La información sistematizada en el último informe del Observatorio Argentinos por la Educación acerca del desempeño de nuestros niños, niñas y adolescentes en Matemática da cuenta de las graves dificultades que atraviesa el sistema educativo argentino en general y de las deficiencias en el aprendizaje de la Matemática en particular.
El estado en que se encuentra el aprendizaje de esta materia en nuestro país requiere que se adopten políticas públicas con la consecuente inversión. No es necesario realizar comparaciones que nos dejan muy mal posicionados globalmente: nuestros propios resultados ilustran con elocuencia cuán grave es la situación. Hace tiempo que las pruebas nacionales e internacionales, especialmente en secundaria, arrojan resultados desalentadores.
Es imprescindible hacer una distinción entre los logros alcanzados por nuestros estudiantes en la escuela primaria y las dificultades que, años después, muchos de esos mismos jóvenes atraviesan en la secundaria. Mientras 6 de cada 10 alumnos de 6° grado de primaria alcanzan los niveles satisfactorio o avanzado en Matemática según la prueba Aprender 2016, solo 3 de cada 10 estudiantes del último año de secundaria obtienen resultados similares.
¿Qué sucede en esos 5 o 6 años para que el rendimiento de estos jóvenes haya caído a niveles tan bajos?
Hoy sabemos que los resultados de una escuela dependen en alrededor de un 30% de ella; el resto se correlaciona con otros factores que son esencialmente socioeconómicos. Hay quienes podrían improvisar una respuesta asociada a la teoría didáctica que sustenta la enseñanza de Matemática desde hace tres décadas, cuya llegada primero a los diseños curriculares, luego a la formación docente y finalmente a las escuelas, ha tenido una implementación muy dispar en las distintas jurisdicciones. Sin embargo, los mejores resultados en la escuela primaria muestran que no es precisamente dicha teoría el nodo central del problema.
¿Es posible explicar la caída del rendimiento en las pruebas de Matemática solo considerando las variables vinculadas con la enseñanza, desestimando los efectos que la propia escuela secundaria ejerce de forma integral sobre sus estudiantes, y desconociendo las consecuencias que acarrean los valores de nuestra sociedad?
Deberíamos preguntarnos seria y responsablemente si la escuela secundaria está preocupada por los aprendizajes que en ella se imparten y de los que nuestros jóvenes logran apropiarse, y también si este estado de situación preocupa realmente a toda nuestra sociedad, cuando al menos debería inquietarla.
Todos los docentes sabemos que los niveles de exigencia, tanto en el sistema educativo estatal como en el privado, han disminuido en las últimas décadas de la mano de la necesidad de mayor inclusión, como resultado de la aplicación de importantes políticas educativas sustentadas en la reciente obligatoriedad de la secundaria.
Para que nuestros estudiantes alcancen mejores resultados son necesarias políticas orientadas a sacar de la pobreza y la indigencia a sus familias, ya que las cifras muestran con claridad que son estos jóvenes los que obtienen los peores resultados, independientemente de si asisten a escuelas estatales o privadas.
Pero antes de comenzar un cambio profundo en la enseñanza de Matemática será necesario alcanzar consensos entre los responsables de los ministerios, los especialistas, los formadores de profesores y los propios docentes, que en un porcentaje ascendente a lo largo del país adolecen de título docente en Matemática. Porque los docentes no solo enseñamos lo que sabemos, sino que cambiamos cuando estamos convencidos de que lo nuevo puede ser mejor para nuestros estudiantes.
*Profesor de Matemática y Rector del Colegio Nacional de Buenos Aires.