El mundo mira a Ucrania, pero Corea del Norte fija la vista en su propio ombligo y dispara un misil intercontinental. El ensayo hizo saltar por los aires la moratoria de pruebas de proyectiles de largo alcance que el régimen de Kim Jong-un había declarado hace cuatro años. El último lanzamiento de esta magnitud había sido en 2017.
El misil, según el Estado Mayor de Corea del Sur, fue lanzado desde Sunan, el aeropuerto de Pyongyang; alcanzó los 6.200 kilómetros de altura y recorrió 1.080 kilómetros antes de caer al mar en aguas de la zona económica exclusiva de Japón.
Tanto el gobierno surcoreano como el japonés convocaron a una reunión de urgencia de sus consejos de seguridad. Se trató de una provocación inaceptable, juzgaron ambos, en medio de la guerra en Ucrania. Figuraba entre las previsiones de Corea del Sur y de Estados Unidos.
Esto ocurre dos semanas después de la victoria en las presidenciales de Corea del Sur del conservador Yoon Suk-yeol, quien asumirá el cargo en mayo. Su predecesor, Moon Jae-in, tildado de progresista, intentó tender puentes hacia su vecino.
El proceso de deshielo iniciado en 2018 con Seúl y la cumbre con Donald Trump dieron paso a una etapa de negociaciones diplomáticas sobre la desnuclearización de la península. El fracaso de la cumbre de Hanoi en febrero de 2019 dejó en suspenso el proceso.
Pocos avances notó el gobierno de Joe Biden. En septiembre de 2021, el régimen de Kim desarrolló un nuevo armamento de tecnología de punta. Rusia y China contaban con esa tecnología, que permite que los cohetes alcancen velocidades cinco veces superiores a la del sonido y puedan maniobrar en su trayectoria tras el disparo.
El temible armamento “invencible” de Putin
La última prueba fue el resultado de 12 anteriores, quizá como prólogo del desfile militar previsto para el 15 de abril, cuando se cumplan 110 años del nacimiento del fundador del régimen y abuelo del actual líder, Kim Il Sung.