ESPECTACULOS
Daniel Melero y Diego Tuñón

La alucinación conjunta de dos amigos

El disco creado por la leyenda y el integrante de Babasónicos representa un viaje sensorial que mezcla las obsesiones ambient de ambos músicos y que deja en claro su vínculo profesional.

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Unión. El disco tardó años en llevarse a cabo, pero finalmente vio la luz pública en plena pandemia. | Bonetto / Gabriel Rud

No es frecuente trabajar seis años en un disco, pero Daniel Melero y Diego Tuñón emplearon todo ese tiempo para darle forma a La ruta del opio, que ya está disponible en plataformas de streaming y tiene también edición en vinilo. “Siempre lo pensamos como algo que se pueda escuchar en continuo y sea disfrutable (explica Tuñón, conocido como integrante histórico de Babasónicos). Para que eso suceda teníamos que lograr que no hubiera tropiezos. Ojo, también nos gusta la música con traspiés, con tropiezos, pero en este caso buscábamos algo que pudiera escucharse en un ciclo que se repite, como una especie de bucle. Brian Eno es un artista que ha desarrollado muy bien esas posibilidades de la música. Fue una inspiración importante para este disco”.

No es casual que Eno aparezca en un trabajo donde está involucrado Melero, un artista que ya desde su aparición en la escena del rock argentino en los años 80 reveló su admiración por el músico inglés que fue parte de Roxy Music y es un referente indiscutido del ambient. Melero: “Eno es para mí y para Diego, que solemos conversar mucho, un tema de todos los días, digamos.  El azar y el error, dos elementos claves de sus famosas ‘Estrategias oblicuas’ jugaron un papel fundamental en este disco. Determinaron mucho su estilo”.

—¿Cuando empezaron con el proyecto sabían que iba a ser un proceso largo?

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DANIEL MELERO: Primero hay que aclarar que el andamiaje que lo sostuvo es una relación personal muy profunda. Si eso no existe, te terminás escapando de un proyecto así. Para mí, ya en el primer año de trabajo teníamos el disco. Diego se resistía a editarlo porque estaba analizando todo el intríngulis de las plataformas, que en aquel momento estaba menos claro que ahora. Todavía se editaban CDs... Al mismo tiempo, lo que nos contuvo es que la música se empezó a poner cada vez más interesante durante esa demora infinita.

DIEGO TUÑON: Estábamos jugando, pero nunca jugamos para no hacerlo. Fue un proceso lúdico, pero también nos lo tomamos en serio. Durante estos seis años, más que nunca los formatos físicos empezaron a ser menos importantes. Entonces analizamos las miles de posibilidades que hoy tenés para editar musica. Eso fue alargando el proceso, que siempre estuvo motivado por la compañía mutua, por el deseo de estar juntos y hacer algo juntos. Fuimos avanzando en cada idea que aparecía, por más exótica que pareciera a primera vista.

—Durante todo ese tiempo seguramente escucharon mucha música. ¿Hay alguna huella de eso en el disco? ¿Con qué música creen que dialoga?

MELERO: Es difícil precisar eso porque es mucha la música que escuchamos en seis años. Con Diego nos juntamos bastante para escuchar música, y parte del proceso del disco fueron esas reuniones en las que terminábamos escuchando al primer The Human League a altas horas de la madrugada, por ejemplo. Pero La ruta del opio tuvo un concepto inicial que mantuvimos y fuimos procesando, más allá de la amplia gama de música con la que estuvimos en contacto en todo ese tiempo.

TUÑON: Ya en el siglo pasado nos juntábamos con Daniel a escuchar música (risas). Y la mayoría de las sesiones de este disco terminaban así, con los dos escuchando algo nuevo que nos llamara la atención, aun cuando no necesariamente nos gustara. Hubo mucho Roxy Music, porque es una banda que nos fascina. Y nos impactó mucho esa primera etapa de The Human League. En YouTube hay un video de una presentación en la BBC que es increíble. Ese momento del synthpop es alucinante. Creo que el resultado final que logramos a partir de toda esta experiencia es muy bueno.

Jean cocteau y la desintoxicación

Ya desde el título mismo, La ruta del opio propone la idea de un viaje sensorial relacionado con una percepción de la realidad diferente a la más silvestre y cotidiana. Un recorrido que refleja un estado similar al de la experiencia que puede producir el consumo de un alucinógeno. Diego Tuñón reconoce esa característica singular del disco y suma algunas consideraciones personales sobre el asunto: “Por lo general, las drogas no sirven para nada cuando estás en el estudio. Prefiero el consumo recreativo. Sí me han abierto la percepción a un montón de estímulos en momentos diferentes. Haber fumado marihuana para haber escuchado cierta música me abrió un montón de puertas, claro. Las uso para eso, en todo caso”. Melero también tiene algo para decir al respecto: “Desde mi punto de vista, el título del disco también tiene que ver con un tipo de lecturas de Diego relacionadas con la guerra del opio. Y finalmente el concepto cerró con Jean Cocteau y su Diario de la desintoxicación. Son cosas que él tiene leídas y bien digeridas, y a mí me pareció una buena idea para el disco. Yo estaba seguro de que éste iba a ser el primer disco solista de Diego, en realidad. Y que yo iba a producirlo. Después todo fue tomando otra forma. El trance que provoca el disco tiene que ver con algunos procesos químicos que facilitan la hipnosis. Cuando estábamos elaborando el sonido de estos temas, la idea que tuvimos siempre fue que el disco invite a escuchar”.