ESPECTACULOS
‘De la noche a la mañana’

¿Para qué hacemos lo que hacemos?

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Estreno. La película de Manuel Ferrari se estrenó en provincias donde todavía hay salas de cine abiertas y espera su lanzamiento en AMBA. La ficción creada por el director de “Cómo estar muerto / Como estar muerto” fue parte de la última edición del Festival Internacional de Cine de Mar de Plata. | GZA. PRENSA zylberberg

Fui invitado a escribir un artículo sobre mi película que está pronta a estrenarse en los cines de varias provincias (menos AMBA, claramente) en este contexto tan especial y pleno de incertidumbres. Como viene sucediendo en tiempos pandémicos, todo tiene un componente tragicómico y estrenar una película sin saber qué ocurrirá en unas semanas con la lógica angustia ante el crecimiento de casos es una prueba de hasta dónde nos hacemos (des)ilusiones con lo que podría pasar (para bien y para mal). 

Ignacio Roma, el protagonista de De la noche a la mañana, es un arquitecto de unos 40 años que trabaja con su suegro y es profesor universitario. Ignacio está hace tiempo escribiendo un libro que no puede terminar, que no encuentra motivos para hacerlo o instituciones que le paguen para hacerlo. Por lo tanto, trabaja en la constructora de su suegro y todo indica que tiene esa oportunidad más por ser yerno del dueño que por su experiencia como arquitecto. 

Aclaración: es siempre un poco raro hablar sobre una película que uno hizo porque todo suena como una justificación o una clave de lectura correcta. Lo que deseo es que la película hable sola y con eso me refiero a méritos, errores, risas, contradicciones o lo que sea que produzca. 

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La película empieza con una noticia para su protagonista Ignacio. Inés, su novia, quien luce un poco más decidida y joven que él, le cuenta que está embarazada. Y casi en simultáneo el protagonista recibe una invitación para participar como orador en un seminario en Valparaíso, Chile. Inés está muy concentrada en su propio trabajo y lo impulsa a Ignacio a tomar ese viaje. Parecen coincidir en que luego habrá tiempo de pensar en las responsabilidades que surgen frente al reciente embarazo. 

Ignacio emprende el viaje, un poco debatiéndose entre la culpa y lo abrupto de la invitación que lo hacen dudar del plan en el cual se está embarcando. Una vez en Valparaíso, Ignacio, sufre una serie de desventuras. Primero, se encuentra con que la universidad donde iba a dar clases está tomada en protesta por los levantamientos estudiantiles. Luego, una joven que conoce ahí mismo le ofrece un espacio en su casa para quedarse mientras sucesivos temblores le aterran en sus paseos. Como cierre, recibe una oferta de un trabajo ideal y bien pago como arquitecto que le brinda ese aparente oasis de oportunidades que parece representar Chile. Y así, de la noche a la mañana (sic) Ignacio parece tener una nueva vida posible del otro lado de la cordillera.

La película narra este viaje en Valparaíso y toda la región de mar y montaña aledaña: el vínculo entre Ignacio y ese espacio es clave. No quería que se tratara de un viaje que moldeara la vida responsable de un futuro padre y tampoco que fuera un mero escape cobarde ante la noticia de su novia embarazada. Invito a quien mire la película a que acompañe a su protagonista en sus dudas existenciales: ¿tiene sentido todo esto que estamos haciendo y de esta forma? ¿La vida se trata solo de llegar a fin de mes y si tenemos el privilegio que tiene poca gente podemos darnos un gusto y comprarnos algo que no necesitamos del todo? ¿Eso es todo? 

Personalmente creo que esta pandemia, producto de los cambios abruptos en las rutinas que generó en la mayor parte de las personas, llevó a quienes pudieron tener la capacidad mental, el tiempo y los medios, a acceder en su aislamiento a una mayor cantidad de contenidos audiovisuales, libros, membresías gratuitas y actividades diversas de eso que podríamos llamar brutalmente cultura. De una u otra manera –y más allá de los debates filosóficos sobre la función del arte– lo que creo que pasó es que se volvió visible que las películas, los libros, los museos y la música “sirven para algo” y no únicamente para distraernos. 

Espero que De la noche a la mañana sume un poco a esto mismo, sobre todo a poder pensar y quizás reírnos acerca del miedo y las dudas que produce vivir, y más aún ante el dilema de traer gente nueva a este mundo.

PD: Y ojalá que las oportunas medidas de restricción sean debidamente cumplidas para poder estrenar en Buenos Aires con todos los protocolos.

*Director de cine.