Proviene de una familia de artistas, su madre, Virginia Lago, su padre, Héctor Giovine, tal vez por eso para Mariana no fue complicado definir su profesión. Actriz, directora y docente teatral. Acaba de estrenar la nueva versión de Cocinando con Elisa de Lucía Laragione, ahora con las actuaciones de Gabriela Villalonga y Luciana Procaccini. Las funciones son los sábados a las 18.30 en el teatro Beckett (Guardia Vieja 3556).
—¿Por qué elegiste dirigir este texto?
—En realidad no fue una decisión mía, fueron las actrices (Gabriela Villalonga y Luciana Procaccini) las que me propusieron hacer esta obra. Acepté hacerla porque me pareció un texto sumamente actual. Por un lado hace alusión a la dictadura militar. Fue escrita en 1994, pero también me pareció oportuno por el momento ya que veo a mí alrededor cómo muchas veces los trabajadores nos identificamos o defendemos a quienes nos maltratan o nos someten y no nos podemos identificar con el que está al lado, ni tener empatía. Eso es lo que me resonó, además de estar siempre presente el tema que significó nuestro pasado y sus horrores, como la apropiación de niños o la obediencia de vida. Está en juego el poder y el miedo. El hacerse el tonto o mirar para otro lado. Todo esto nos pasó y quedó como herida.
—Te recibiste de directora en la Emad. ¿Siempre tuviste claro que querías dirigir?
—Vengo de una familia de actores más que nada de teatro independiente. Toda mi vida estuvo atravesada por los escenarios. Vi cómo se hacían escenografías o se ponían luces. Mis inicios fueron como actriz, a los diez años estaba en el Instituto Vocacional de Arte Labardén (IVA), después pasé a estudiar con Agustín Alezzo y Alejandra Boero. Entré en la EMAD por la necesidad de tener un marco teórico. Me gustaba mucho dirigir, pero lo descubrí haciéndolo. Me apasiona y lo quiero hacer siempre, además de actuar. La dirección es un rol que te toma y son pocas las mujeres que lo asumen.
—Dirigiste casi siempre textos nacionales: ¿por qué?
—Admiro mucho lo nacional, desde actores, directores, dramaturgos, iluminadores hasta escenógrafos, a todos. Respeto ese mundo, forma parte de mi vida. Mis padres siempre hablaron de defender y valorar lo nuestro.
—¿Qué ventajas y desventajas significó ser “la hija de”?
—Soy una privilegiada ya que mis padres son personas maravillosas, desde lo personal hasta lo profesional. Ellos están siempre pendientes de nosotros. Hay quizás un peso, porque hay referencia. Pero ellos nunca me lo hicieron sentir, por el contrario fue libertad y disfruto en el hacer. Me encanta también enseñar teatro.
—Siempre estuviste rodeada por gente de la cultura: ¿a quiénes recordás más?
—Recuerdo mucho a Onofre Lovero, Walter Santa Ana, Rubens Correa o Susana Ortiz, ellos estuvieron en mi infancia. María Elena Walsh siempre fue muy amorosa conmigo. Su presencia y su obra me acompañan hasta el día de hoy. Doy sus textos para todas las edades.
—Casi siempre estuviste trabajando para el teatro alternativo y también el oficial. ¿Qué pasa con las salas comerciales?
—Siempre son más difíciles. Quizás en un ámbito intermedio hicimos La panadera de los poetas de María de las Mercedes Hernando, que protagonizó mi mamá y dirigí.
—¿Es difícil dirigir a los padres?
—A mí papá aún no lo dirigí, me encantaría. A mi madre la dirigí en ese espectáculo y no fue una experiencia traumática, para nada. Ella es una actriz con mucho oficio y es muy bueno para cualquier directora. Siempre nos pusimos en un ámbito muy profesional.
Entre lo pequeño y la docencia
Entrecruza Mariana Giovine sus proyectos en la dirección con su actividad como docente teatral. Dice: “Estoy ensayando Los infelices de Irene Almus, y que ella interpretará. Ya habíamos tenido una experiencia con la presentación de otra obra suya, Espumas de Oriente junto a Julián Bruno y Gabriel Virtuoso”.
La tiene capturada Microteatro, acaba de presentar en la sede de Mar del Plata: Sexo, sexo, sexo de Camila Peralta, Ailin Zaninovich y Ana Balduini. Y desde el 15 de junio estrenará en la sede de la calle Serrano, en el ciclo Por la suerte: Kemu-fati de Maru Zapata y Rebeca Faur, con Maru Zapata, Estefanía Danna y Florencia Colace.
En el año 2014 hizo una versión clown de Hay que apagar el fuego y luego Distracciones del mismo Gorostiza al Cervantes. Lo recuerda: “Fue un poco intuitivo. Se dio un cruce generacional. Ya lo había “El club del claun”.
Confiesa: “Soy claramente feminista. Me siento identificada con la lucha de los pañuelos verdes, aunque no estoy en el movimiento de Actrices Argentinas. Defiendo y milito todo lo que puedo. Me resulta muy atractivo armar equipos de trabajo integrados por mujeres”.
“Ya estamos entrenados a trabajar una vez por semana. Mis padres todo el tiempo repiten que ellos actuaban de martes a domingos. Pero mi generación sabe que las condiciones cambiaron. Tenemos nuestras estrategias para que funcione igual. Tuve la suerte de poder seguir dando clases durante la pandemia y hoy continúo, con menos virtualidad. Enseño teatro para el primario y secundario”, subraya feliz.