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La Navidad que duele: cuando las fiestas encienden heridas antiguas

Por Lic. María Cristina Baiardi – Psicóloga EMDR. Galería de fotos

La Navidad que duele: cuando las fiestas encienden heridas antiguas
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La Navidad es una fecha cargada de símbolos: luces, mesas abundantes, rituales familiares. Pero también es una época donde se activan memorias emocionales, duelos postergados y tensiones que durante el año pasan desapercibidas. Una fecha idealizada que no siempre coincide con la verdad emocional de quienes la transitan.

Las luces del árbol… y las luces de la memoria

La Navidad tiene un efecto curioso: mientras se encienden las luces del arbolito, también se encienden memorias. Algunas cálidas; otras incómodas.
A veces basta un aroma, una canción vieja, una tradición que no cambia… o una silla vacía.
Eso alcanza para que escenas del pasado vuelvan sin pedir permiso.

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Cuando una experiencia fue muy fuerte y no se procesó del todo, queda “atascada”. Y diciembre, con su rutina repetida año tras año, funciona como un disparador perfecto. Por eso para muchas personas las fiestas dejan de ser fiestas y se convierten en un recordatorio involuntario de lo que dolió: vínculos tensos, exigencias familiares, roles impuestos, infancias frágiles.

A algunas personas, simplemente, la Navidad les quedó mal codificada en la memoria.

Diciembre en el consultorio: donde lo silenciado aparece

Cada año se repite el patrón: diciembre es un mes de desbordes emocionales.
Llega gente angustiada porque alguien ya no está.
Otras personas sienten culpa o presión por tener que ver a quienes no desean.
Y también están quienes comen de más, se irritan, se sobrecargan o se desconectan en silencio.

Surgen siempre las mismas preguntas:
¿Por qué cómo así? ¿Por qué me enojo tanto? ¿Por qué me cuesta respirar? ¿Por qué me pesa tanto llegar a “la mesa familiar”?

La respuesta es simple:
Lo que sucede en diciembre muchas veces no pertenece al presente.
Es la memoria emocional tirando de los hilos.

Un olor, un mantel conocido, la cara de una tía, el brindis obligatorio… y, de golpe, un adulto puede sentirse como el niño que lloraba mientras en casa se gritaba.

Cuando volvemos a la edad emocional del trauma

Cuando una memoria traumática se activa, el cuerpo no responde con la edad que tenemos hoy, sino con la edad emocional que teníamos cuando vivimos esa experiencia.
Por eso regresan tensiones, miedos, la sensación de obligación, el nudo en la garganta. Y hacemos, lo que aprendimos a hacer, respondemos como aprendimos y como allí y entonces nos resulto funcional y adaptativo.

Y por eso muchos sienten que “exageran”, cuando en realidad lo que está hablando es algo mucho más antiguo.

Salir de la ventana de tolerancia

Las fiestas suelen empujar a mucha gente fuera de su equilibrio emocional.
Ahí aparecen dos modos típicos:

  • Hiperexcitación: atracones, enojo, impulsividad, consumo, desborde.
  • Hipoexcitación: apagón emocional, desconexión, vacío, ganas de desaparecer de la escena.
    No es falta de espíritu navideño.
    Es el sistema nervioso haciendo lo que puede con lo que tiene y lo que aprendio en el pasado.

Creencias viejas que regresan

En diciembre, también vuelven frases internas que vienen del fondo de la historia:

  • “Tengo que estar bien.”
  • “Si digo que no, arruino todo.”
  • “Mi tristeza molesta.”
  • “Tengo que ser perfecta.”
  • “No merezco disfrutar.”

Esas creencias no nacen en diciembre: se activan en diciembre.
Y en terapia, justamente, se nombran para empezar a soltarlas.

El duelo amplificado por las luces

Para quienes transitan una pérdida, diciembre es una lupa emocional.
Las sillas vacías pesan más.
La exigencia de “festejar igual” suele lastimar más que acompañar.A veces está bien no poder festejar.

El cuerpo como archivo emocional

Antes que las palabras, el cuerpo habla.
Nudo en la garganta.
Dolor en el pecho.
Dificultad para respirar.
Atracones.
Vacío.
Rigidez.
Todo eso es memoria somática: historia que quedó atrapada en el cuerpo.

El brindis con el pecho apretado no habla del presente.
Habla de lo que todavía necesita procesarse.

La otra Navidad: la que nadie publica

Existe la Navidad radiante, la de las fotos, la de las mesas perfectas.
Pero también existe la Navidad rota: la silenciosa, la incómoda, la que te enfrenta con lo que quedó pendiente. Esa de la que nadie habla… pero que muchísimas personas viven.

Acompañar esa Navidad implica ofrecer menos exigencia y más verdad.
Sostener el malestar sin vergüenza, sin mandato y sin la obligación de “estar bien porque es Navidad”.

Porque a veces, celebrar no es posible.
A veces, lo más valiente es simplemente reconocerlo.
Y decir, sin culpa:
“Hoy la Navidad toca donde todavía me duele.”

María Cristina Baiardi
Mail: [email protected]
Ig: psicologaemdr.cristinabaiardi
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