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Lin-Manuel Miranda

Lin-Manuel Miranda: "Las canciones te acompañan siempre"

El actor recibió a PERFIL en México por El regreso de Mary Poppins y explicó por qué las historias nos transforman.

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IMÁGENES. Lin-Manuel Miranda, coprotagonista de El regreso de Mary Poppins, se ha convertido en el hombre éxito y ganador de los premios Tony, Grammy y Pulitzer. | Gentileza Disney.

Lin-Manuel Miranda (39) redefinió la cultura norteamericana como pocos nombres en los últimos años. Su musical Hamilton, es el éxito más grande del Broadway reciente y no solo eso: este hijo de portorriqueños criado en Washington Heights, ganador de una beca McArhur, es el nombre que Hollywood llama a la hora de sonar nuevo, fresco, con corazón y excepcional. J.J. Abrams hasta lo llamó para que haga la música cuando Star Wars se reiniciaba y Obama rapeó con él en plena Casa Blanca. Volviendo a Disney (después de la nominada al Oscar por la música de Moana) Miranda es ahora Jack en El regreso de Mary Poppins, algo así como el suplente de Dick Van Dyke en el film que busca continuar, con cariño, las aventuras de la niña que Disney adaptara a la pantalla grande en 1968. Este opositor de Trump, ganador del Pulitzer, de Tony y Grammy y un Emmy es el nombre más grande hoy de la música y cierta idea lúdica de la misma en Estados Unidos. Miranda le dice en exclusiva a PERFIL en México: “Creo que la inspiración viene de lugares insospechados. Yo leí una biografía de un político y decidí hacer un musical. Soy el pibe del póster a la hora de pensar en la inspiración y cómo puede venir de cualquier lado”. 

—¿Hay un lado oscuro a la nostalgia que implica revivir a “Mary Poppins” o la fiebre de franquicias que nos rodean?
—Creo que hay un lado oscuro a vivir esas cosas como un dogma. Los problemas comienzan cuando querés que las cosas sean de tal o cual forma acorde a tus estándares en la infancia. Los tiempos cambian, las modas cambian, la sociedad cambia. Esperar que una película de superhéroes te genere lo que sentiste cuando leíste un cómic es pedirle a un objeto que te mienta, es rogar por ser defraudado. Nadie puede quitarte esa relación: ¿por qué eso borra lo que amas? No es que desaparece del planeta. Hay que permitir que la gente se enamore de historias, sobre todo si uno se enamora más del pasado. Nadie arruina tu infancia. Eso es ser tóxico. Eso es ser dogmático.

—¿Hay algún recuerdo a la hora de los relatos y tu vida como niño que te ayude a entender tu hiperactividad laboral y la influencia hoy de tus creaciones?
—Es divertido que me preguntes eso, sobre todo ahora que tengo un hijo que acostar a la noche y al cual le tengo que contar una historia lo suficientemente divertida para que no se aburra y lo suficientemente aburrida para que se duerma. Es maravilloso lo que hacen las historias. Lo que te hacen. Uno se acerca a cierto tipo de historias, en mi caso, historias con mi música. No entiendo a la gente que dice “no me gustan los musicales”. De mi niñez, entendí que las canciones de las que  te enamoras (las historias de las que te enamoras) te acompañan siempre, lo sepas o no, te aburran o te salven la vida. Las historias viven con nosotros.

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—Hablás de quienes no entienden los musicales, pero eso es bastante común. ¿Por qué crees que pasa eso?
—Es raro. La música llega a tu alma como ninguna forma de arte. Es casi instantáneo, casi te dice algo sobre alma y como funciona, si uno quiere exagerar. Todos creen que es gente cantando sobre lo que hace en el día a día. Ir de la canción al diálogo es un arte, y Rob Marshall, nuestro director en Mary Poppins, es un experto en ese arte. Creo que la música toca ambos hemisferios del cerebro, por eso cuando cuenta una historia te toca de una forma distinta.

—¿Podrías explicar eso?
—Las canciones quedan en tu cerebro. Puede ser una escena, un fragmento de un texto también. Pero todos entienden lo que digo cuando sostengo que las canciones que te acompañan, se aparecen, casi físicamente, en tu cerebro: se van con vos. Uno de los privilegios de escribir una canción es poder ver eso: cuando Serena Williams tuitea un video de su hija cantando un tema de Moana, cuando políticos usan citas de Hamilton. 

—¿Por qué creés que el hip-hop ha tenido sus problemas en ser legitimizado como forma de arte? ¿Cuánto ayudó “Hamilton” a dar por finalizada esa discusión?
—Para mí el hip-hop siempre fue una forma de arte. Soy más joven que el hip-hop, nací en los barrios de donde sonaba. Para nosotros siempre fue una forma de inteligencia, por su rima, por quien tenía la mejor idea. Quiero decir, nuestra generación siempre lo respetó. Solo era cuestión que nosotros creciéramos. Por eso me fue natural contar la historia de Alexander Hamilton con hip-hop.

 

Niños genios. Por Juan Manuel Domínguez


—Considerando lo que ha resonado “Hamilton”, ¿por qué creés que nuestra cultura está conectada a la cultura pop?
—No sé si lo estamos. Puedo decirte el rol que jugó en mi vida. Fui a un colegio para niños genios y no me sentía tan inteligente como quienes me rodeaban, pero la moneda de cambio era la cultura pop. Entonces, pasaban cosas como que en tercer grado te definía como cool saber deletrear “supercalifragilisticoespialidoso”. Recuerdo usar bromas en base a He-Man a los 8 años y la música en la adolescencia explicando quién eras de una forma en la que vos no podías. Ir a la universidad en un programa latino, donde mis compañeros también habían crecido embebidos en la cultura americana, pero podía hacer bromas sobre el Chapulín Colorado y Ricky Martin en la misma oración que mencionaba Friends. Ahí descubrí que la cultura de casa era algo que iba a ayudarme y a definirme, como lo ha hecho el hip-hop.

—¿Cómo definirías “la magia del cine”?
—Es ese instante donde todo lo que está alrededor de la película pesa e importa menos, donde la película le gana al mundo, y lo supera. Casi tan tangible que podés apuntar con el dedo y decir “aquí está”. El baile en El violinista en el tejado, Sebastián cantando Bajo del mar, las imágenes finales de Réquiem por un sueño, la escena
final de La Strada, la tumba de Los siete samuráis: momentos que viven en uno de una forma más verda-dera que nuestros propios recuerdos.

 

*Desde México. Gentileza Disney.