El 1° de septiembre del 2019 se cumplen 80 años del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Polonia será el anfitrión de las actividades conmemorativas de las que participarán autoridades de los países miembros de la Unión Europea y la OTAN. Como en otros casos—el más reciente fue el 75° aniversario del desembarco en Normandía--, las efemérides relacionadas con la guerra servirán no sólo para reflexionar sobre las lecciones del pasado sino también para hacer política en el presente. Así demuestra la decisión del presidente polaco Andrzej Duda de invitar a sus pares alemán y norteamericano, pero no al ruso. La presencia de Trump tiene especial importancia como gesto para reforzar las ya estrechas relaciones entre Washington y Varsovia desde el retorno al gobierno polaco del partido derechista Ley y Justicia. La Casa Blanca ha prometido ampliar el contingente de tropas norteamericanas estacionadas en ese país de los actuales 1000 a 4000 efectivos. En una Europa asediada por el nacionalismo y el revisionismo hoy más que nunca se hace necesario recordar el estallido de la Segunda Guerra Mundial porque, sin ser su causa, fue la desunión de los países democráticos la que creó las condiciones de posibilidad para que Hitler pusiera en marcha sus planes de dominación.
Los que se fugaron y sobrevivieron al horror de Auschwitz
La guerra en 1939 no llegó de golpe, sino que fue el resultado de un largo proceso de deterioro de las relaciones internacionales, durante el cual las posibilidades de solución pacífica de las disputas territoriales se fueron volviendo cada vez más endebles. Ya desde antes de la invasión de Polonia reinaba entre los dirigentes políticos y la opinión un ambiente de resignación fatalista. Es cierto que, a diferencia de lo ocurrido en 1914, el inicio de la guerra en 1939 tuvo un responsable: Alemania. Sin embargo, el plan nazi de expansión no hubiera podido llevarse a cabo sólo con el voluntarismo megalómano de Hitler y una Alemania bien armada, pero aislada. Aunque fue Hitler quien deseó, preparó y desencadenó la guerra, fueron las decisiones tomadas otros fuera de Alemania las que le allanaron el camino.
Fotos | Un viaje a la Segunda Guerra Mundial en tren
Ante las pretensiones expansionistas del nazismo en el poder los estados europeos adoptaron diferentes posturas, todas congruentes con una visión estrecha del “interés nacional”. Algunos, como la Italia fascista, forjaron una alianza formal con Alemania basada en la semejanza ideológica y la coincidencia de objetivos territoriales. Otros, como Gran Bretaña y Francia, adoptaron una política de “apaciguamiento” bajo la presunción errónea de que Alemania volvería al redil de las naciones civilizadas una vez que las demandas del hombre fuerte de Berlín fueran satisfechas. Hubo también aquellos gobiernos que, como el de Stalin, pese a ser conscientes de la amenaza inminente que representaba para ellos la política exterior de Berlín, buscaron ganar tiempo o congraciarse con Hitler, ya sea pactando con éste el reparto de territorio y zonas de influencia. Un año antes de ser aplastada por la maquinaria de guerra alemana, Polonia había participado del desmembramiento de Checoslovaquia en el tristemente famoso pacto de Munich. Las democracias de Francia y Gran Bretaña había abandonado a la España republicana en 1936. En 1938 entregaron a Hitler Checoslovaquia----único país de Europa centro-oriental con un régimen democrático. En 1939 se plantaron y comprometieron, a regañadientes, a apoyar a Polonia en caso de que ésta fuese atacada. Esa decisión, sin embargo, llegó tarde, los días de Polonia estaban contados. En 1940 le tocó el turno a las democracias de Europa occidental. A menos de un año de iniciada la guerra, con la excepción de Gran Bretaña, Suiza y Suecia, la democracia europea había muerto.
*Profesor Investigador – Departamento de Estudios Históricos y Sociales, Universidad Torcuato Di Tella.