ESPECTACULOS
DESTINO Y PODER

La tragedia griega sigue vigente

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Lo patriarcal. José Abadi, reconocido psicoanalista, sube al escenario del Multiescena con Edipo Rey. El destino no escrito. | gza. we prensa

Incesto, parricidio, enigmas que un sujeto debe descifrar si pretende ser libre; finalmente la verdad, la turbulencia del poder (la gula narcisista) y el gran protagonista que atraviesa todas las tragedias: el destino.

¿Estamos los seres humanos obligados a ser actores de argumentos escritos por otros, otorgándoles a su palabra un carácter superior?

La transformación a la que se atreve Sófocles y más aún Eurípides (no así Esquilo) proponen a los mortales el permiso y enseguida el derecho a ser autores de su propia historia.

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En la tragedia los impulsos primarios se imponen como mandatos disfrazados de designios sacros o acontecimientos inesperados y doblegan la voluntad humana. La imposibilidad y la prohibición de resolver las encrucijadas con soluciones que atenten contra la fuerza del mundo que los contiene lleva a que la verdad se descubra y aparezca como un terremoto que acabe con todo.

La ambición desenfrenada, las ambigüedades que se acumulan como si fueran ajenas a las conductas de los personajes, las culpas que buscan chivos expiatorios, convierten al futuro en una reedición lamentable.

¿La repetición dominará siempre el escenario?

¿El hombre alcanzará la grandeza aprendiendo de lo vivido?

¿Tendrá la sabiduría que le permite anticipar? Resolver las conflictivas más profundas dejando de naturalizar la agresión como si fuera inevitable y darle el otro poder al diálogo, la compasión y el amor sigue presente como una cuenta pendiente. El oráculo de Delfos que habita nuestra actualidad debe pronosticar un nuevo mañana, lo esperamos.

Me interesa destacar que la tragedia como género implica, por un lado, el fracaso de un logro armónico, pero por otro lado es también la imposibilidad de que aquello que es distorsivo y negativo pueda permanecer vigente.

En realidad, cuando digo fracaso es porque aquella combinatoria inadecuada se resuelve de un modo que deja un campo desierto. En la tragedia la mentira finalmente sucumbe y la verdad, aunque dolorosa, aparece. No puedo menos que recordar las palabras de Schopenhauer en una carta a Goethe ligada al Edipo rey de Sófocles, cuando dice de la condición de interrogante cuestionador encarnado por Edipo lo cual permite un avance hacia un desarrollo creativo y renovado. Schopenhauer dice que Edipo no pregunta sabiendo ya la respuesta, sino que Edipo pregunta aun temiendo que la respuesta desnude lo que su angustia quiso ocultar. Dice casi textualmente, que a pesar del terrible horror que le aguarda con la respuesta el Edipo de Sófocles prosigue infatigable su búsqueda de la verdad aún con el horror que le aguarda.

Es interesante marcar como la tragedia que, en último término, deriva de los rituales dionisíacos que tenían lugar en la Antigua Grecia preservan algo del carácter ritual del que originalmente provienen, por eso aquello que exhiben de un modo descarnado tiene un efecto transformador en aquél que aun cuando parece ser pasivo, el espectador, es un destinatario activo del mensaje.

Dada la relación de Edipo y los personajes principales de la tragedia con el mito del héroe vemos también una búsqueda de una transformación purificadora en el texto aún cuando esto parezca tener un color religioso.

Creo que estos conceptos exponen la vigencia de la tragedia en nuestro tiempo de hoy. En este tiempo que a veces comprime tanto al sujeto que éste no puede sostenerse. O en tensiones tan tremendas que no se logran disipar sino con la violencia. La tragedia puede, merece y tiene que ser un aprendizaje, por eso ha sido estudiada no solamente por el arte del teatro y la sabiduría de la filosofía, sino que también exige el conocimiento de aquellos que transitan la política. Me refiero a aquella política con mayúsculas, aquella que significa diálogo, aquella que es la llave para evitar la guerra.

La tragedia habla de nuestras luminosidades y nuestras sombras, aquellas que con distintos ropajes parecen perdurar a lo largo del tiempo.

La otra clave para entender no solamente en la Tragedia Griega sino en lo que ésta expresa de la sociedad y de los paradigmas del aquel tiempo más allá de la democracia ateniense o del siglo de Pericles es la condición netamente patriarcal de la estructura social, la palabra valedera, aquella que tiene autoridad es la palabra del hombre. No solamente Yocasta obedece la orden de Layo de matar al bebé, a su propio hijo, sino que también cuando éste va a Delfos a consultar al oráculo la respuesta que encuentra no proviene de la pitonisa que es una joven de 16 o18 años que exhala gemidos y movimientos, sino del sacerdote que está a su lado traduciendo esos gemidos en palabras supuestamente coherentes, es la mujer la niña en un lugar y el hombre en el otro.

Tiresias el vidente, como castigo fue condenado por Hera a ser ocho años mujer y de trabajo ser una prostituta. Tiresias ya devenido hombre, ya perdonado, ya pudiendo formar parte de la estructura patriarcal convierte a su ceguera en un poder singular aquel del saber del ayer y del mañana. Nuevamente es el hombre dueño no solamente del presente sino también del futuro. Y qué de otra cosa sino de la lucha del poder entre hombres se trata la contienda en Creonte, el cuñado de Yocasta y Edipo; o la batalla fratricida entre los hijos de Edipo Polinices y Eteocles. O qué otra cosa sino el desafío al poder patriarcal al ser Antígona una heroína cuando pretende enterrar a su hermano más allá de las órdenes del tío. Lucha entre los sexos, lucha generacional, sociedad patriarcal, rito convertido en representación laica, el mundo del inconsciente y su presentación en el mundo externo.

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