Brasil quedó esta semana atrapado en la disputa geopolítica, comercial y tecnológica que libran Estados Unidos y China. El gobierno de Jair Bolsonaro sufrió, junto con la Argentina, los coletazos de ese conflicto, al anunciar Washington la suba de aranceles al acero y aluminio. Una semana después de su acercamiento a Xi Jinping en la cumbre de los Brics celebrada en Brasilia, Donald Trump “castigó” las exportaciones brasileñas, marcando la cancha al Palacio del Planalto.
Brasil, al igual que otros países de la región, sufrió las esquirlas del enfrentamiento entre el dragón chino y el águila norteamericana, su primer y segundo socio comercial, respectivamente. Mientras que China es un mercado gigante para las exportaciones primarias brasileñas, entre ellas soja, petróleo y minerales de hierro, Estados Unidos y el Mercosur son los destinos de los productos industriales brasileños. Bolsonaro enfrenta un dilema dramático: estrecha su alineamiento retórico con la Casa Blanca más proteccionista, con el riesgo de socavar su expansión comercial hacia el milenario Reino del Medio, o apuesta por China, que ofrece lo que tanto anhela el ministro de Finanzas, Paulo Guedes: un socio para firmar acuerdos y liberalizar el comercio. De acuerdo con cómo administre esa tensión, Brasil se arriesga a recibir sanciones de uno u otro lado.
Oliver Stuenkel, profesor de Relaciones Internacionales de la Fundación Getulio Vargas, explica que la alianza entre Brasil y Estados Unidos es más retórica que práctica. “En el fondo Brasil ofrece poco a los Estados Unidos. Lo que realmente le importaría a Trump sería ayuda concreta en Venezuela y para limitar la influencia de China en América Latina”, afirmó a PERFIL desde San Pablo. Pero los militares, liderados por el vicepresidente y general retirado Hamilton Mourao, se negaron a intervenir militarmente en la República Bolivariana. En relación con el avance chino, el escenario es incierto. La licitación para construir la red de telecomunicaciones 5G fue pospuesta para el segundo semestre de 2020, y el gobierno no prohibió –por el momento– la participación de Huawei.
Riesgos. Más allá de la volatilidad financiera y la depreciación del real frente al dólar –derivadas de la guera comercial–, Bolsonaro enfrenta amenazas concretas a la hora de pivotear entre las dos superpotencias. “Estados Unidos dice que dejaría de compartir información de inteligencia si Brasil opta por Huawei. También dejaría de apoyar la candidatura brasileña en la OCDE”, sostiene Stuenkel. La Base Aeroespacial de Alcántara, que Brasil alquilaría sin cesión de soberanía a Washington para el lanzamiento de satélites, también forma parte del menú de palos o zanahorias que Trump le propone a Bolsonaro. Según el Huffington Post Brasil, la Casa Blanca advirtió que cancelaría el acuerdo si Huawei controla la red de 5G, al denunciar que podría ser víctima de espionaje.
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Para Esteban Actis, doctor en Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario, el principal riesgo que enfrenta la diplomacia brasileña es no dar señales claras a Washington ni a Beijing. “La de Brasil es una política exterior totalmente carente de lógica. Parece atomizada: los distintos sectores de la coalición de gobierno tironean por pujas de intereses y el riesgo es que la política exterior no tenga una estrategia definida”, afirmó.
Pese a todo, la guerra comercial también presenta oportunidades para Brasil. La suba de aranceles de China a la soja estadounidense multiplicó las exportaciones brasileñas de ese producto, que entre enero y noviembre de 2019 totalizaron 20 mil millones de dólares.
Hipótesis. En Washington, Brasilia y Buenos Aires los analistas especulan que Trump anunció las tarifas aduaneras para conservar el voto de los agricultores estadounidenses y de los trabajadores de las industrias siderúrgicas y de aluminio, o incluso en “represalia” porque el gobierno de Bolsonaro negocia un acuerdo de libre comercio con China. Sea cual sea la motivación de Trump, el quid de la cuestión es si firmará una tregua comercial con Xi Jinping antes del 15 de diciembre. Actis alerta sobre los efectos de que eso no suceda: “Una profundización de lo que con Nicolás Creus llamamos bipolaridad rígida sería para Brasil un problema porque un enfrentamiento de la economía china y estadounidense se le vendría en contra”.
Estados Unidos es el aliado que Bolsonaro siempre deseó, pero China, el que Brasil más usufructuó. Entre 2007 y 2017, Beijing invirtió allí 42 mil millones de dólares.
Brasil se convirtió en una pieza relevante que Trump y Xi tironean en su pulseada geopolítica mundial.