Probablemente, hasta hace un par de años era sencillo para el gran público ubicar a Peter Lanzani como galán juvenil, un ídolo teen en ascenso al que se le auguraba una carrera exitosa en telenovelas. Bueno, nada de eso pasó de 2015 para acá, porque hasta en su participación en La leona su personaje tenía un nervio especial. “Me divierte mucho jugar y me gustan los desafíos. Tal vez algún día terminás más limado que otro, por una cuestión de horas de laburo, pero hasta ahí llega. Mis personajes también tienen su bondad. Brian en La Leona era un tipo oscuro, pero no dejaba de ser un pibe luminoso dentro de esa familia. Lo mismo me pasa con la obra de teatro (El emperador Gynt), Equus o el mismo Alejandro Puccio. Todo depende de dónde te pares. Cuando está tan desarrollado ese nivel de oscuridad es más fácil de entrar, las composiciones son más grandes, con nada librado al azar. Si es un hecho histórico es más divertido, porque si bien no es tal cual lo que sucede en la vida real, sabés qué es lo que se quiere contar”, dice el protagonista de Un gallo para Esculapio.
—¿Genera una especie de adicción componer personajes más oscuros?
—Un poco sí, pero no deja de ser sana porque es laburo. Con estos personajes me divertí mucho. Soy muy afortunado por trabajar con tipos como Pablo Trapero, Carlos Sorín, Bruno Stagnaro o Luis Ortega. Me cambiaron la carrera y la forma de pensar, los siento grandes maestros. Ojalá tenga la suerte de seguir trabajando con gente así. Si no, seguiré haciendo mi camino como pueda... Marcaron mi vida, mi manera de ver cine o teatro. Estos personajes aprendí a hacerlos basándome en ellos. Siento que juego una final en cada proyecto y siempre hay que salir a ganar.
—¿Hay similitudes entre tu Alejandro Puccio y el rol que vas a tener en “El Angel”?
—Son tipos que pueden tener un contexto similar, pero trato de hacerlos completamente diferentes, ahí está la apuesta. Encontrás atmósferas similares, porque se mueven en una de las épocas más oscuras del país. Después, Miguel Prieto en El Angel es muy diferente. Puccio era más introvertido, llevaba sus problemas para adentro. Este es más curtido, ya vivió movidas y fue bastardeado dentro de su vida.
—Cuando hiciste “El clan” hablaste con tu papá para conocer mejor a Puccio. ¿Te moviste para averiguar sobre Robledo?
—Averiguaciones hicimos muchísimas, Luis averiguó mucho. Se hablaba diferente y se caminaba distinto. Las averiguaciones eran más que nada sobre una época con otros hitos y gustos. Después leí sobre Robledo Puch, dentro de la poca información que hay si lo comparamos con lo que sucedería en la actualidad. Hoy llovería información, podríamos desde escucharlo hablar hasta ver sus movimientos.
—Lorenzo Ferro dijo que deseaba que a Robledo le gustara su personaje. ¿Coincidís?
—Es una peli muy particular, hasta en su manera de contar. Todos hacemos algo en búsqueda de aprobación, aunque no se nos vaya la vida en eso. Vos querés contar una historia que a la gente le guste… Me hubiera gustado conocer a Carlos antes de empezar a rodar
—¿Lo intentaste?
—Por supuesto, pero no lo logré. No le hubiera hecho preguntas puntuales porque no componía su personaje. Quizás lo que quería era respirar algo de la atmósfera que había en esa historia. Para generar la conciencia de qué era lo que estábamos haciendo o dónde estábamos metidos. Queremos que a la gente le guste. Algunos estarán más enojados con lo que verán, otros menos (ríe).
—Acaba de terminar “Un gallo para Esculapio”. ¿Qué te quedó de la serie?
—Fue de las experiencias más intensas e interesantes de mi vida. Aprendí muchísimo. Cruzarse con Bruno Stagnaro es de esas cosas que no te pasan todos los días. Hoy, que ya bajaron la locura y el cansancio, que volví a ver la serie, soy más fanático que antes. Me fascina, le sigo encontrando cosas nuevas. No me olvidaré jamás de lo que viví. Funcionó mucho el multiplataforma, tenerla en cable, TV abierta y en on demand… La gente responde muy bien.
“Brandoni conmigo fue un sol”
“Hay proyectos que no los agarré porque estoy un poco cansado, hay otros dando vueltas que son muy buenos, pero que no se parecen en nada a Un gallo... El actor siempre tiene que estar trabajando. Quizá no en algo audiovisual, tal vez haciendo teatro, tomando clases o leyendo textos. Un actor tiene que nutrirse de todo. Esta es una carrera en la que si tenés 90 años y podés seguir laburando podés ser mejor que el día anterior. Siempre hay desafíos. Hace un par de años que trato de agarrar papeles diferentes para que la composición sea completamente distinta”, reflexiona Lanzani.
—¿Cuánto cambió el público que te sigue?
—No me centro en un segmento en particular. Sí últimamente me vengo llevando sorpresas y en la calle me frena gente un poco más grande. O en el teatro, y que venga gente mayor y te cuente que te viene siguiendo, que vio El clan, La Leona, Equus o El emperador… Hay gente que me pide una segunda temporada de Un gallo... ya (ríe).
—¿Qué te dejó Luis Brandoni?
—De todo. Conmigo fue un sol, conectamos de entrada y siempre tuvo la mejor de las predisposiciones conmigo. Me enseñó mucho sin ponerse en el lugar del maestro. Es un actor maravilloso que enseña con el hacer, lo llevaré siempre en mi corazón. Ojalá me lo siga cruzando a lo largo del camino.
—El clan y la serie de Luis Ortega sirvieron para humanizar un poco a los Puccio. ¿En El Angel se buscará lo mismo?
—Creo que sí porque lo que se busca es la cotidianeidad. Hasta el más hijo de puta tiene esa cosa que lo humaniza. Cada uno tiene un yin y un yang, algunos tienen un lado más explotado que otro. Lo interesante es que en el caso de Alejandro Puccio había mucha gente que salía del cine y terminaba justificándolo...