En Hollywood no hay proyecto más arriesgado que intentar adaptar un libro popular o aclamado por la crítica a una serie de televisión o al cine. Hollywood Boulevard está repleto de calaveras de aquellos que lo intentaron y fracasaron... y hay cientos de fracasos de los que ustedes nunca oyeron hablar, porque esas adaptaciones se abandonaron por el camino, a menudo tras años de desarrollo.
A lo largo de mi trayectoria profesional he trabajado a ambos lados de esa barrera enorme que separa el papel de la pantalla. Permanecí casi una década en Hollywood, y tuve que oír los mismos comentarios cada vez que entregaba al estudio el primer borrador de un guión: “George, esto es genial, pero rodarlo nos costaría cinco veces el presupuesto con el que contamos. Así que tenés que recortar diez páginas, y deshacerte de doce personajes, en esta escena será mejor que transformes la batalla en un duelo entre dos personas...
Al final, me cansé de tener que contenerme continuamente. Esa fue la razón que me llevó a regresar a la prosa, mi primer amor. El resultado de esa decisión fue Juego de tronos y sus secuelas. Quería explayarme sin límite presupuestario, así que opté por enormes castillos y los paisajes vastos y espectaculares, los desiertos, las montañas, los pantanos, los dragones y lobos huargos, las batallas con millares en cada bando, armas relucientes, duelos a espada, torneos de caballería, personajes complejos repletos de conflictos y con defectos, un reparto de decenas de personajes. Algo que, claro, sería imposible de filmar.
En cuanto se publicó Choque de reyes me enteré de que ciertos productores y guionistas estaban interesados en adaptar la serie. Yo me mostré muy escéptico. Mis agentes y yo mantuvimos algunas conversaciones telefónicas y unas cuantas reuniones, escuchamos las propuestas, pero yo seguía teniendo dudas. Todos hablaban de adaptar la saga entera en una sola película. Sin dudas, ese interés era consecuencia del enorme éxito de las películas de El señor de los anillos, de Peter Jackson, pero sólo uno de mis tomos ya era más largo que los tres del profesor Tolkien, y ellos habían necesitado tres películas, así que se precisarían veinte películas para adaptar la saga, y no había estudio en el mundo lo bastante chiflado como para encarar el proyecto.
Aun así, esas conversaciones me hicieron pensar en cómo se podría adaptar mi historia del papel a la pantalla. Me di cuenta de que la única opción posible era la televisión. Pero no en una cadena abierta: los presupuestos no son suficientes, y los censores de los canales se habrían atragantado ante la gran cantidad de sexo y violencia que aparece en mis novelas. Como mucho, conseguiríamos versiones censuradas, un té insípido.
Decidí que sólo HBO podía hacer algo semejante. Habían producido Los Soprano, Deadwood y Roma. Estaban muy por encima de toda la competencia cuando se trataba de producir una televisión de calidad y de contenido adulto. El único problema era que HBO nunca se había embarcado en ningún proyecto de género fantástico ni había mostrado interés por él. Sin embargo, se pudo.
Conocí a David Benioff y Dan Weiss en una comida que concertó mi agente en el Palm de Los Angeles. Lo que comenzó como almuerzo se prolongó hasta la cena: querían lo mismo que yo, llevar mis libros a la HBO. “Están locos, es un proyecto enorme, muy complicado, muy caro, los de HBO no lo van a querer”. Sin embargo, los vi tan entusiasmados que aposté por ellos.
Es la mejor apuesta que hice en mi vida.
La primera temporada de Juego de tronos ha tenido un gran éxito popular y fue alabada por la crítica, nominada a los premios Emmy y Globos de Oro, y Peter Dinklage ganó ambos premios por su actuación de Tyrion Lannister. Nadie se siente más satisfecho y sorprendido que yo con todo esto. Para ser una historia que nunca podría dar el salto del papel a la pantalla, le ha ido bastante bien.
*Escritor. Extracto de Tras las cámaras: el libro oficial de Juego de Tronos, que acaba de publicar Random House Mondadori.
