Seúl
Luego de una cumbre muy teatral y repleta de demostraciones de reconciliación, el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, regresó ayer a Pyongyang y el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, volvió a su residencia oficial en Seúl. Pero ¿están a punto de florecer los remordimientos?
El primer encuentro intercoreano en más de una década dejó muchos interrogantes en torno al punto más importante y polémico de su agenda: la desnuclearización. Lo cual deja la pelota en campo del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien se espera que se reúna con Kim en apenas unas semanas.
Para Moon y Kim, esta cumbre fue probablemente algo bueno y no un error. Ambos buscaban hacer una demostración de unidad coreana. Pero podría complicar las cosas para Trump, quien ha elevado las expectativas de un acuerdo con Kim para que abandone su arsenal nuclear.
El cónclave del viernes siguió a encuentros previos entre el padre de Kim, Jong-il, y sus pares surcoreanos. Cada uno de ellos arrojó promesas similares para reducir las tensiones, sustituir el armisticio que cerró la Guerra de Corea (1950-1953) por un acuerdo de paz definitivo y expandir la relación transfronteriza.
El viernes, la diferencia estuvo en el compromiso de Kim y Moon de declarar oficialmente el final del conflicto este año. Los líderes anunciaron además una serie de medidas concretas, como la apertura de una oficina de enlace en la ciudad norcoreana de Kaesong, próxima a la frontera. Además, Moon visitará Pyongyang en otoño, y en mayo se celebrarán conversaciones militares y se reanudarán las reuniones de familias separadas por la guerra.
Todas estos pasos son significativos. Ponen de manifiesto un cambio real en la política de Seúl, que se aleja del enfoque conservador de su anterior presidenta, Park Geun-hye. Moon está claramente interesado en lograr una relación menos volátil con el Norte y parece reacio a paralizarlo todo hasta que Kim acceda a una desnuclearización rápida y completa.
Pero lo más interesante es que este enfoque más suave, aunque ayuda a muchos surcoreanos a respirar más tranquilos tras la elevada tensión del año pasado, pone a Seúl y Washington en caminos enfrentados. Trump dio la bienvenida a las conversaciones en Twitter, pero el mensaje de la Casa Blanca sigue siendo ambiguo. El presidente estadounidense sugirió que Pyongyang debe demostrar su compromiso con la desnuclearización total para que Washington cambie su política de máxima presión.
Moon, por su parte, firmó un compromiso con Kim para lograr la completa desnuclearización de la península de Corea, una frase que a priori suena bien pero que tiene poco significado práctico sin la inclusión de medidas específicas, plazos e incluso una definición de lo que significa exactamente la palabra “desnuclearización”. Y, en este asunto, lo importante está en los detalles.
Estados Unidos no tiene armas nucleares en la península de Corea desde principios de la década de 1990. Pero Pyongyang suele interpretar la desnuclearización como la retirada de Corea del Sur del “paraguas nuclear” de Washington. Esto podría suponer que EE.UU. debe asegurar de algún modo a Kim que su país está a salvo de un ataque nuclear.
Quizás todo se aclare en el encuentro entre Kim y Trump. Por el momento, ninguno ofreció una propuesta realista.