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opinión

Desafíos de una nueva era

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Esperanza. En Santiago, los votantes de Boric celebraron. | afp

Chile cambió. El estallido social de 2019 parece haber puesto en tela de juicio a gran parte de las estructuras e instituciones chilenas y abrió paso a un período de cambio que desembocó en dos procesos históricos: en primer lugar, la conformación de una convención constituyente que se encuentra redactando una nueva Constitución Nacional. Y en segundo lugar, la crisis sociopolítica provocó el quiebre de las coaliciones tradicionales que se habían alternado pacífica y democráticamente en el poder desde el retorno a la democracia. Y fue, así, durante ese contexto de cambio que emergieron nuevas consignas, nuevas demandas y otros liderazgos, como el de Gabriel Boric quien ganó la presidencia tras la campaña electoral más polarizada de la historia con la promesa de plasmar desde el gobierno lo que la sociedad exigía en las calles y este 11 de marzo asumió como presidente.

Gabriel Boric llega al Palacio de La Moneda convertido en un fenómeno popular. Después de haber obtenido una rutilante victoria el 19 de diciembre en la segunda vuelta con mayor participación electoral en años, las esperanzas siguen altas. Según cifras de la encuesta chilena Plaza Pública Cadem, el 63% de los chilenos tenía una imagen positiva acerca de él y más de la mitad era optimista de que tendría una “buena o muy buena” gestión. Y no es para menos. 

Para una parte de la sociedad chilena, especialmente esa clase media urbana históricamente invisibilizada de los discursos y políticas públicas, el nuevo presidente es la exteriorización de esas esperanzas de cambios. Pero si bien muchos afirman que Boric implica que por primera vez “uno de nosotros” ocupe el lugar más alto de la política chilena, otros son escépticos con respecto a su posibilidad de poder generar los cambios tan profundos que Chile necesita. De hecho, el mismo presidente llamó a mantener la calma y moderar las expectativas. Y es entendible: el flamante mandatario enfrenta escenarios complejos en varios frentes.

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En primer lugar, y en materia de política externa, Boric asume como presidente de Chile en un momento en el que orden internacional es testigo de la guerra en Ucrania, un conflicto que llevó a distintas alineaciones y reconfiguraciones de poder. Y aunque no parezca esto puede ser un desafío para el presidente chileno. Debido a su histórica vinculación con la izquierda, tomar una posición a favor de Ucrania no fue gratis para él. Si bien es falaz creer que Vladimir Putin sea socialista, sí es cierto que parte del progresismo latinoamericano está convencido de esto a partir de una reminiscencia romántica entre la Rusia actual y la Unión Soviética. Después de condenar sin eufemismos la invasión rusa en Ucrania, Gabriel Boric recibió críticas por parte del ala más dura de su coalición gubernamental, el Partido Comunista. Y ese equilibrio entre moderación y cambios será un verdadero desafío para el nuevo gobierno en todos los frentes. En el plano interno Boric se enfrenta a un escenario fragmentado con una parte de la sociedad que, harta de la clase política tradicional, espera que él se diferencie de los presidentes anteriores y por fin pueda introducir las reformas sustanciales que emergieron en el estallido de 2019: eliminar las jubilaciones y pensiones privadas, permitir un mayor acceso a la salud y la educación pública y realizar una verdadera reforma tributaria que permita a las arcas públicas mayores índices de recaudación. 

Pero al mismo tiempo, otro sector de la opinión pública teme que su progresismo, y sobre todo la presencia del Partido Comunista en su coalición, lleven a transformaciones demasiado radicales para lo que necesita la sociedad chilena. Y esta pugna entre ambos sectores se verán reflejados cuando se produzca uno de los procesos más relevantes para el devenir del gobierno de Boric: el plebiscito de salida de la nueva Constitución que, de acuerdo con los tiempos actuales, debería ser a mediados de este año. De esta manera, la sociedad chilena tendrá la posibilidad de votar si está de acuerdo con el texto final de la nueva Constitución. En caso de que gane la opción de “Apruebo”, finalmente Chile tendrá la Carta Magna que demandó en las calles en 2019 y Boric será uno de los grandes artífices, y ganadores, de este proceso político. Sin embargo, si gana la opción de “rechazo”, se mantendrá la Constitución actual, lo que implicará una seria derrota para el gobierno. ¿De qué depende un resultado u otro? 

En primer lugar, obviamente, de la percepción que la opinión pública tenga del nuevo texto. Para muchos, la enorme presencia de constituyentes izquierdistas están torciendo hacia una redacción demasiado progresista para lo que la sociedad podría llegar a tolerar y ante la posibilidad de que ese texto sea rechazado, el mismo Gabriel Boric ha tenido que moderar las posiciones. Pero además, el resultado de ese plebiscito puede ser el primer termómetro de apoyo para Boric ya que parte de la sociedad definirá su voto no solamente en función del texto final sino también en base al grado de conformidad, o disconformidad, con el gobierno. 

Puertas adentro de su coalición, la lógica será la misma: ese fino equilibrio entre responder a las demandas del ala más izquierdista o que prime la moderación de los centristas. Con el fin de balancearse entre esta disyuntiva, el gabinete de ministros tiene dos particularidades y así, dos grandes mensajes para un lado y otro de la sociedad: un gabinete mayormente femenino y feminista, pero cuyos ministerios más relevantes están en manos de moderados y hasta cercanos al establishment, como el caso de Mario Marcel en Hacienda. Mientras tanto, una sociedad trasandina llena de expectativas estará atenta al desarrollo de su gobierno.

*Lic. en Ciencias Políticas (UCA). Investigadora del Centro de Estudios Internacionales (UCA).