ESPECTACULOS
Nicolás Riera y Esther Goris

Un juego teatral que reflexiona sobre el medio

Una de las cuatro parejas que protagonizan las diferentes puestas de Plagio revela sus visión sobre la actualidad del medio. Hablan además de su propia relación con el poder y el sexo.

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Nicolás Riera y Esther Goris. | nestor / GZA. PRENSA PLAGIO

Con el sello de José María Muscari, aunque con dramaturgia compartida con Mariela Asensio se presenta la propuesta titulada Plagio. ¿De quién es tu vida? Son cuatro versiones distintas sobre un mismo texto, todas fueron dirigidas por Muscari. El juego consiste en que cambian los actores, dándoles a sus personajes la posibilidad de diferencias por su sexualidad o por su edad. Las funciones serán de lunes a lunes, siempre en el teatro Regina (Santa Fe 1235) Las duplas son: Inés Estévez y Malena Solda, Esther Goris y Nicolás Riera, Diego Ramos y Nicolás Pauls, y César Bordón y Thelma Fardín. 

Las parejas muestran la relación de poder entre alguien que es candidato o candidata a presidente y su asesor o asesora política, con quien además tiene una relación amorosa. Una de las parejas está constituida por Esther Goris, como Lucrecia y Nicolás Riera, como Joaquín. Harán tres funciones semanales: viernes 20.30, sábados 21 y domingos a las 17.30 horas, compartiendo días con otros intérpretes. 

Esther Goris está acostumbrada a protagonizar propuestas fuertes, vale recordar en televisión desde Zona de riesgo hasta La marca del deseo. Se sigue recordando su protagónico en la película Eva Perón de Juan Carlos Desanzo (1996). Reflexiona hoy: “Las épocas han cambiado mucho. Eva inauguró a la mujer en la política en la Argentina”. Mientras que Nico Riera prefiere definirse como actor y productor. Prepara la adaptación cinematográfica de la novela que escribió su hermana, Jazmín, titulada Las reglas del boxeador.  Afirma: “Llega un momento en que aprendés mucho viendo a los productores y ahora siento que me tengo que jugar para vivir todo el proceso, desde la creación, producción hasta actuarlo. Me genera desafío y me divierte mucho”. 

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—¿Qué fue lo más complejo de sus personajes?

ESTHER GORIS: Mi protagonista –Lucrecia- tiene unas aristas bastante cuestionables. Me costó abordar a una política de esta manera. Porque a mí me parece que es importante que la gente pueda respetar y querer a los políticos. Por lo menos tenemos que tener alguna esperanza de que esto sea así, sino perderíamos nosotros la esperanza. Un pueblo sin esperanza no existe. Ella tiene mucho poder y oculta una relación clandestina que tiene con este hombre menor que ella.  

NICOLAS RIERA: La obra es por un lado simple, con juegos de poder, pero no hay que caer en lugares comunes o en un solo tono. Estamos buscando profundizar las emociones. Interpreto a Joaquín, que pasa de la ternura al odio y los extremos siempre implican un desafío. 

—¿Cómo es la relación del poder con respecto al sexo? ¿Tuvieron jefes de otro sexo?

R: En la obra se dice una frase: “todo tiene que ver con el sexo, salvo el sexo que es poder”. Plagio propone el mundo de la política. En esta pareja que conformamos la atracción sexual es una moneda de cambio. Tuve jefas mujeres, pero no haría diferencias por el género sino por las personalidades. Me crucé con más femeninas que otras y algunas fueron más power, sobre todo cuando ejercen el poder. 

G: La relación de un varón o de una mujer con el poder es muy distinta.  En principio en el patriarcado que vivimos, una mujer debe esforzarse el doble. Todavía hoy sigue siendo así. Lo dice mi personaje: “ser hombre es más simple para todo”. Tuve directoras, pero en el teatro como en el cine el trabajo es muy codo a codo, muy distinto al mundo de la política, que es un terreno muy singular. En el ámbito artístico todo es muy diferente. 

—¿Cuál creen que es la imagen de la política?

G: Creo que en el mundo en general y en la Argentina también estamos muy desengañados. Pero tengo la certeza que si nos quejamos o nos dejamos llevar por el odio o el rechazo, nos manejan como quieren. 

Tenemos que aspirar a tener los mejores políticos y a confiar. Debemos mirar bien, leer, informarnos y pensar mucho para sacar las propias conclusiones. Nuestro país es muy complejo por eso hay que reflexionar, ya que nuestra realidad cambia constantemente es necesario tener mucha responsabilidad. No hay que banalizar la queja.

R: Me mantengo siempre en el mundo de lo privado con respecto a la política. Veo polarizado todo. Me parece que la cultura argentina está muy vinculada al fútbol, somos como dos bandos: Boca y River. Siento que mi generación les perdió la confianza y la credibilidad a los políticos. 

—La obra plantea en algunas parejas una gran diferencia de edad como la de ustedes y la que integran César Bordón y Thelma Fardin…

G: Aquí en nuestra versión, es la mujer la mayor y eso lo hace diferente. Estamos más habituados a que el hombre sea el de más edad. La gente por lo general tiene un rechazo hacia aquellas mujeres que salen con hombres menores. Las relaciones laborales también se ven afectadas. Creo que mi generación es a la que a más cambios se tuvo que adaptar y eso se nota en la manera de abordar, desde un trabajo hasta una relación. 

R: Sobre todo en nuestra versión es donde más diferencia de edad hay, se verá el salto generacional y se notarán las miradas distintas. Me parece que los más jóvenes se juegan por lo que sienten y dejan de lado cierta obligación por cumplir un rol social. 

—¿Sufrieron alguna vez maltrato en sus trabajos?

R: No. Lo que propone Plagio es muy intenso. Me tocaron ámbitos laborales amigables. Para mí la actuación es un juego. Si sale mal o bien nunca dejamos de hacer una ficción, es contar un cuento, no es lo mismo que un cirujano que opera y si le sale mal el paciente se muere. Lo nuestro no deja de ser un entretenimiento. 

G: No recuerdo, aunque podría pasar. Es algo que podría suceder tranquilamente, somos muchas las mujeres las que debemos reflexionar sobre los maltratos.

—¿La mujer se masculiniza con el poder político?

G: El poder es más frecuente en el varón, por eso se dice que la mujer se masculiniza, solo ejerce ese mismo rol en el que habitualmente vemos a los hombres. Vi dos buenos ejemplos en América Latina como fueron Michelle Bachelet de Chile y Dilma Rousseff de Brasil. Son mujeres a las que admiro. En la vereda de enfrente ubicaría a Margaret Thatcher, esa sí se masculinizó.