A lo largo y ancho de Estados Unidos, lo llaman simplemente Beto. Robert O’Rourke, de ascendencia irlandesa, no es deportista ni actor, tampoco latino. En cambio, es la estrella demócrata en ascenso, que lanzó su precandidatura a las elecciones presidenciales de 2020. Fue apodado Beto en la escuela de su ciudad natal, El Paso, Texas, a metros de la frontera con México, cuando en la Casa Blanca nadie pensaba en construir un muro. El hombre aspira a competir con el presidente Donald Trump y representa la “renovación generacional” de la oposición, plagada de postulantes veteranos, como el ex vicepresidente Joe Biden y el senador Bernie Sanders. O’Rourke no es favorito, como tampoco lo era Barack Obama en 2008, pero saca una ventaja considerable sobre sus rivales: se volvió un experto en recaudar dinero.
En las primeras 24 horas desde que anunció su postulación, recolectó 6,1 millones de dólares, aportados por pequeños donantes, sin la contribución de corporaciones o de los Comités de Acción Política (PACs). Así, superó a Sanders, que había conseguido 5,9 millones, y se convirtió en el precandidato demócrata que comienza su campaña con el mayor presupuesto para proselitismo.
“A Beto le sobra carisma y es experto en atraer la atención de los medios. Corre el riesgo de parecer superficial e inflado por la prensa. Pero él proyecta liderazgo, algo que muchos votantes buscan en un presidente”, explicó a PERFIL Brad Bannon, consultor político y CEO de Bannon Communications Research. A diferencia de Biden y Sanders, O’Rourke es apenas un novato en Washington DC. Sin embargo, despierta la simpatía de celebrities estadounidenses como la superestrella de la NBA LeBron James, que en 2018 vistió una gorra con la inscripción “Beto”, y de artistas de Hollywood, que podrían apoyarlo en la campaña.
La singularidad de O’Rourke, de 46 años, no termina en su capacidad para atraer donaciones. Fue bajista en una banda de punk rock en los 90. En esa época, fue arrestado por conducir ebrio y por ingresar sin permiso al campus de la Universidad de Texas. En 2005 cambió la adrenalina de tocar en vivo por la de competir en elecciones y fue electo concejal de El Paso. Luego, conquistó una banca en la Cámara de Representantes y en 2018 saltó a la primera plana de los medios de comunicación cuando perdió ajustadamente, en una reñida campaña por una banca en el Senado, con el republicano Ted Cruz, en un estado dominado desde hace décadas por el Grand Old Party (GOP).
Casado con Amy Sanders, es padre de Ulysses, Molly y Henry, de 12, 10 y 8 años. Habla fluido español y seduce a los votantes millennials con su estilo descontracturado. Además, demostró en 2018 que puede competir seriamente en el estado de Texas. Si ganara allí y se alzara con los 38 votos para el Colegio Electoral, los comicios podrían tener un resultado inesperado.
Políticas. El ex congresista se pronunció a favor de la inmigración y de combatir el cambio climático. “Si la inmigración es un problema, es el mejor problema que un país puede tener y debemos asegurar que haya una vía legal para trabajar, estar con la familia y huir de la persecución”, afirmó al lanzar su candidatura. Beto dijo que hará una “campaña positiva” y que “no es socialista”, luego de que Trump bautizara de esa forma a los demócratas.
“O’Rourke sería un buen rival de Trump en 2020 –considera Bannon–. Los estadounidenses todavía odian a Washington y un joven outsider como Beto es el antídoto perfecto para un presidente que prometió drenar el pantano pero ahora reina en las fétidas márgenes del Potomac”.