Muchas cosas a favor.
—¿Qué conoce de la música argentina?
—No mucho. Pero mientras respondo estas preguntas estoy escuchando a Astor Piazzolla. ¿Será una coincidencia?
—Es conocido su fanatismo por las motos. ¿Cuánto tiempo les dedica?
—Todo el que puedo. Siempre me gustaron las motos. No entiendo por qué a alguien pueden no gustarle, me resulta insólito. Manejar una moto es la cosa más divertida del mundo. Manejo una moto todos los días del año, salvo cuando la nieve me lo impide. Se los recomiendo.
Tan galán como buen negociante
La decisión de concentrarse mucho más en la música llegó para el británico Hugh Laurie después de su fenomenal éxito con la serie Dr. House. A lo largo de ocho temporadas, Laurie se volvió más y más famoso, más allá de que parte del encanto de su personaje astuto, irónico y pendenciero se sostiene en el ajustado guión, en el que intervinieron las ideas y las plumas de David Shore, Paul Attanasio, Katie Jacobs y Bryan Singer. Como quiera que fuere, el suceso tuvo como figura a Laurie, y con justicia recibió los premios Globo de Oro al mejor actor dramático en 2006 y 2007. Todo esto le permitió negociar muy bien su cachet: terminó convirtiéndose en el actor mejor pago de la TV estadounidense por participar en una serie dramática, con el medio millón de dólares que, se dice, cobraba por episodio.
A los 54 años, Laurie sigue siendo también un galán valorado por las grandes marcas: desde hace años es uno de los rostros, con el cabello estudiadamente despeinado, de la cosmética L’Oréal. Argumentos para seducir no le faltan. Torneó su cuerpo haciendo remo en su juventud. En los 80 supo conquistar a Emma Thompson.
Y para ratificar su rol de seductor nato ha insistido mucho últimamente con una teoría personal: “La música es esencialmente femenina. Pienso en el jazz y me vienen a la cabeza estrellas como Bessie Smith, Ma Rainey, Mamie Smith y Mahalia Jackson. El origen de la música está en las madres que les cantan a sus hijos. Después llegó la voz masculina, el rock & roll y todo lo demás, pero en el origen siempre habrá una energía femenina”.