Hace diez años moría Raul Alfonsín. Su figura no ha dejado de crecer en la consideración pública. La reivindicación de quien fuera presidente en uno de los momentos más difíciles de la historia argentina (1983-89) comenzó bastante antes, a medida que se fue evidenciando la magnitud de su esfuerzo en pos de la refundación de la república y de la construcción de una sociedad más democrática y pluralista. Su presidencia marcó un giro fundamental en la historia argentina: allí comenzó una etapa de afirmación de la democracia que todavía continúa, en la cual se desterraron los golpes de estado encabezados por militares que, desde 1930 en adelante, dieron origen a dictaduras de diversa laya.
En 1983 el futuro era muy incierto. Las instituciones y prácticas republicanas habían sido desmanteladas, la sociedad civil se recuperaba apenas de la privación de libertades y de la represión sufrida, la vida política asomaba compleja y no había consenso sobre cómo encarar los horrores del pasado reciente ni los caminos futuros. En ese marco, Alfonsín puso en juego su voluntad y su capital políticos para reconstruir las instituciones de la república y fortalecer la democracia en todos sus niveles, con una concepción que privilegiaba el pluralismo, el diálogo y la deliberación por sobre cualquier verticalismo autoritario.
Había ganado las elecciones invocando la constitución nacional y apelando a la ciudadanía, un gesto que adelantaba los ejes de su gobierno: el fortalecimiento de las instituciones, la afirmación de las libertades públicas y la recomposición de lazos sociales de una nación herida. En ese marco, los derechos humanos constituyeron una pieza ética fundamental de su programa de gobierno. En relación con ello, y a pesar de poderosas presiones en contra, a solo tres días de asumir dictó medidas para el juzgamiento de los integrantes de las juntas militares responsables del terrorismo de estado, así como de los dirigentes máximos de las organizaciones guerrilleras. Se inició entonces el Juicio a las Juntas, hecho trascendente en la historia argentina y latinoamericana que instaló el valor de la justicia y los derechos humanos como núcleos constitutivos de la vida democrática.
Honrar el legado: fortalecer la democracia
El gobierno de Alfonsín se destacó por la vigencia plena y sin restricciones de derechos y libertades, en un marco de pluralismo novedoso en la tradición política argentina –tan proclive a la deslegitimación del otro. En ese marco, no fue fácil lograr la aprobación de leyes como las de divorcio y patria potestad compartida, que apuntaban en la dirección de una sociedad más libre e igualitaria, o resolver el diferendo con Chile en torno al Canal de Beagle por medio de un referéndum, que se sumó a otras políticas de destinadas a fortalecer lazos con los demás países de América Latina.
En su momento, estos hitos quedaron pronto opacados frente a una serie de dificultades que mostraban que en muchos aspectos la Argentina seguía siendo igual a sí misma, sin que el gobierno acertara en sus intentos de reforma. Los problemas estructurales de la economía, los reclamos corporativos (de militares, sindicatos, empresarios, la Iglesia…), las demandas sociales, las presiones de la oposición política, entre otros, llevaron al prematuro reemplazo del gobierno radical por su sucesor justicialista triunfante en las urnas, Carlos Menem.
Hoy, a 10 años de su muerte y 35 de la reinstauración democrática, recordamos a Raúl Alfonsín, los valores que promovió y los esfuerzos que hizo en pos de una Argentina más libre, solidaria y plural. Un programa que sigue teniendo renovada vigencia.