ESPECTACULOS
Claudio Rissi - Nicolas Furtado

Si entre ellos se pelean, los devoran los de afuera

Interpretan a los presos Mario y Diosito Borges en El marginal, que estrenará la tercera entrega el 9 de julio en la TV Pública. Adelantan que habrá una crisis entre ellos, hablan de impunidad económica y de clases en Argentina.

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BROTHERS. Rissi le cocina guiso de lentejas a Furtado. | the remake

Claudio Rissi levanta su remera y le muestra a este cronista una marca sobre su panza. Son las secuelas que le dejó una violenta escena de El marginal 3. El actor que interpreta a Mario Borges cuenta que el Patón Basile lo tenía sostenido del cuello por la espalda y al pasar por una de las rejas golpeó fuerte con su cuerpo, y que Basile chocó el brazo contra uno de los barrotes y resonó en toda la San Onofre. “Tengo de todo. Además, golpes y moretones en las rodillas”, agrega. Nicolás Furtado sonríe y suelta: “Me comí una piña que no me tenía que comer”. El puñetazo que lo dejó viendo las estrellas en la villa del patio carcelario fue durante un enfrentamiento de Diosito mano a mano con Pantera (Ignacio Sureda).

Lo que revelan los protagonistas es apenas un condimento de lo que tendrá la tercera temporada de la serie carcelaria producida por Underground y el Sistema Federal de Medios, que se estrenará el 9 de julio, a las 22, en la pantalla de la TV Pública y en la plataforma Contar.  

—¿Qué otros aspectos nuevos le tuvieron que explorar a Mario y Diosito en esta temporada?

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RISSI: Mario tiene un conflicto interno con él mismo, además de los conflictos con su hermano Diosito, que viene de la temporada pasada. Ahí hay una llaga que no cerró, y hace eclosión en esta temporada. Mario explota. Es una temporada muy psicológica y la relación entre hermanos es muy peligrosa para ambos.

FURTADO: Tiene que ver con lo emocional, con lo psicológico. Por eso yo creo que esta es la mejor temporada: rescata lo mejor de la primera y lo mejor de la segunda. Tiene violencia, tiene acción y situaciones visualmente atractivas, pero la psicología de los personajes y las contradicciones que ellos atraviesan es lo que hace rica esta historia. Corren riesgo ciertos vínculos fuertes que ahora están como al borde de un abismo.

—¿Qué significó “El marginal” para ustedes en lo personal y en lo profesional?

F: En mi corta carrera tuve mucha suerte de que me haya tocado un proyecto así, generalmente no hay mucha cantidad de este tipo de series y este tipo de personaje, y es ideal para que mi carrera arranque con fuerza desde otro lugar. Y arrancar a laburar con actores grosísimos es un lujo. Es lo ideal, es lo que cualquier actor de mi edad querría. Obviamente, estoy muy agradecido y aprovechando el momento, porque ahora todos los proyectos que vienen son los que yo elijo y siempre quise tener. Hoy podés decir que no a otros proyectos que antes ni siquiera tenías propuesta.

R: En la masividad. Es un acontecimiento importante en mi vida. He participado de otros fenómenos televisivos como Poliladron o Los simuladores, pero esto es serie y acá los dos pilares en cuanto a lo que sucede en la pantalla somos Niki y yo. A mí me llega a esta edad. Pero también me llegó en el teatro haciendo Terrenal, de Mauricio Kartún. Estoy como en un momento donde algo yo desaté, algún nudo desaté en mí para que esto ocurra, desaté miedos. Estoy disfrutando mucho esto que me pasa. Esto que está pasando con El marginal lo disfruto a fondo.

—¿Creen que el poder en la cárcel funciona como metáfora de poder en la realidad?

R: Yo no sé si metáfora, yo creo que es bastante directa la cosa, pero no creo que sea ese el objetivo. Por lo menos nunca lo hemos hablado así con Sebastián (Ortega), con Pablo (Cullel). Hay veces en que me pregunto por qué la cárcel está llena de pobres, como si fuera que la delincuencia anida solo en las clases bajas. Por eso, cuando aparece el personaje de Toto Ferro, que viene de la clase media acomodada, de la burguesía, es interesante que aparezca un blanco, porque no es común.

—¿Hay impunidad económica y de clases?

R: Y sí, claro.

F: En todo caso, el preso con su característica de preso no sería peligroso, sería peligroso un político, con mucho poder y mucha impunidad.

R: Sabemos que hay empresarios que matan gente. Sabemos que en los estamentos de poder no interesa si se hacen guerras en pos de sostener la industria bélica, se inician guerras porque son cuestiones de negocios, no porque haya un político que decide, sino que hay un empresario que le dice al político: “Andá y ejecutá esto porque te estoy bancando a vos”. Ahí está: Mario Borges tiene la manija porque está bancado por el jefe de la cárcel y, a su vez, este por la corrupción de la política y la Justicia. Y eso pasa afuera, todo el tiempo.

—¿Qué es la impunidad?

R: Es el atropello de la moral, el olvidarse del otro, no pensar en nadie más que en uno. La soberbia. La impunidad es una cagada, es casi como la mortalidad. Que nada te importe, es casi una maldición, decidir sobre la vida de los demás sin importarte nada, solo vos y nada más.

F: Yo creo que es algo de lo que ninguno de nosotros está libre, a mayor o menor escala podemos caer. Nosotros, como actores, “famosos” como nos dicen a veces, tenemos a mano la oferta de la impunidad y podemos caer en esa. Los políticos también, deportistas, todas las personas que de alguna forma tienen un lugar distinto o privilegiado tienen acceso a una cuota de impunidad. El mal manejo sería lo peligroso. Yo puedo tener impunidad para decir algo y que pueda llegar a  miles de personas, y quién me va a decir algo, si yo lo pongo en mis redes y chau, llego a miles de adolescentes si quiero. El tema es qué digo, qué comunico, cuál es la idea que quiero llevar a cabo. Y ahí ya es personal, tiene que ver con el sentido común de cada individuo. Es un poder que tiene el ser humano. El que tiene impunidad es porque tiene poder, y el que tiene poder... hay que ver qué hace con eso.

—Visitaste presos reales para componer tu personaje, ¿encontraste algún Diosito?

F: Algunas características puede ser, de repente sí me han escrito psicólogos de cárceles, o asistentes sociales, que me ponen en redes: “Yo conozco un tipo así, igual, de tal cárcel, gracias por representarnos, por mostrar esta realidad”.

—¿Te pusiste a pensar qué siente, qué vive un preso de verdad?

F: Sí, y con Claudio jugamos a eso muchas veces, de imaginarnos el frío, el miedo, la violencia, el calor, pasar meses y años... Nadie, hasta que pasa por esa experiencia, puede realmente sentir lo que es. Creo que tu personalidad muta ahí adentro, y en esa adaptación nace una persona nueva.