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Escándalos políticos: las sombras que acechan a la estrategia

El escándalo forma parte de la vida política. Un candidato genera noticias constantemente y muchas de ellas pueden generar un tembladeral en campaña. ¿Cuál es el antídoto para salir de esos escenarios complejos?

Escándalos políticos: las sombras que acechan a la estrategia
Escándalos políticos: las sombras que acechan a la estrategia | CREDITO PERFIL

La campaña política tiene su génesis en una estrategia y es sumamente recomendable no apartarse de ella. Esa estrategia debe adelantarse o contar con herramientas para enfrentar escenarios complejos que surgen de imprevisto. La irrupción de un escándalo políticos forma parte de ese cúmulo de contextos incómodos.

La cuestión no es evitar la guerra, sino aprender a defenderse. El escándalo también se planifica y gestiona en la estrategia. Es parte del precio del poder. O de intentar llegar a él.

En primer lugar, hay que tener claro que no hace falta cometer un crimen o una estafa para ser acusado. El escándalo es una amenaza que acompaña al candidato desde que asoma la cabeza en la pelea electoral. Como el soldado que sale al frente del ejército, sabe que está en la línea de fuego y que los disparos podrían impactar en él en cualquier momento.

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¿Cuál es la armadura que protegerá a ese candidato de las balas? Su propia personalidad, su proyecto político, la seguridad en sí mismo.

Unido al poder, el escándalo forma parte de la vida política. No necesariamente está asociado a la corrupción. Un candidato genera noticias constantemente. Reales, falsas, relevantes, explosivas, “de color”, serias: su accionar (o su abulia, también) trasciende la esfera privada desde el primer minuto que sale a conquistar un voto.

En segundo lugar asoma otra certeza: nunca se sabe, a ciencia cierta, de dónde vendrán los tiros. Puede ser una denuncia por evasión fiscal o una foto con una pareja que no es la propia; una pelea callejera o un familiar con antecedentes penales.

No hay que concentrarse, entonces, en el escándalo, en el ataque. Dicho en términos futbolísticos: hay que fortalecer la defensa. Mejorar la comunicación, la capacidad de sostener una narrativa en forma coherente con el accionar, construir un andamiaje discursivo que fortalezca la presencia, la imagen, la personalidad del candidato es el mejor antídoto para el escándalo.

Mientras más concentrado esté el candidato en sí mismo y su carrera, más difícil será moverlo del eje. Esto incluye la capacidad de aceptar de antemano que puede convertirse en el centro de un escándalo, de una operación política orientada a horadar su capital más sagrado: la reputación. El “enemigo”, real o potencial, está camuflado en las sombras y desde ahí espera el momento del contraataque.

El que controla el discurso, controla el escenario.