Para el estreno previsto el 13 de abril, El curioso incidente del perro a medianoche viene con altas expectativas. Se trata de una obra de texto de Simon Stephens basada en el best-seller homónimo del escritor inglés contemporáneo Mark Haddon. Ganó siete premios Olivier en la primera temporada realizada en Londres en 2012; similar reconocimiento tuvo en su versión en Broadway. Ahora llega a Buenos Aires, de la mano de la productora local The Stage Company, y con la dirección de Carla Calabrese, la misma que hizo la también premiada versión del musical Shrek y que, actualmente, dirige el Maipo, donde Lino Patalano ha cedido parte de su histórico rol como cabeza del mítico teatro.
El curioso incidente… trata sobre Christopher Boone, un adolescente cuya percepción sensorial y sus respuestas actitudinales frente al mundo no coinciden con el promedio. Su conducta –tanto en la novela como en la obra de teatro– ha sido leída y asociada con el síndrome de Asperger, una particular forma del trastorno de espectro autista. Sin embargo, “somos mucho más que una etiqueta; todos somos diferentes” se ataja, previene y adelanta Melania Lenoir, la actriz, cantante y bailarina que será la protagonista femenina del elenco. Ella será Judy, la madre de Christopher, personaje a cargo del joven intérprete Iñaki Aldao. Por su parte, Pablo Alarcón será Ed Boone, el padre del protagonista, y Adriana Aisemberg tendrá una participación especial, junto a otros nueve actores más en el escenario, uno de los cuales será la propia Calabrese.
“Tuve la suerte de ver esta obra hace tres meses en Londres –sigue acrecentando las expectativas Lenoir– y no tengo miedo en decir que es la mejor pieza que vi en mi vida. Tiene un texto profundo, y la puesta teatral imponente supera al libro, una cosa que no suele pasar con el teatro o con el cine. Es teatro de texto, con la envergadura de la superproducción, de la escenografía y la técnica que puede tener un musical”. La artista, de 36 años, continúa esta entrevista, en la que repasa también su pasado y su presente laboral. En 2018, hizo Sueño de una noche de verano en el Teatro Príncipe Gran Vía de Madrid. En febrero pasado, integró las voces del concierto de la Orquesta Filarmónica, sobre música de películas de Disney –Ratón Mickey incluido–, en el Teatro Colón. Acaba de estrenarse su participación en la primera serie infanto-juvenil que lanza Netflix: Go! Vive a tu manera. Desde el 1° de abril, los lunes y martes volverá al Teatro Picadero, con el éxito de Forever Young. Y de jueves a domingo estará en el Maipo. Mientras tanto, y en cada rato libre, es una reconocida profesora de yoga.
—¿Cómo sentís este momento profesional tuyo?
—El año pasado, por primera vez en diez años, estuve ocho meses sin trabajo. Había terminado Jekyll & Hyde en julio de 2017, y hasta mayo del año siguiente estuve sin trabajar. Fue un golpe; ese vacío me representó un abismo. Y de repente se empezaron a encadenar un montón de cosas: estoy agradecida y emocionada.
—¿A qué creés que se debió esa pausa del año pasado?
—Fue un poco de todo. Yo estaba en un momento personal complicado. También siento que hace varios años la producción artística está trastabillada; cada vez hay menos espectadores, y producir teatro es muy caro. Hay gente que quiere producir teatro, pero no puede poner las entradas a menos de tal valor, y la gente no lo puede pagar porque hacer una salida implica un montón de dinero.
—¿Qué relación ves entre la producción nacional de obras de teatro –musicales y no musicales– y la importación de éxitos?
—El teatro argentino está reconocido a nivel mundial. En el musical argentino, Ricky Pashkus y Pablo Gorlero hicieron un trabajo exhaustivo para fomentar la producción nacional. La desgracia, el año pasado, fue un exitazo producido por sub 25. A nivel comercial es más difícil. Los productores [a veces] apuestan a producciones que ya saben que funcionaron; son obras que están en el inconsciente y se sabe que van a funcionar. En Broadway y West End, tienen otras posibilidades: antes de estrenarse, tal vez están dos años produciéndose y probándose, y con posibilidades económicas que nosotros no tenemos; hay un banque económico que permite que uno pueda estar probando, investigando. Acá, todos hemos estado en proyectos autogestivos en los que, después de que laburaste, vas y ensayás la obra autogestiva a las tres de la mañana. Pero lo loable es que hacemos teatro desde la nada; hacemos arte con mucho menos y sin la necesidad de la pomposidad.
Tiempos de cambios
—Ya has trabajado con Carla Calabrese. ¿Cómo es ella?
—Es como un hada madrina en el teatro para mí. Compartí con ella dos obras [Shrek y Sueño…] y ésta va a ser la tercera. Es muy minuciosa. Tiene la posibilidad de viajar; ve mucho teatro; abre posibilidades a personas nuevas. Es una filántropa; no lo piensa desde el lugar del rendimiento económico: hace arte porque quiere causar un impacto en la sociedad. Por eso llega a hacer esta obra que tiene un mensaje necesario, urgente para nuestra sociedad: etiquetar limita la conciencia sobre distintos tipos de inteligencia. A Christopher le cuesta entender las expresiones de las personas y las metáforas, no sabe mentir, no le gusta el contacto físico, tiene obsesiones de limpieza de colores. Tiene actitudes diferentes a las que podríamos tener algunas personas. Todo esto se plantea desde un lugar superamable e inspirador; no es un dramón.
—¿Qué cambió en el Maipo con la llegada de Calabrese?
—Lino viene queriendo refrescar el Maipo desde hace dos años, para que tenga nuevos públicos. Con Rocky Horror Show y Rock of Ages venían chicos de entre 16 y 25 años. Lino estaba contento con las nuevas generaciones que estaban yendo al teatro. Carla está llevando obras de muy buena calidad, buen contenido, donde prima la historia y no necesariamente los nombres: un teatro puro en formato comercial. Y Lino siempre está, siempre va a estar. Ambos se nutren para llevar al Maipo hacia ese lugar nuevo que todos estamos viendo: “¡Ah, ¿qué está pasando con el Maipo? ¡Está diferente!”.