Una de las series más famosas de Netflix es “Orange is the new black”. Esta semana, en las calles de Madrid, la plataforma de streaming de series y películas realizó una campaña publicitaria para sumarse a la celebración del “World Pride” (Día Internacional del Orgullo Gay, en castellano), que comenzó el 23 de junio y concluirá este domingo.
En un cartel de una parada de buses, sobre un fondo con los colores del arcoiris, se leía “Rainbow is the new black”, con la firma “Netflix”, y la leyenda “happy pride” (feliz orgullo).
Horas más tarde, un activista por el “Orgullo crítico”, integrante de varias plataformas que reivindican el espíritu de protesta de la comunidad LGTBI, intervino la publicidad de Netflix cambiándole la leyenda a: “Rainbow is the new marketing strategy” (el arcoíris es la nueva estrategia de marketing).
La reacción es un síntoma a la mercantilización que ha sufrido el World Pride, la tradicional manifestación que realiza año a año el universo LGBTI para denunciar su persecución y reclamar más derechos, y que ha llegado a eclipsar su verdadero objetivo.
Aunque la tendencia se observaba ya en los últimos años, este 2017, la fiesta se ha transformado en el evento más multitudinario y colorido de la capital española y, a la vez, en un negocio millonario del que nadie quiere perder tajada.
Entre el 23 de junio y el 2 de julio, que dura la fiesta, las plazas hoteleras de Madrid se han ocupado en un 100%. Con la demanda, los precios de las habitaciones han llegado a quintuplicarse. Se calcula que al menos 2 millones de personas llegarán a la ciudad para participar del evento.
Los restaurantes, bares y comercios en la ciudad, sobre todo en el barrio de Chueca, epicentro de los festejos, han vestido sus fachadas con banderas, guirnaldas y otro cotillón con los colores del arcoiris para atraer a los participantes. Mientras en algunas esquinas, vendedores ambulantes comercializan banderas a 5 euros (90 pesos), y pulseras a 2 (36).
Sin embargo, el negocio mayor corre por cuenta de las grandes marcas que han intentado camuflar sus productos en el entorno que promueve el Orgullo. En la misma línea de Netflix, la aplicación de concertación de citas, Tinder, ha colocado un escenario en la plaza de Chueca para difundir una de sus últimas actualizaciones. Recientemente ha permitido a los usuarios elegir su identidad sexual sin que se los obligue a optar entre hombre y mujer.
Otras marcas, como Vodafone, Paypal, Spotify, o la tienda El Corte Inglés han confeccionado sus propias carrozas para participar del desfile principal que se celebra este sábado.
Activismo político versus “capitalismo rosa”. “Debemos generar más conciencia en todos los ámbitos”, dice ‘Pili’, que llegó desde Málaga con su hija Arantxa, que es lesbiana. “Que se amplíen los derechos, que puedan casarse”, exige.
La madre de Arantxa tiene razón aunque esté equivocada. El casamiento entre personas del mismo sexo es legal en España desde el 2005. Más de 30 mil personas se han casado desde que se aprobó la ley. Sin embargo, mucha gente no está al tanto. Por eso mismo, tiene razón, aún debe generarse mayor conciencia sobre los derechos de la comunidad LGTBI.
Un caso similar ocurre con la preja de Matt y Carlos. Están disfrutando de una cerveza en la plaza de Chueca. Consultado sobre qué otros derechos deberían ampliarse, Carlos pregunta: “¿Es posible casarse ya? Si se puede, entonces todo bien”.
Matt, que es estadounidense, cuenta que Chicago e Illinois son las primeras ciudades de su país donde se aprobó el matrimonio igualitario. Por esa razón, se han casado allí tres años atrás. Carlos llegó a Madrid hace 15 años. Sin embargo no sabía que ya era posible casarse legalmente.
“Creo que hay colectivos ‘elegeteberos’ preocupados por formar parte o ser asimilados por el sistema heteropatriarcal y sus instituciones, por hacerse la foto y darles premios a políticas y políticos que utilizan nuestros derechos para lavar su imagen”, afirma Ana Murillo, de la Asamblea Transmaricabollo. “Esto, sin duda, hace que el movimiento se despolitice y que el único discurso que llegue a una gran mayoría sea el de la homonormatividad”, apuntó.
El 28 de junio, su colectivo participó del “Orgullo crítico”, una marcha que rescata el espíritu combativo del “World Pride”, surgido de las revueltas de Stonewall en 1969, en New York, cuando la comunidad LGTBI se enfrentó a la Policía, harta de soportar su persecución.
La Asamblea Transmaricabollo lucha por reivindicar los derechos LGBTI, pero dentro de un marco político más amplio. Mientras se alerta sobre el aumento de denuncias por agresiones LGTBfóbica, o la “mafia” de empresarios que se aprovecha del “Orgullo”, también apunta a la falta de tratamientos contra el HIV, las altas tasas de desempleo en el país, o el abandono del Estado español con los refugiados sirios. “Los transmaribibollos somos la clase obrera”, resume Murillo en clave política.
Cuando este sábado, durante el desfile del “World Pride”, millones de personas tomen las calles principales de Madrid, enfundadas en creativos y provocadores disfraces, portando banderas o subidas a alguna carroza, para visibilizar la lucha de la comunidad LGTBI, Ana Murillo tomará el camino contrario, y se marchará de la ciudad.
“No formaré parte de un desfile patrocinado por empresas, y despolitizado. Yo no desfilo, yo me manifiesto... y esto es un desfile en el que se me está invitando a consumir a cada paso, pensado para hombres blancos gays y de clase media alta, no me siento representada”, se quejó la militante.