Las posibilidades ciertas del triunfo de Jair Bolsonaro en las elecciones presidenciales de Brasil conmueven a los sectores democráticos latinoamericanos. Con un discurso divisivo, nacionalista y mesiánico el candidato del Partido Social Liberal (PSL) logró arrastrar con su arenga a la mayoría del pueblo, generando una grieta que será difícil de superar en el futuro próximo. Jair Bolsonaro constituye un peligro para el sistema democrático por sus persistentes elogios a los gobiernos autoritarios, cuya forma podría asumir si lo considerara necesario para la realización de su programa.
La composición de la Cámara de Diputados, con un total de 512 miembros, fue decidida en las elecciones del pasado 7 de octubre y el PT continúa siendo el bloque mayoritario con 56 diputados mientras el PSL obtuvo 52 seguido por el PP con 37 miembros; el resto está atomizado en diferentes partidos. Esta distribución obligaría al partido gobernante a forjar una alianza con diferentes representantes incluyendo la posibilidad de ocupar cargos en el ejecutivo. Las dificultades para obtener la aprobación de un programa de gobierno en el marco de alianzas crearía la posibilidad de recurrir con la complacencia de las fuerzas armadas a mecanismos autoritarios como ya fueron manifestados por el Diputado Eduardo Bolsonaro en referencia a la Corte de Justicia.
América Latina tiene experiencia con redentores o emancipadores surgidos de golpes militares pero también existieron y existen aquellos salidos de procesos democráticos. Alberto Fujimori constituye un buen ejemplo: disolvió el Congreso con el apoyo de las Fuerzas Armadas e intervino el Poder Judicial en 1992. Hugo Chávez, después de ganar las elecciones en 1998 y luego Nicolás Maduro, ambos con el apoyo de las Fuerzas Armadas, convocaron a Asambleas Constituyentes para redactar nuevas constituciones cada una de ellas a su imagen y semejanza. Estos procesos fueron repetidos en Ecuador en 2007 y en Bolivia en 2016. Las aspiraciones de permanecer en el gobierno y contar con un poder absoluto para tomar decisiones no son un patrimonio de la derecha ni de la izquierda: siempre aparecen esa clase de personalidades que reclaman representar a la historia.
El proceso electoral en Brasil deja en claro la división de la sociedad y la falta de convencimiento en los mecanismos democráticos para resolver los problemas políticos y con ellos los problemas de los ciudadanos en la búsqueda de un mejor nivel de vida. Los años de gobierno del PT deberían haber generado después de reivindicarse como salvadores la aceptación de la mayoría no sólo en la figura del líder. Sin embargo crearon las condiciones primero para el ascenso de Michel Temer, que afrontó cinco años de recesión, y luego para el surgimiento de Jair Bolsonaro. La utilización de opuestos tales como pueblo-oligarquía para explicar los conflictos sociales tiene un efecto reversible cuando no se alcanzar los objetivos. Los votos de Bolsonaro no pertenecen todos a la oligarquía
La campaña electoral en Brasil deja una importante enseñanza para la Argentina y sus partidos políticos y reivindica la necesidad de revalorizar la democracia para evitar en el futuro situaciones que presenten las mismas disyuntivas. El juego de los opuestos para posesionarse en las contiendas electorales puede resultar atractivo pero implica un riesgo muy alto porque abre la puerta a aventureros que buscan aprovecharse de la decepción del sistema. Jair Bolsonaro podrá ganar las elecciones pero la batalla más importante para Brasil y toda América Latina será la continuidad de la democracia para garantizar la paz y la convivencia.