El escenario político chileno está revuelto y no sólo por las diferentes instancias electorales que tendrán lugar este año. Al proceso constitucional, iniciado con el estallido social de octubre de 2019, le siguió la pandemia. Ambos eventos han desnudado, de distinta manera, los problemas del sistema político: partidos desconectados de la sociedad, una clase política que no conoce ni conecta con el país que gobierna, desigualdades, pobreza y la sensación constante de injusticia.
Chile, en este contexto decreciente, el 15 y 16 de mayo dará el puntapié inicial de un ciclo electoral sin precedentes en la historia reciente del país. En la elección de mayo se elegirán los integrantes de la Convención Constituyente, alcaldes, concejales y gobernadores regionales, cargo que por primera vez será elegido democráticamente. Para el mes de julio están programadas las primarias presidenciales y de candidatos al congreso (diputados y senadores). En noviembre se realizará la elección de diputados, senadores y presidente y, en caso de haber una segunda vuelta presidencial, ésta se realizará el 19 de diciembre. Como se observa un año sobrecargado de elecciones.
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El calendario original debió ser modificado varias veces debido a la pandemia. Los cambios sin dudas han sido necesarios, pero no han contado con la debida antelación y discusión. Como consecuencia, los actores políticos han tenido que improvisar sobre la marcha, rediseñando las estrategias de campaña, haciendo ajustes y manteniendo abiertas las definiciones presidenciales. Esto, debido a que muchos están a la espera de los resultados de las elecciones de mayo para definir, de acuerdo al peso real de cada partido, los pactos y estrategias electorales.
El malestar ciudadano, la falta de legitimidad de los actores del sistema político y la pandemia confirman un complejo escenario, tanto para el oficialismo como la oposición. En el caso del oficialismo, éste carga con el peso de apoyar a un gobierno con un presidente que tiene un 9% de aprobación, sin estrategia política y con una gestión negligente de la catástrofe sanitaria. A pesar de haber liderado un exitoso proceso de vacunación, el gobierno se entrampa en discusiones sin sentido con el Congreso, abandonando las necesidades de la ciudadanía.
El malestar ciudadano, la falta de legitimidad de los actores del sistema político y la pandemia confirman un complejo escenario, tanto para el oficialismo como la oposición
Ejemplo de ello fue la disputa por el tercer retiro de los fondos previsionales aprobado en el Congreso con votos de la oposición y gran parte del oficialismo. El gobierno, de espalda al sentir popular y a la opinión de sus congresistas, propuso una medida alternativa y llevó al Tribunal Constitucional la propuesta del Congreso. El requerimiento no fue tramitado y se rechazó, lo que obligó al presidente a retirar su proyecto y promulgar el del legislativo. Este tipo de disputas ha reducido su popularidad y ha alejado a los partidos de derecha del gobierno, incluidos los candidatos presidenciales de su sector.
La mala gestión del Gobierno ha debilitado la disciplina partidaria en las filas del oficialismo provocándole sendas derrotas en el Congreso. Para este sector, la elección de mayo de 2021 puede ser la balsa salvavidas que los mantenga a flote. Si, a pesar de Piñera, logra más del 30% de los convencionales y mantener alcaldes estratégicos en el poder, tiene como dar una contienda en las próximas elecciones. La posibilidad de obtener más de un 30% de los convencionales y con eso forzar la generación de acuerdos en la Convención Constituyente es una posibilidad, dada la división de la oposición que lleva una gran cantidad de listas.
Los diferentes sectores de la oposición no han sabido capitalizar el malestar y no han aprovechado la oportunidad de visibilizar los problemas de la derecha en el gobierno. La izquierda tiene un discurso de unidad. Todos sus líderes, dirigentes y candidatos hablan de la unidad, no obstante, cada nueva acción profundiza su desunión. No hay consenso en la estrategia de desarrollo para el país, no hay un diagnóstico compartido sobre cómo el país llegó a este punto y tampoco hay una estrategia común para enfrentar el futuro.
Todos sus líderes, dirigentes y candidatos hablan de la unidad, no obstante, cada nueva acción profundiza su desunión.
Esta división puede permitir que al finalizar el año la derecha, no solo se mantenga en el poder, sino que logre imponer sus términos en la convención constitucional. Para la oposición y los diferentes partidos y bloques, la elección de mayo es una oportunidad para ordenar liderazgos, ajustar expectativas y construir una alternativa para gobernar el país post pandemia. Estos resultados permitirán definir, por ejemplo, cuántas listas de oposición irán a la elección del congreso y cuántos candidatos presidenciales tendrá la izquierda. El análisis compuesto de los resultados de la convención y la votación de los concejales será determinante para la definición de estrategias y la negociación de cupos de cara a la elección de diciembre.
Desde la oposición, también ha surgido una alternativa populista. La candidata que mayor crecimiento ha mostrado en las encuestas es Pamela Jiles, una diputada que se autodefine como más allá de la derecha y la izquierda, que ha logrado capitalizar el malestar con la clase política a través del retiro de ahorros previsionales de las personas. Esta se refiere a sus colegas políticos como la “clase política miserable”, a su base electoral como “ejército de nietitos”, a ella se autodefine como la abuela y a su pareja, candidato a gobernador de la región Metropolitana, como el abuelo. Ella se presenta como “una salvadora” de “su pueblo” que la clase política abandonó, incluidos obviamente todos los políticos de su sector.
El malestar ciudadano, el descrédito institucional, la ineficiencia del gobierno, la falta de acuerdos políticos pueden llegar a activar una bomba de tiempo, que de explotar, dejaría al populismo instalado en el poder
Para Jiles, la elección de mayo será un indicador de su popularidad. Ella se ha jugado entera por la campaña de su esposo, quien es candidato a gobernador de la Región Metropolitana. Una votación aceptable de su pareja la llevará a competir en la elección presidencial de noviembre sin pasar por primarias.
El malestar ciudadano, el descrédito institucional, la ineficiencia del gobierno, la falta de acuerdos políticos pueden llegar a activar una bomba de tiempo, que de explotar, dejaría al populismo instalado en el poder. A esto, se suman los tres retiros de ahorros previsionales que, además de ineficaces, terminarán hipotecando el futuro de la ciudadanía. En suma, dado el contexto que vive el país, el resultado de la elección de mayo será un mapa para definir el futuro del país y está en las manos de actores y actoras políticas asumir una estrategia para que no se entre al círculo posible de la muerte de la democracia en Chile.
*Politólogo y profesor asociado del Departamento de Sociología, Ciencia Política y Administración Pública de la Universidad Católica de Temuco. Doctor en Ciencias Sociales y Master en Ciencia Política por la Universidad de Chile. (www.latinoamerica21.com).