Luego de realizar 362 mil kilómetros a través de cinco continentes en un auto de 1928, la familia Zapp finalizó el pasado domingo un recorrido que duró 22 años poniendo como última parada el Obelisco de la Ciudad de Buenos Aires, y marcando su retorno a la Argentina.
Esta familia argentina, que viene de vivir una experiencia de viaje única, hizo una anteúltima parada en la ciudad de Gualeguaychú antes de seguir el camino hasta el destino final al que llegaron el domingo 13 de marzo acompañados de aplausos y festejos, y en donde piensan quedarse por un buen período de tiempo: Buenos Aires.
El matrimonio de Candelaria Chovet y Herman Zapp, quienes ahora volvieron a su país con cuatro hijos adolescentes que nacieron en diferentes lugares del mundo, estuvo marcado por los viajes. En un primer momento, eligieron trasladarse a Alaska con tan solo 4000 dólares ahorrados y les llevó cuatro años y un hijo el retorno a la Argentina, desde donde partieron indefinidamente el 25 de enero del año 2000.
Allí siguieron África, Oceanía, Asia y Europa. Herman había contado a la agencia AFP recientemente que, a sus 53 años, mantiene nuevamente el sueño de dar la vuelta al mundo pero esta vez en velero: "Los sentimientos son muy encontrados. Estamos terminando un sueño o más bien cumpliendo un sueño. Lo lindo es vivirlo. ¿Qué vendrá después? Miles de cambios, miles de opciones".
Por otra parte, Candelaria había revelado que ella tenía 29 años al partir de Argentina, y que ahora a los 51, y después de haber atravesado 102 países, la mayor enseñanza del viaje fue descubrir a la gente y su "increíble humanidad".
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Cómo inició la aventura de la familia Zapp
Candelaria y Herman vivían acá en Argentina y fue al sexto año de casados que, ya asentados en una casa en las afueras de Buenos Aires y cumpliendo responsabilidades en sus trabajos, decidieron que lo que más anhelaban en el mundo era viajar. Y entonces empezaron por conocer Alaska como mochileros.
En esa oportunidad, un conocido les ofreció la oportunidad de viajar en el auto Graham-Paige, un modelo de 1928 que tenía el motor averiado. Sin embargo, pese a la primera "mala" impresión que les dio el vehículo, el matrimonio aseguró que se vieron altamente beneficiados usándolo porque funcionó como un "abre-puertas" para todo, "las ciudades, el barro y la arena", comentó Herman.
Y agregó que "el auto no tiene los mejores asientos, ni la mejor amortiguación, tampoco aire acondicionado. Es un auto que te obliga a estar alerta", pero que pese a ello, en los 22 años de viaje solo utilizaron ocho sets de neumáticos y dos aperturas de motor.
Luego vinieron los primeros cambios al auto con la llegada de los dos primeros hijos: Pampa, quien nació en Estados Unidos y tiene actualmente 19 años y Tehue de 16, nacido en Argentina. A medida que fueron creciendo se tuvo que cortar por la mitad el auto y se agregaron 40 centímetros y un asiento.
Lo que hizo las cosas más fáciles con la llegada de Paloma, nacida hace 14 años en Canadá, y Wallaby, nacida hace 12, en Australia. Después vinieron las mascotas en 2020, en medio de la pandemia de covid-19 que los obligó a quedar varados en Brasil.
El día a día de la familia Zapp antes de instalarse en Argentina
Dentro del auto, del techo se extiende una lona que permite que exista alguna "privacidad" entre los padres y sus hijos. A la hora de hacer la comida, aunque parezca complejo, la familia se la arregla fácilmente utilizando un maletero que funciona como cocina y el motor, en el que pueden cocinar huevos y salchichas o calentar agua.
Otro de los secretos de la casa-auto es que debajo de los asientos se guarda la ropa y también los útiles de los chicos, que aún continúan en edad escolar. Es una casa pequeña que, como dijo Herman, posee "un jardín enorme, con playas, montañas, lagos. Si no gusta el paisaje, se puede cambiar".
Sin embargo, pese a que dentro del auto han podido vivir muy bien, lo cierto es que nunca dejaron de hospedarse en casas ajenas de personas que los invitaban y les ofrecían ayuda solo por el simple motivo de "ser parte de un sueño". La familia Zapp estimó que fueron 2000 los hogares que les brindaron apoyo en algún momento del viaje.
La caridad de estas familias se contrastó con otros problemas y circunstancias que tuvieron que atravesar como familia en distintos puntos del mapa, por ejemplo el viaje en donde Herman contrajo malaria, o el momento en donde atravesaron Asia cuando había gripe aviar, o África con el ébola, y Centroamérica con dengue.
Pese a todo eso, Herman destacó que lo más importante fue animarse: "Salimos de un covid, entramos en una inmensa guerra, si esperamos el momento adecuado, va a haber siempre una razón para no cumplir los sueños".
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